El Crack Bang Boom es el evento de cómics e historietas más importante a nivel nacional, de eso no hay dudas. Y no es casual que muchos de los organizadores de esta convención hayan venido durante los años ‘80 a Santa Fe, en calidad de invitados o de participantes, para deslumbrarse con los famosos Salones del Humor y la Historieta que organizaba El Litoral junto a esa usina creadora que fue y es Omar Sorbellini.
Da nostalgia e inquietud que Santa Fe haya perdido terreno en experiencias de este tipo, pero no es en esta nota donde se analizarán los factores de dicha realidad. De todas maneras, provoca asombro lo cimentado por Rosario y un grupo de dibujantes con mucho empuje.
Ellos, con Eduardo Risso a la cabeza, hicieron palpable la posibilidad de convocar a editoriales, casas de cómics y, lo más importante, contar con la presencia de los más prestigiosos dibujantes y editores de la industria a nivel nacional e internacional. Actualmente, sólo en Rosario es posible ver cruzarse a nuestro genial Carlos Nine con el eximio David Lloyd, el dibujante de V de Vendetta. Hecha esta consideración, con viaje al pasado incluido, es innegable la calidad y el prestigio exhibido por los responsables del encuentro.
En los inmensos galpones que posee el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), y con el río de testigo, se desarrolló la 4ta. edición del Crack Bang Boom. Fue visitada por 15.000 personas en 4 días.
El jueves inaugural tuvo como marco una jornada fría y desoladora. Una treintena de dibujantes, aficionados y profesionales comenzaba a dejar carpetas con muestras de sus trabajos para que Scott Allie, guionista y editor de Dark Horse e invitado de honor, evaluara las páginas de cómics presentadas.
Esta modalidad es llamada “Cazando talentos”. Muchos fueron los rechazados, lo cual habla del rigor y la honestidad editorial con que Allie observaba los porfolios. Los que más cerca estuvieron de lograr la milagrosa entrevista se llevarían una esquela del editor explicando lo que hay que mejorar y reconociendo los puntos fuertes.
OTROS INVITADOS NOTABLES
Al ingresar se produce el primer impacto, las esculturas y bustos de Batman, Hulk y Lobezno parecen cobrar vida propia, a no ser porque su autor, el extraordinario Sandro Alzugaray, confiesa que “fueron hechos en un material parecido a la masilla”.
Escultor por adición y no por sustracción, enseguida explica “soy autodidacta y nunca dibujo, directamente modelo una miniatura en arcilla y después lo paso al tamaño deseado. ¡Ah, y este domingo se sortea un Batman!”.
Consultado en cuanto a invitaciones de convenciones internacionales, dice que “recibí unas cuantas, pero lo más costoso es el traslado que debería correr por mi cuenta”. Primer indicio de que las convenciones extranjeras son, además de un evento social, un producto sumamente mercantilista. No alcanza con tener talento, tampoco con demostrarlo.
Finalmente resume: “Trabajo también a pedido para coleccionistas privados, sobre todo con los bustos pequeños”. Se despide gentilmente y sigue agregando arcilla a un Hulk cuya cabeza le llevó nada menos que cinco meses. El grado de detalles asusta.
A la vuelta de su stand, un Guasón que recuerda al encarnado por César Romero despierta más simpatía que temor. Anda solo y recorre los puestos de venta. En un extremo del galpón y al otro lado, Jok, Capristo y Paul Pope, todos ellos invitados, dibujan y firman sus libros al público que forma largas colas. Invariablemente son jovencitos consumidores de historieta.
V DE VINO
El viernes comenzó con un tibio sol, que luego acrecentó su presencia tanto como el caudal de gente reunido. En el primer galpón comenzaban a dibujar y firmar varios artistas pero el más requerido fue, sin duda, David Lloyd (V de Vendetta).
Como buen británico, se supone que debería haber ingerido “the five o’clock tea”, pero en su lugar eligió una buena botella de vino tinto marca DADÁ, tan rojiza como la tipografía que da nombre al cómic. Sonriente, cada cinco o seis dibujos recurría a la copa y, para ser honestos, nunca declinó la calidad de los dibujos hechos in situ. Sus colegas eligieron, en cambio, agua mineral.
Frente a ellos, varios puestos ofrecían juegos de rol, novelas gráficas y remeras con los logos de Marvel y DC, las monstruosas editoriales americanas harto conocidas. El stand de Juan Carlos Barocelli promocionaba su escuela de dibujo, escultura y pintura. Tiene a mano su “book” con una producción que subyuga a cualquier dibujante y, dotado técnicamente, muestra sus obras al tiempo que las va comentando.
