Los minerales desde Catamarca o incluso desde Bolivia; los granos de toda la cuenca productiva del país. Todo puede pasar por el Belgrano Cargas, el “bastardo” de las privatizaciones de los ‘90, entregado a la Unión Ferroviaria de Pedraza (hoy preso). El tren de la trocha angosta, la única capaz de doblar en las cerradas curvas de la montaña, y unirlas con los puertos del litoral fluvial.
“Modificará el sistema de transporte en la Argentina”, prometió la presidenta a fines de junio cuando firmó un nuevo acuerdo con Wen Jibao, el primer ministro chino. Las obras integrales implican inversiones por $ 11.500 millones; el 85 % lo pondrán los asiáticos según la Casa Rosada; la argentina debe devolver la inversión al 7,2 % de interés.
Se renovarán -según la promesa presidencial- 1.400 kilómetros de vías. Y llegarán desde oriente 50 locomotoras y 2.550 vagones que serán bienvenidos, siempre y cuando no sean como los que trajo el ex secretario Jaime de España (chatarra que no anda) y mientras el país demora la renovación de sus propios talleres.
“El Ferrocarril Belgrano Cargas se constituye así en un punto nodal para hacer una posibilidad el plan agroalimentario 2020”, planteó la jefa de Estado durante un acto en el Salón de Mujeres Argentinas de la Casa Rosada.
Sanhe Hopefull, una estatal aceitera china, es parte de la de Emergencia SA que administra el Belgrano Cargas y que tiene por socios a Benito Roggio y a Franco Macri, además del ahora postergado Hugo Moyano. La estatización del gerenciamiento de la empresa es un rumor cada vez más fuerte desde que el camionero es un enemigo íntimo del modelo y en el marco del nuevo acuerdo con los chinos, cuyo detalle y trascendencia aún se está por revelar.