SEÑAL DE AJUSTE
SEÑAL DE AJUSTE
Doña Flor en Escocia

Roberto Maurer
El viaje a través del tiempo es un tema frecuentado por la ficción, y quién no dice que sea la expresión de un malestar: en cualquier lugar y época me siento mejor que aquí y ahora. Generalmente se lo vincula a la ciencia ficción, pero existe una modalidad diferente en la cual el viaje a través del tiempo también es requerido, y es la del relato romántico y la fuga hacia el pasado. Si estas mudanzas son la expresión de un malestar -en cualquier época y lugar me siento mejor que aquí y ahora-, en “Outlander” la huida de la protagonista al siglo XVIII puede ser relacionada con la marcha de sus relaciones con el marido.
“Outlander” (MovieCity Premiere, Moviecity Action y MovieCity Hollywood, domingos a las 23) es una serie de producción anglonorteamericana y se inspira en la popular saga “Forastera” de la escritora Diana Gabaldón. Con la novela romántica como recipiente, la autora volcó misterio, aventuras con espadas y caballos, torturas y violaciones, ficción histórica, sexo y fantasía, una combinación de materias primas que hasta el momento parece haberle alcanzado para lanzar ocho libros, además de varios otros inspirados en un personajes secundario.
HACIA AYER
El rasgo esencial en “Outlander” es el punto de vista femenino, ya que es la historia de Claire Randall (Caitriona Balfe) contada en primera persona por su voz en off y en exquisita prosa literaria. Se trata de una enfermera inglesa que, al final de la guerra, en 1945, puede reunirse con su esposo Frank Randall (Tobías Menziers), un oficial de inteligencia, con el cual apenas ha podido encontrarse durante el conflicto.
En una segunda luna de miel viajan a Escocia “para celebrar el fin de la guerra y un nuevo comienzo de nuestras vidas, era una forma de descubrir en qué personas nos habíamos convertido después de cinco años de separación”, nos va contando ella. Se instalan en la antigua Inverness, en las Highlands, donde Frank, profesor de historia, rastrea su parentesco con un inglés que estuvo en Escocia durante la ocupación británica.
Se avecinan acontecimientos, es la víspera de Halloween -la festividad nació en Escocia y tiene un nombre en gaélico-, y el medio ambiente se va poblando de fantasmas. “No hay lugar con más magia y superstición en la vida cotidiana”, le dice a Claire el ama de llaves de un reverendo al cual visita con su marido en busca de información histórica, quien, cuando le lee las manos, desconcertada, se encuentra con una vida bifurcada, o con dos vidas. “Eramos inseparables, pensamos que todo volvería a ser igual, pero no fue así”, nos avisa la voz interior de la heroína.
El relato ya se ha enrarecido del todo cuando el matrimonio asiste a medianoche y a escondidas a una celebración de mujeres druidas en un lugar donde existe un círculo de piedras enormes.
Al día siguiente, Claire vuelve al lugar en busca de una flor de nomeolvides y a los 38 minutos de iniciado el capítulo, en menos tiempo de lo que lleva decir sucundún, se despierta en 1743, y convertida en prisionera de una banda de rudos combatientes escoceses que luchan contra los ingleses opresores.
SE HA FORMADO OTRA PAREJA
“Yo había pasado la guerra viviendo sólo el presente y sin pensar en el futuro, en esa época no sabía que el mañana sería menos importante que el ayer”, dice Claire sin que se le trabe la lengua, ante lo que se viene. Quien no haya leído la novela o alguna gacetilla, puede enterarse a través de este medio de que en los próximos episodios Jamie (Sam Heughan), ese robusto y bien parecido guerrero escocés que Claire acaba de curar con su gran experiencia de enfermera, se convertirá en su gran amor del siglo XVIII, y que su vida, como le pronosticó la adivina, se partirá en dos, para formar un triángulo amoroso con dos hombres en siglos diferentes, o sea la realización de una fantasía femenina. ¿Bigamia? ¿Infidelidad? ¿Son guampas o está permitido? Dada la falta de jurisprudencia, Claire ¿sentirá culpa por su doble vida? Cuidado, es una ficción feminista, y estamos asistiendo al nacimiento de una mujer de carácter que se levanta para adueñarse de su destino. Lo saben, seguramente, las lectoras de la saga.
Como agravante, Black Jack Randall es el sanguinario capitán de dragones al servicio de su Majestad que reprime a los escoceses y, a la vez, el antepasado que busca el marido de Claire en el siglo XX. Black Jack tiene la cara de Frank y lo personifica el mismo actor: ni en el pasado la protagonista se libra del marido.
La puesta en escena es estupenda, con los paisajes de las Tierras Altas y sus castillos*, las ambientaciones de época y las buenas actuaciones y un cuidado perfeccionista en los detalles. Si bien es una coproducción, es visible la pericia de la televisión británica en asegurar la calidad y el refinamiento para escapismos deliciosos como “Outlander”.
*El mismo castillo en ruinas que Claire visita en el presente, en auto, ante sus ojos reaparece en buen estado el siglo XVIII. Los anacronismos van y vienen. Hay que ver la cara de los primitivos escoceses de la época cuando Claire, mientras cura al herido, le habla de gérmenes y les pide mertiolate.