Esencialmente son batallas de las cruzadas e imágenes del lejano oeste pintadas en acuarelas, aunque también se aprecian varios arquetipos del género (cowboys, indios y soldados). Comenta que “comencé como uno de los fundadores y organizadores, pero ahora vengo en calidad de invitado”.
Expresa un profundo amor por la docencia y explica que su escuela “es integral y ofrece todas las variantes de las bellas artes pero aplicadas a la historieta. Yo sólo doy dibujo, pero hay otros profesores. Publico para Italia y editoriales extranjeras y hace un tiempo dibujé la segunda parte del Eternauta, pero eso está parado por cuestiones legales”, finaliza.
En la otra punta del galpón, Lito Fernández -sus seguidores recordamos las bellas minas y los tipos apuestos de su autoría- conversa, traductora mediante, con Paul Pope, quien contempla con admiración los originales del dibujante de la extinta editorial Columba.
SALIDO DE UNA HISTORIETA
La última jornada fue una explosión de gente, un desborde de concurrencia con variedad etaria y fundamentalmente de actividades (charlas, paneles, presentaciones de libros). Personajes de la saga Star Wars caminan por la costanera, al frente el temible Darth Vader, que al grito de “¡Vamo’ a la foto!” hace desvanecer la magia.
Soldados “Stormtroopers” lo siguen, al igual que la Guardia Imperial vestida de rojo. En el segundo galpón, Carlos Nine viene caminando junto a su hijo Lucas, ambos invitados. Se topa con Nosotros y lo que comienza como charla termina en una pequeña entrevista.
Se despacha diciendo que “esto está bien, es buenísimo cómo se va incrementando la importancia año a año; eso es un mérito de Eduardo Risso que se erigió en la cabeza y hay que tener en cuenta que no es Buenos Aires, donde todo es una locura; ahí nadie te da bola”.
Mientras recibe permanentes muestras de afectos opina que “la gente en Rosario es más receptiva, a diferencia de la de Capital, eso es una ventaja”. Lucas reflexiona sobre lo que pasaba en Capital: “Se hacía Fantabaires, pero era algo más dirigido a los súper héroes, tenía un perfil más mercantilista, y la vez que trajeron a alguien de afuera no era un dibujante sino que fue el actor Adam West, el Batman de los ‘60”. Nine padre, luego de que una bella joven le acercara un fanzine, interviene: “Además, el tipo cobraba cinco dólares por un autógrafo, curraba con eso”.
Su hijo retoma la charla y cuenta que “ahora estoy retocando unos libros para Europa porque es más fácil publicar allá, pero después quiero republicarlos en Argentina. Uno de los libros será editado por la casa cordobesa “Llanto de mudo”.
Lucas cree que publicar en la revista Fierro le permite una “regularidad” con sus lectores y es un “ejercicio para ver cómo es leído lo que uno hace, lo que no es un dato menor”, finaliza. Por su parte, Carlos Nine cuenta sobre “una editorial, llamada Zorro Rojo, fundada por unos argentinos en Barcelona para publicar clásicos ilustrados; les fue muy bien y ahora la van fundar acá, eso puede ser piola para nosotros”.
Además, confiesa su apremio por terminar un libro para noviembre que será publicado en Angouleme (Francia) en 2014 y continúa: “Pero ahora estoy haciendo muestras en Europa y es algo que tiene que ver con la pintura, eso si ampliamos su concepto. Son ilustraciones tratadas como pinturas pero que están dirigidas a ser impresas y leídas por gente común”.
Antes de despedirse emite una última reflexión trazando un paralelismo entre el abocetado y un crimen: “Me interesa auto-publicar libros de bocetos, para alguien que le gusta dibujar lo mejor es el boceto. Ahí ves el método y el espíritu del tipo que dibuja. Cuando la obra está terminada, él borró muchas huellas, dejó todo limpio, pero ahí pasó algo. El libro de bocetos es el crimen en sí mismo”. Saluda y se va.
A metros de este encuentro, Eduardo Risso, tremendo dibujante y organizador del evento, se ve compelido -sonrisa mediante- a dar consejos y opiniones sobre los dibujos de futuros historietistas. Sentado, se toma su tiempo ante un chico que, fascinado, oye sus consideraciones. Basta escucharlo cinco minutos para saber por qué es uno de los artistas que más sabe del género. De pronto, el sol se irá ocultando, los protagonistas volverán a sus lugares y el público quedará ávido de mucho más Crack Bang Boom. Y es que este evento parece salido de una historieta.