HaviArt: “La suerte es estar preparado y aprovechar el momento”
El sauceño Javier Schanz, que se desempeñó en el ámbito público y privado santafesino como arquitecto, urbanista y decorador, encontró en las playas de la Florida el lugar para desarrollar su pasión por la pintura. En el medio se vio enredado en una de las polémicas de Donald Trump y pasó crisis personales que lo llevaron a una mirada más mística. Esta semana fue distinguido por el Senado y el Ministerio de Cultura provinciales, y por los concejos de Sauce Viejo y Santa Fe, por lo que El Litoral aprovechó para desandar parte de su recorrido.
Muchas vidas en una: así ve Javier su trayectoria, del urbanismo a la pintura y de la formación académica a las disciplinas esotéricas. Foto: Flavio Raina
Este jueves, el Senado provincial distinguió a ocho actores de la comunidad que se destacan por su labor en distintos ámbitos. Uno de ellos fue Javier Schanz, o HaviArt, como se lo conoce artísticamente en las playas de Miami Beach, donde se radicó hace ya 17 años. Arquitecto, urbanista estatal en Sauce Viejo y la provincia, decorador de casas y locales comerciales, diseñador gráfico, docente universitario y muchas cosas más, encontró en las playas de la Florida la oportunidad de desarrollar su faceta pictórica como retratista de almas, pintando sobre planos de arquitectura.
Junto al reconocimiento propuesto por el senador Marcos Castelló también recibió una distinción de parte del Concejo santafesino, iniciativa de la edil Jorgelina Mudallel. Al día siguiente fue el turno de la ciudad natal del artista, de la mano del intendente Mario Papaleo y el presidente del Concejo, Omar Tejeda.
Para aprovechar esta visita y en el marco de estos galardones, El Litoral conversó con Schanz para conocer más sobre su viaje de vida.
Celebración
-¿Cómo estás viviendo estos reconocimientos, tanto a nivel provincial como municipal?
-Es como en la película “El ciudadano ilustre” (risas): cuando uno vive lejos y viene es como cuando llegás y te dan el paquete lo que te estaba faltando. Como cuando te vas de vacaciones y a la vuelta están todas las facturas de teléfono, de luz. Te da esa cosa de ponerte al día, y cada vez que venía era como una tragedia querer invitar a todos, o hacer un evento con 50 personas; al final lo puedes ver a nadie. Tomó como un tiempo de darse cuenta qué es lo que era.
Soy amigo de Marcelo Garrido, como va siempre a Miami nos vemos. el senador Marcos Castelló es amigo en Marcelo y me empezó a seguir (en redes). Vine en mayo para el cumpleaños de mi papá no lo vi en Marcelo estuve ahí en Sauce. Me llama Marcelo y me manda tres cosas: una voz diciendo: “Mirá este chico de Sauce, que no lo han reconocido, le voy a llevar el certificado a Miami ahora que voy”. Después la voz de Marcelo: “Este es mi amigo el senador y quiere reconocerte; le dije que si venís en septiembre que te lo den acá”.
Al tiempo fue Marcos a Miami, estuvo con la familia, en mi estudio: la pasamos divinos comiendo empanadas con champán, que es el menú de siempre. Ahí coordinamos todo: se vino un domingo, el jueves ya había sesión y me declararon ciudadano ilustre.
Después Marcelo y Marcos tenían que ir a Sauce a ver al intendente, y le dicen: “Mirá, si se lo da la provincia ustedes también”, “Obvio, claro” (risas). Ahí está Omar Tejeda, amigo de toda la vida; yo no conocía el intendente nuevo, (Mario) Papaleo, así que un día que estaban en La Parrilla de Don Rosendo estuvimos en videoconferencia charlando.
En la legislatura se sumaron el Concejo de Santa Fe y el Ministerio de Cultura de la provincia.
-Te formaste como arquitecto y urbanista. ¿Cómo fue tu formación simultánea en las artes plásticas?
-Siempre fui muy visual. Hice un posgrado en Diseño Gráfico y Comunicación Visual, cuando se iba a lanzar la carrera la carrera de Diseño en la Facultad de Arquitectura hubo un curso para los arquitectos que iban a ser profesores de diseño gráfico. Todavía me faltaba una materia, técnicamente térmicamente terminé primero el posgrado antes que el grado.
Me dediqué siempre a la gráfica digital antes del Windows 95 o sea, 94, 93: me dediqué a aprender solito lo del AutoCAD, un programa que nadie lo sabía. Tuve que estudiar inglés para aprenderme los manuales, después prueba y error en Sauce. Me empecé a dedicar a las animaciones, la gráfica digital, los rendering. A los edificios CAM les hacía los rendering para los concursos de arquitectura, le enseñé a los arquitectos. Mi tesis de arquitectura fue un Centro de Arte Contemporáneo en la punta del Dique 2 que era un bicho que parecía como un barco flotando; y la animación era todo el puerto urbanizado (en ese momento estaba el tapial que no se podía entrar).
