Dorigo arte y artesanías
La satisfacción de hacer todo a mano
Retrato de familia

Más que una salida laboral, un modo de vida. Para Andrés Dorigo, la artesanía es una manera diferente de relacionarse entre la gente y con el entorno. Menos convencional, menos rígida y más creativa que el adocenamiento industrial. Desde los '70 hasta ahora, con su esposa Elvira alimentan el culto al buen gusto con su estilo de producción familiar.

A principios de la década de los '70, Andrés Dorigo y su esposa Elvira, asociados con Miguel Benassi, ofrecían sus artesanías de alta calidad en el mítico local, fundado por Benassi, ubicado en San Gerónimo al 2000 (hoy convertido en playa de estacionamiento).

Pioneros en Santa Fe de un movimiento que en plena efervescencia del pop, iniciada en los '60 con el surgimiento del rock nacional, la música alternativa, el arte de vanguardia y el Instituto Di Tella como referente inevitable, optó por experimentar con una nueva manera de expresarse y de involucrarse en la vida cotidiana.

"Terminé la facultad y Elvira, mi mujer, me habló de un grupo de artesanos que ella conocía y me entusiasmé y terminé trabajando con ellos", recuerda Andrés, quien a pesar de recibirse de arquitecto en 1971, nunca ejerció la profesión y siempre se dedicó a la artesanía y a la plástica.

En ese grupo estaban Benassi, el ya desaparecido Peti Lazzarini, Juan Carlos "el Flaco" Rodríguez y Pipi Lucero, entre otros. "Eso me cambió la vida... me gustaba todo -dice Dorigo. Era la época de la guerrilla y la época del movimiento hippie, yo estaba más inclinado para el lado del movimiento hippie porque lo otro no me convencía como actividad. Nunca fui peronista y sí me interesaba todo eso otro nuevo del mundo del pop, toda esta revolución cultural que venía por otro lado. No era como ahora una salida laboral, era más bien un modo de vida. Una forma de relacionarse entre la gente, diferente, y con todo lo que tuviera que ver con tu entorno, dentro de la cual la artesanía ocupaba un lugar muy importante. Se trataba de una ruptura de todo lo que hasta ese momento era rígido, eso se veía también en la ropa, por ejemplo. La idea de cambiar el mundo estaba, pero de otra manera".

Andrés tiene 63 años, está casado con Elvira desde el año 1972 y tienen tres hijos. Juntos, desde entonces, se dedicaron a esta actividad en la cual son ya una marca reconocida y una referencia importante dentro de la historia cultural de la ciudad. Para esta entrevista, Dorigo nos recibió en su taller, una casona ubicada en República de Siria al 6000, con galería lateral, un patio al fondo en estado semi salvaje y una familia de gatos grises que se pasean orondos por todo el lugar.

Cambiar, desde otro lugar

Al recordar los comienzos, Andrés confiesa su admiración por esa "gente más bohemia" que le gustó y lo atrapó. "A lo mejor suena medio glamoroso o superficial lo que uno está diciendo, pero no era así. Era un compromiso de vida frente al mundo, era también la idea de querer cambiar las cosas pero desde otro lugar y teniendo en cuenta otros aspectos que por ahí el marxismo no los consideraba y la guerrilla tampoco. Porque lo social no abarca todo el fenómeno, el fenómeno es mucho más amplio, está lo ecológico, esto de que se habla tanto, el calentamiento global... A nosotros nos decían que el capitalismo era mejor que el comunismo, pero el capitalismo es mejor para unos pocos, no para todos... entonces, terminé pensando que mi lugar en la vida y mi aporte sería desde mi trabajo, dedicarme a algo que me gustara y hacer hasta donde pudiera".

