Nosotros

Los traumas

Todo tiene sus consecuencias en la mente humana. Si vivimos momentos felices y armoniosos tendremos salud psíquica y física. Pero si pasamos por momentos estresantes y traumáticos, nuestra salud comenzará a manifestarlos de alguna forma. Pero debemos saber qué es un momento traumático y qué es un momento feliz para cada mundo interno psíquico, es decir, para cada persona.


No todos vivimos los mismos hechos de igual manera. ¿Qué es un hecho o una situación traumática? Un hecho traumático se da cuando algo que vivimos nos marca en nuestra vida, a partir del cual podemos establecer un antes y un después.

Freud, en sus comienzos (1895), escribía que cualquier suceso que provoque los afectos penosos del miedo, la angustia, la vergüenza, el dolor psíquico, puede actuar como un trauma. Ahora bien, de la sensibilidad del sujeto y de otras cuestiones depende que el suceso adquiera dimensión traumática.

La persona que vive una situación traumática deberá cargar con una consecuencia casi obsesiva: la situación o el hecho permanecerá en su memoria con tal nitidez que, a pesar de los años, se mantendrá intacta en su recuerdo. Es como si la persona no hubiese descargado sus emociones y afectos ante dicha situación, por lo tanto queda fijada psíquicamente a la misma.

Las secuelas


Hoy vivimos con cierta paranoia en las calles. La falta de seguridad que se vive genera muchas víctimas de robos y situaciones agresivas. Cuando se es víctima de estas situaciones el daño ocurre dos veces, nos cuenta Daniel Goleman: primero con el hecho delictivo, y en segundo lugar con el trauma psicológico que éste provoca la mayoría de las veces. Muchas personas suelen decir que en el momento no les afecta, pero que después, cuando se ponen a pensar lo que hubiese podido suceder, se aterran y el miedo las invade paralizándolas por temor a que esto suceda de nuevo, sintiendo así una gran desprotección.

De acuerdo con la gravedad del hecho vivido quedan diferentes tipos de secuelas. La huella que el horror deja en la memoria puede durar toda la vida, como se descubrió en los estudios realizados a los sobrevivientes del Holocausto. El 60% de las víctimas, después de 50 años, dijo que pensaba en él casi diariamente, y otros tenían pesadillas.

Cuanto más brutales e impactantes son los acontecimientos más indelebles quedan registrados en una zona del cerebro límbico, llamada amígdala, la cual se podría considerar como un centro biológico de la emoción y la memoria. El mecanismo es sencillo: una emoción fuerte provoca la emisión de neurotransmisores y hormonas (ambas sustancias químicas que segrega el cuerpo) que producen una alteración química en el cerebro. Esto explica lo que muchas personas relatan: "No puedo borrar las imágenes de mi mente, los detalles tan nítidos, el olor ...". Dicha alteración puede suceder con el impacto de un solo episodio, o bien resultados similares pueden surgir de crueldades infligidas durante un período de varios años, como en el caso de los niños que son maltratados sexual, física o emocionalmente.

La impotencia


La palabra clave es incontrolable. Si la gente siente que hay algo que puede hacer en una situación catastrófica, si puede ejercer algún control, por pequeño que éste sea, se desempeña mucho mejor emocionalmente que aquellos que se sienten profundamente impotentes. El elemento de impotencia es lo que hace que un acontecimiento sea subjetivamente abrumador. Cuando la persona queda paralizada y siente que no puede hacer absolutamente nada, es allí donde, según estudios realizados, se produce el cambio en la química cerebral. En estos casos se da lo que se conoce como trastorno por estrés postraumático. Las personas que lo viven pueden producir la misma sensación de pánico por un hecho insignificante, pero que les recuerda inconsciente o conscientemente al hecho traumático inicial.

Cuando vivimos situaciones traumáticas se sugiere que lo mejor es no demorarse en pedir ayuda. Si la angustia no se resuelve en la vida cotidiana hablando con amigos, hay que evaluar qué hay detrás de esta preocupación. La intervención psicológica temprana suele evitar la formación de futuras patologías.

Los niños suelen enfrentarlo de otra manera que los adultos. Es menos frecuente que ellos queden paralizados ante el trauma, porque utilizan la fantasía, el juego y sueñan despiertos. Estas recreaciones voluntarias del trauma parecen prevenir que devengan potentes recuerdos patológicos. Si el trauma es pequeño, sólo unas veces será suficiente, pero si se trata de algo abrumador, el niño necesita infinidad de repeticiones, volviendo a representar el trauma una y otra vez en un monótono y terrible ritual.

Una de las formas de tratar a niños traumatizados es el arte, mediante el cual ellos pueden hablar de un momento de horror del que, de otro modo, no se atreverían a hacerlo. El acto de dibujar es en sí mismo terapéutico e inicia el proceso de dominar el trauma.

Reestructurarnos como personas


Los hechos traumáticos nos dan la posibilidad, de acuerdo con las condiciones que sucedan al mismo, de reestructurarnos como personas, de crecer, de cuestionarnos cosas. El lado positivo es poder sacar provecho de estos hechos de la vida, poder aprender de esto. Es muy difícil llegar a este estado, porque generalmente nos quedamos fijados en el dolor, en la bronca, la tristeza o el horror. Lo ideal sería vencer estas emociones y poder conectarnos con el otro aspecto. Debemos construir un puente para cruzar la tormenta y poder refugiarnos en algo que nos dé bienestar. Esto es difícil, pero es posible: el tiempo, la voluntad de cambio y la autoconciencia nos ayudan a lograrlo.

Lorena AguirrePsicóloga