Marilyn y Frida: dos reproducciones a tamaño natural que Schanz trajo para compartir con los santafesinos. Foto: Flavio Raina
Urbanista
-Trabajaste en la función pública, tanto en Sauce Viejo como en la provincia. ¿Qué experiencia te dejaron esos años?
-Trabajé en la Cooperativa de Agua de Sauce de los 18 años a los 30, empecé con una pala encontrando los medidores de agua, porque se demoró el tanque y se empezó a andar no sabía ni dónde estaban los medidores, ni los números de las calles. Le puse los números a las casas, para poder mandarles: no había nombres de calles, carteles. La cooperativa era como la contra de la comuna, nos desmerecían cualquier trabajo.
Después pasé a Planeamiento Urbano de la provincia como asesor externo. En los pueblos que no tienen urbanistas, buscábamos el ordenamiento, hacíamos la propuesta: un manual y un plano para los intendentes, hacía el futuro.
Hace poco una amiga del sur, por Melincué, me hizo acordar: hicimos un proyecto, le propusimos hacer un casino; e dijo que está el casino hace como diez años: cosas que te dan satisfacción.
En otros pueblos hacíamos definíamos para dónde iban a crecer, los futuros cruces de vía, para 50 años en el futuro. Ver esas cosas hechas es raro; hacés un diseño gráfico y queda listo, un plano, una pintura. Los árboles de la Ciclovía de Sauce Viejo los hice plantar yo cuando estuve en la comuna (al final fui secretario de Obras Públicas de Sauce: me nombró Marcelo Salazar, vecino y amigo), ahora son enormes.
Cambio de vida
-¿Cómo fue la decisión de irte a Miami y tomar la decisión de dedicarte al arte, hace ya 17 años?
-Vino de una película que se llama “Grandes expectativas”, con Gwyneth Paltrow y Ethan Hawke. Es un chico que vive en Miami, en un lugar pobre, son pescadores; y el chico dibuja. Pasa algo con un preso, que era Robert De Niro, que se había escapado; le pide al chico algo para cortar las cadenas.
Pasan los años y el chico de grande recibe una plata para irse a vivir a Nueva York, hacer una exhibición y exponer sus cuadros; y un loft. Dije “eso quiero: pintar cuadros así de grandes y venderlos ahí”. Un amigo vivía en Miami me invitó, me fui a ver qué pasaba y me quedé. Empecé a pintar, a hacer shows (televisivos); después vino la crisis del 2007-2008, era arquitecto de dos compañías, trabajamos para hacer los edificios en Miami Beach sobre la playa. Yo hacía todos los interiores, y calculaba todos los mármoles y los vidrios: eran kilómetros de Excel. Después hacia los interiores, tenía un showroom.
Hasta ahí, pintaba, pero como que el artista era el hijo idiota del arquitecto (risas). Hacíamos restaurantes. peluquerías y ahí metía mis obras. Igual que en la comuna de Sauce, o en Casafe (con mi socio Raúl Comuzzi): los cuadros que había ahí eran míos.
En el 2008, después de la crisis, haciendo unos cursos me dijo una coach: “¿Cómo sería que hagas algo que nunca hiciste y que creés que no podés hacer?”. Estaba enojado, me parecía que me tenía que venir; y entonces le dije: “No tengo ni idea cómo pintar caras, porque soy arquitecto; sé hacer casas, autos, árboles, plantas”. “¿Cómo sería que lo pintes en algo que es gratis?”. “Tengo cientos de malditos planos de arquitectura”. “¿Cómo sería que pintes caras en los planos de arquitectura, y si no te gustan los tirás?”. Y así empecé.
Ahí apareció una amiga que me dice: “Si pintás en una fiesta de 300 personas, 300 te ven. Si pintás Pamela Anderson va a salir en todos los diarios”, y así fue. Después vino lo de Trump.
Como en Palm Beach: Javier posando para El Litoral en un entorno familiar. Foto: Flavio Raina
En el ojo de la tormenta
-Tuvo su polémica el cuadro de Donald.
-Me hicieron una nota para una revista de estas de yates, Luxury no sé cuánto, nota central, cuatro páginas. Pregunté cuáles era las posibilidades de salir en la tapa, y me dice: “Va Trump en la tapa, porque él paga; pero si lo pintás a Trump sale en la tapa”. En esa época estaba en la tele, tenía el programa “The Apprentice”. Pinté el cuadro, mandé la foto y me quedé la obra.
Al tiempo vino un amigo a buscar un cuadro para una fundación de los niños autistas; doné una Marilyn (Monroe). Me dice que es en Palm Beach la gala, en la mansión de Trump (Mar-a-Lago). “Ay, para que yo tengo un cuadro de Trump” (risas). La directora de la fundación me dijo “Llevalo, a ver qué pasa”.
