Isildo Kuchen dice adiós al popular pasito tirolés


Hace tres décadas, en la música no se había divulgado el término "fusión". Pero las transformaciones de la realidad musical son indiferentes a las nomenclaturas académicas o al lenguaje de la prensa especializada. Y en aquellos tiempos Isildo Kuchen fue protagonista de una experiencia de fusión. Venía tocando folclore suizo y alemán, "fue mi base", hasta que creó el pasito tirolés, dando lugar a un género que se popularizó como música cervecera.

Esta curiosa evolución de un género ligado a una colectividad como la valesana, respondió a una exigencia rítmico bailable. "Al fin, toco y vivo en la Argentina", explica, refiriéndose al fenómeno, a cuya aparición pone fecha y padrino. En los '70, la orquesta de Isildo Kuchen actuaba en los grandes bailes de Unión, y su presidente Marcelo Casabianca lo alentó a implementar lo que se llamaría "pasito tirolés", ya que para los danzarines resultaba una fórmula más atrayente que el repertorio suizo alemán. Fue un éxito. "Ya lo veníamos probando en algunos bailes, es un ritmo movido, parecido al del cuarteto cordobés", cuenta.

De ahí lo llevó a Misiones, Paraguay y sur de Brasil, con enorme aceptación. "Un empresario misionero, de Alem, vino buscando una música alemana diferente", la encontró y se impuso con el nombre de "bailanta cervecera", cuando el vocablo "bailanta" no se había divulgado y se limitaba a definir a las reuniones chamameceras.

Una demanda multicultural


Isildo Kuchen es sagaz y supo adaptarse a una suerte de demanda multicultural, ya que su orquesta era popular en distintas regiones, desde la Fiesta Nacional de la Cerveza de Bariloche hasta llegar a los países limítrofes. Subiendo desde el sur brasileño, por ejemplo, detectó que atraía el brass del mariachi mexicano. En Paraguay, descubrió que si anunciaba una polca, la gente se retiraba de la pista, y que era mejor usar la palabra "corrido". "Había que agarrarle la vuelta..".

En el repertorio, se enganchaban pasodobles, tangos y boleros, sin descuidar los hits de actualidad, en su momento Palito, y Rodrigo años después. La difusión nacional fue lograda a partir del contrato con del sello Tonodisc.

Una vida intensa


Isildo Kuchen acaba de anunciar su retiro, a 45 años de su iniciación en la música, y 32 de vivir de ella. "No quiero ni escuchar música", confiesa, porque está experimentando el síndrome de los que abandonan una actividad intensa y de muchos años. Es nacido en Las Tunas y desde hace más de 20 años viven en San Carlos Norte, "el más chiquito de los San Carlos". Su otra pasión fue el ciclismo. Participó en los años dorados de los Cortoni y Varisco y fue dos voces campeón santafesino. Ya hacía vida de músico: "Llegaba amanecido y me iba a correr, he ganado carreras sin dormir".

En su juventud integró grupos de música vaquera, una manifestación indiferente al público. Intérprete de saxo y clarinete, "empecé con un muchachito de campo que sabía un poco" y luego estudió tres años en el Liceo Municipal con Antonio Giliberti, un maestro que ha formado varias generaciones.

Ha dejado atrás una vida agitada. Por ejemplo, actuaban dos semanas en Misiones, salían el domingo y el lunes estaban acá, arreglaban el auto y viajaban el martes a Bariloche para actuar el jueves. Se vivía de noche y llegó a odiar la luz diurna. "Era como una adicción", dice.

Por su orquesta pasaron 115 músicos, y "soy amigo de todos". Su adiós se encuentra en "Despedida musical", el CD que acaba de editar, que acompaña a otros dos recientes lanzamientos, una recopilación y "Volviendo a sus raíces".

R.M.