Titulares de Tapa: TAPA-04

Titulares de Tapa


Desde Buenos Aires a la Meca

DyN
INVERSIàN. 22 millones de dólares demandó el Centro Islámico Rey Fahd inaugurado ayer en la Capital Federal.

Por unas horas, el barrio de Palermo, aquel de Carriego y de Borges, pareció un paraíso petrolero de Medio Oriente: un príncipe, turbantes, decenas de automóviles Mercedez Benz y la cultura árabe presentes más que nunca en Buenos Aires desde que los primeros sirios-libaneses llegaron a Argentina a finales del siglo pasado.

Una inversión de 22 millones de dólares permitió al Reino de Arabia Saudita, el país más rico del mundo en petróleo, inaugurar ayer el Centro Islámico Rey Fahd en Buenos Aires, el más grande de América Latina.

También una ley aprobada por el Congreso en 1995, por iniciativa del entonces presidente Carlos Menem, que cedió los terrenos para su construcción, a la que el actual mandatario, Fernando de la Rúa, se había opuesto en ese momento. Rara Buenos Aires ésta del 2000 -pero del 1421 para los árabes-, con mezquita, regimiento, discotecas, supermercados e hipódromo, todo junto en tres manzanas.

Y hasta la calle Bullrich 55 llegó el príncipe heredero Abdallah Bin Abdulazis Al Saud, acompañado por su comitiva, de unas 200 personas. Túnica roja y blanca a cuadritos, anteojos oscuros y fina barba y bigote ocultaron la cara del futuro monarca de 76 años, hermano menor del Rey Fahd.

Complejo

El centro islámico mide 33.700 metros cuadrados e incluye la mezquita, colegio primario y secundario, biblioteca, centro de conferencias y jardines con orquídeas incluidos.

Aplaudido por los musulmanes argentinos que se hicieron presentes, el príncipe caminó al lado de una fuente antes de ingresar a la mezquita, el templo de los fieles a Alá, que alberga a unos 1.200 hombres. Hay otra, un piso más arriba para unas 500 mujeres. Varias de ellas se exhibieron con chador. "Es una de las pocas veces que lo uso, cuando voy a rezar", dijo Sandra, una joven de Belgrano hija de libaneses que prometía concurrir semanalmente al centro islámico.

Parecía raro observar desde los dos minaretes, esas torres tan típicas de la arquitectura árabe que apuntan hacia La Meca, hacia donde se debe rezar, el tránsito de Avenida del Libertador, las luces del Hipódromo Argentino y a las miniaturas en los que se habían convertido los consumistas del centro comercial. (DyN).