Martillazos al fetiche artístico del siglo XX

(EFE)

En los primeros días de este año un individuo de 77 años atacó a martillazos la pieza de porcelana "Fontaine", el célebre urinario o mingitorio de Marcel Duchamp (1887-1968), un ready-made que muchos críticos elevarían a la categoría de pieza fundamental del arte contemporáneo, una especie de fetiche al que recurrirían y citarían casi como contraseña.

Según informaron fuentes judiciales, la porcelana quedó ligeramente descascarillada debido a los golpes propinados por su agresor, que afirmó ser un artista.

El septuagenario, que fue detenido antes de que consiguiera su propósito de destrozar la emblemática pieza por agentes de seguridad del museo Beaubourg y luego entregado a la policía, es un reincidente que ya intentó destruir esta misma creación de Duchamp en 1993, con motivo de una exposición organizada en Nimes (sureste francés), agregaron las fuentes.

La emblemática obra de Duchamp, que tendrá que ser restaurada, formaba parte de la exposición "Dadá", organizada en el Centro Pompidou.

Con esta obra Duchamp intentó convencer que cualquier objeto puede considerarse una obra de arte si un artista lo declara como tal y lo sitúa en un contexto apropiado, es decir en una galería o un museo.

En diciembre de 2004, "Fontaine", que Duchamp logró convertir en pieza emblemática tras enviarla en 1917 a una exposición en Nueva York, fue elegida la obra de arte más influyente del siglo XX, por delante incluso de "Las señoritas de Aviñón", del español Pablo Picasso.

El admirador del dadaísmo que el pasado enero desconchó de un martillazo el mítico urinario del artista francés Marchel Duchamp en un "guiño" a esta vanguardia artística fue en estos días condenado a tres meses de prisión exentos de cumplimiento.

Pierre Pinoncelli, el autor de la dadaísta agresión, tendrá además que abonar 214.000 euros al Centro Pompidou parisiense, propietario de la obra.

Pinoncelli tendrá que abonar la multa (14.000 euros de gastos de reparación y 200.000 por perjuicio material) antes de veinticuatro meses.

"No soy el vulgar vándalo que quieren presentar", se justificó durante su juicio, en el Tribunal Correccional de París, al que acudieron numerosas personas. Confesó que había querido homenajear al dadaísmo con su acción, ya que el "espíritu" de este movimiento era precisamente la "falta de respeto".

Valorada en 2,8 millones de euros, según la abogada de la acusación civil, la obra se inscribe en el movimiento dadaísta, que buscaba romper con la concepción clásica del arte y reivindicaba el sinsentido y el azar en la creación.