Y dice que siempre pudo trabajar como artesano junto con Elvira, a pesar de los vaivenes de la economía del país. En una época tuvieron el negocio con Benassi, que era un referente de artesanías de calidad en la ciudad. Pero después siguieron trabajando en su casa. "Con mucha ilusión cuando subió Alfonsín, pero cuando vino Menem perdimos toda la plata que teníamos ahorrada en un banco, con la famosa movida de Erman González que incautó todos los depósitos y cuentas corrientes". Al respecto, resalta que "como las condiciones concretas de la existencia son las que determinan que tengas voluntad para trabajar, me agarró una depresión de aquéllas, pensé que nunca más iba a dibujar, que nunca más iba a poder pintar... pero bueno, finalmente salimos. Por ahí cuando parece que está todo perdido, aparece alguien. Empecé a trabajar para una empresa de San Jerónimo Norte que fabrica muebles, pinto muebles. Es una empresa que siempre ubicó la producción en Estados Unidos, ahora hace poco abrió un negocio de venta en Santa Fe y otro en Buenos Aires. Todavía trabajo para ellos, lo hago en mi taller, me traen las cosas y luego las retiran. Funciona", asegura.

Si bien Dorigo empezó haciendo de todo en artesanía: collares, grabado en metal, madera, cerámica, su especialidad fue el trabajo en cuero pintado. "Mi imagen la fui desarrollando con los trabajos en cuero", comenta.

En la época del negocio con Benassi también hicieron una temporada en la feria de San Telmo, de la ciudad de Buenos Aires. Consiguieron una habilitación para mostrar y vender sus trabajos y viajaban todos los fines de semana. Lo hicieron durante varios meses, hasta que un día, agotado, Dorigo decidió no hacerlo más. No obstante, rescata la experiencia como muy positiva: "Yo vendía una cartera y me alcanzaba para pagar el viaje de ida y de vuelta y vivir durante la semana toda la familia, los cinco".

Dorigo artista

También durante la década de los '70, pero en el terreno de la plástica y sobre todo por sugerencias de sus amigos, Andrés participó regularmente enviando obras a los salones provinciales y municipales, especialmente dibujos en tinta, lápiz y acuarelas. Sin embargo, después prefirió hacer cada tanto muestras individuales.

"Haciendo exposiciones individuales me di cuenta de que era mucho más interesante que participar en concursos, porque competir genera una ansiedad terrible, es alienante -confiesa. Muestro un montón de trabajos todos juntos, se capta más la atención, tenés la posibilidad de poder transmitir al espectador otra cosa, los trabajos a su vez se acompañan, se entienden en una relación de contexto, es como si apareciera un cuadro que no está. Es lo que vengo haciendo hasta ahora. Yo no vendo -aclara como excusándose. Considero que pongo todo mi esfuerzo, es más gratificante que laburar, aunque mi trabajo también me gusta, pero esto otro me permite desarrollar una idea". Como ejemplo, recuerda una muestra bajo el título "Buscando el diseño para una bandera", que expuso en el Museo Municipal de Artes Visuales, años atrás. "No tenía plata para comprar telas, entonces compré papel de escenografía que viene en rollos de 10 metros por dos metros de alto. Duró lo que duró la muestra", sonríe. Para realizar esa exposición, cuenta que se puso a investigar a sus antepasados, abuelos y bisabuelos de origen europeo, todos marcados por historias de sufrimiento.

Actualmente, está trabajando para una exposición que va a hacer en julio en el Museo de la Universidad Nacional del Litoral. "La idea es trabajar en función del espacio con el que cuento", dice. La exposición estará referida a la naturaleza. "Es una idea fantaseada sobre plantas y animales, en tinta sobre papel, y que se pueda desmontar", aclara. Al respecto, comenta que descartó usar tela porque "el hecho de que yo haya desarrollado, por falta de plata, mi trabajo sobre papel, me permitió tener una experiencia en eso, tengo más experiencia trabajando sobre papel que sobre tela". Y después, tiene previsto hacer una retrospectiva, para lo cual solicitará el apoyo de algún curador que todavía no tiene designado.

Laura Osti