Cuando llegó Trump estaba nervioso, había pensado qué le iba a decir cuando lo vea. Él me hace una seña como diciendo: “¿Qué es esto? ¿Qué hiciste?”. Y le dije: “Yo pinto almas, y le pedí permiso a la suya para hacer esto”, o algo así. Esa frase la pusieron en la revista The Economist de Londres. Se iba, tenía una tarjeta con mi cara y se la di: “Ese es usted, este soy yo”. Lo compró por 11.500 dólares.
Después vinieron las elecciones y entonces ahí saltó que el tipo con la plata de su fundación pagaba impuestos. Yo estaba en Panamá y me llaman de Washington Post; mi cuñada dice: "Hay un lío con eso no digan nada". Estaba afuera del país, pedí un e-mail con preguntas, respondimos todo así muy escueto. Estoy en el libro del Washington Post (“Uncovering Trump”), salieron como tres fotos y cinco o seis veces mi nombre. La cagada es que se lo dejó en su hotel; si lo hubiese dejado en el edificio de la fundación no pasaba esto.
Cambio de planes
-En la Marilyn se ve la trama del plano. ¿Con qué técnica pintás arriba?
-A espátula; es acrílico. Al plano le doy una textura transparente para proteger el plano, como un barniz. A veces uso un mate que ni se nota y a veces le doy brillando. Después voy pintando, color por color: de lo más claro a lo más oscuro y de lo más oscuro a lo más claro, haciendo los detalles. Y después le doy el soplo de vida.
-¿Qué proporciones tienen los originales?
-El de Frida es igualito, y la Marilyn es un poco más grande. Tengo obras más grandes: de dos metros y medio por un metro y medio.
-¿Cómo se fueron sumando los intereses más espirituales?
-En el 2016 Juan (Tapia), mi marido, se enfermó de cáncer de próstata: ahí nos cambió la vida, porque allá te dicen “cáncer” y te dan tres meses, es como de manual. Siempre son tres meses, y te los van aumentando de a tres meses cada vez que vas al médico. Tengo un amigo que va de a tres meses hace dos años. Ahora que uno ya la pasó aprendimos que no están así, pero en el sistema ellos se cubren: te vas a morir en tres meses.
Y justo coincidió con lo de las elecciones: Trump estaba siendo investigado, el Washington Post, la Hillary (Clinton), era una cosa cruzada por el cuadro. Me hicieron ciberbullying, te putean en el Facebook, en Instagram.
Un amigo, James (Davis) tiene un personaje que se llama Elaine (Lancaster), como (Antonio) Gasalla con Mamá Cora. Estaba en las “Real Housewives of Miami” y era la presentadora de todos los shows y de una fiesta que se llama Guay Party. Se puso súper trumpista, y todos los gays son siempre muy demócratas: era un fuego cruzado y yo en el medio, porque habíamos hecho de todo juntos con la loca esta; así que nos puteaban a los dos. Entonces pinté a Hillary (risas): me dijo que mil gracias, pero no lo podía recibir, porque lo estaba acusando al otro por el cuadro.
Tengo otro departamento que es mi estudio, entonces cuando Juan se enfermó y había que estar más en casa me hice otra oficina ahí. Ahí empecé a estudiar astrología, tarot, todas esas cosas que la venía estudiando desde los 90, pero que acá estaba prohibido: en la Facultad cuando daba el taller experimental me dijeron: “Ni se te vaya a ocurrir hablar ni de feng shui, ni de astrología, menos de tarot”. Esos procesos experimentales estaban geniales para meterle toda la parte esotérica, pero no me dejaron; y me quedé con eso muy obediente, y siempre guardándolo. Pero siempre estudiando todos los días: cábala, tarot astrología, constelaciones familiares, registros akáshicos, runas.
En el Senado provincial, celebrando en familia la distinción. Foto: Gentileza del artista
Integración
-¿Para dónde querés llevar tu actividad, o por dónde sospechás que va a ir?
Tal vez no estoy seguro, pero creo que integrar el arte con todo esto. Quiero incorporar lo esotérico al arte. Me encantaría hacer todo un sistema de tarot y astrología; quiero mostrarle a la gente joven, que no tienen ni idea de eso; ojalá me lo hubiesen enseñado en la escuela (cuando el mercurio está retrógrado, cuando vas a estar más idiota). También por el lado de la escritura, porque he estudiado tantas cosas... hasta una Maestría en Gestión Urbana Municipal y Comunal, porque no era suficiente ser un urbanista normal para la comuna (risas).
Fijate todo lo que uno va haciendo y cómo se va a transformando: la suerte es estar preparado y aprovechar el momento. Cuando tenía 18 años iba a estudiar para modelo con Ricardo Castañeda, y el tipo nos enseñó a comer, a poner la mesa, los modales; te tenías que poner traje y corbata en un bañito de cualquier lado, y salir con los trajes de Franco Pérsico. Siempre agradecido con Castañeda. Con Marcela Gaitán, otra amiga que también estudiaba y desfilaba, siempre nos acordamos: cuando vamos a esas fiestas “fancy” le digo “mirá ‘la Castañuela’ (así le decimos nosotros) cómo nos enseñó”.