Opinión: OPIN-04

Opinión


Galicia "meiga"

Por Zunilda Ceresole de Espinaco

Dentro de la variada gama de colectividades que abundan en nuestra provincia, está la colectividad gallega, en la que naturales de Galicia y en mayoría sus descendientes, tratan de mantener incólume un puente espiritual con la tierra que, pese a la distancia, pasea amigable y constante en el templo del corazón galeico. No es casual que la nombren Galicia meiga, esto es Galicia hechicera, y hay en la denominación ecos del folklore, tradiciones y costumbres que emanan del fondo racial en que se entremezclan ingredientes celtas, romanos y suevos, que a manera de un hechizo los liga a la tierra.

Santiago de Compostela

La capital de Galicia, Santiago de Compostela, es imán espiritual que atrae a la cristiandad; en ella reposan los restos del apóstol Santiago, que llevó la palabra de Jesús hasta esas comarcas y difundió el cristianismo convirtiendo a Torcuato, nieto de la reina Atia, hasta tal punto famosa por su crueldad que la apodaban Loba.

La reina, agradecida porque Santiago salvó dos veces la vida de su nieto, la primera rescatándolo de las aguas e impidiendo que se ahogase, y la segunda curándolo de una enfermedad, permitió que éste acompañara en calidad de discípulo al apóstol que, predicando siempre, volvió a Judea.

Herodes Agripa hizo apresar a Santiago, le mandó que abjurara de sus creencias y ante la negativa de éste, ordenó su ejecución. Luego de la realización de la misma sus restos fueron abandonados en el desierto de Judá.

Sus discípulos y compañeros de viaje, Torcuato y Segundo, rescataron el cuerpo sin vida, lo llevaron a casa de Simón y allí fue embalsamado.

Luego iniciaron el regreso a tierras gaélicas, y Santiago Bar Zebedeo fue enterrado con honores allí, en esa tierra donde con sus predicaciones convirtió al cristianismo a tantos paganos, inclusive a la reina Atia.

A principios del siglo IX, se descubrió la sagrada tumba, el hecho está ligado a la misteriosa leyenda que lo relaciona con el brillo de una estrella. El suceso hizo acudir durante la Edad Media a millones y millones de peregrinos.

La catedral de Santiago, edificada en torno del sagrado sepulcro de un mártir, sigue siendo sitio de peregrinación, es allí donde las almas cristianas se reúnen día a día, año a año, a la espera del milagro, que cure sus males e ilumine sus vidas.

Folclore

Galicia por derecho propio es una de las regiones españolas que podría encabezar cualquier tratado folclórico de la península ibérica.

Bosques y ríos, fuentes y prados han sido poblados por la imaginería popular de gnomos, duendes, hadas y trasgos; paradójicamente se mezclan la profunda fe y devoción cristiana con retazos y ritos de creencias paganas.

No es ajeno en épocas actuales el conjuro de la quemada (conxuro da queimada) que se practica en festejos de esta colectividad precedidos por una buena reunión gastronómica en donde la "paella" es el plato principal.

Se pone al fuego una olla con aguardiente a la que se le añade azúcar, café y limones; cuando está bien caliente se le enciende y se recita un conjuro que comienza así: mouchos, coruxas, sapos y bruxas; trasgos y diaños, espritos das renovadas veigas (mochuelos, lechuzas, sapos y brujas, trasgos y duendes, espíritus de renovadas veigas).

Corvos, pintigas y meigas, feitizos das menciñeiras (cuervos, urracas y magas, hijos de las hechiceras).

Hace luego referencia a distintos animales, fuerzas de la naturaleza, maleficios, etc., para acabar diciendo: e cando este brebaxe polas nosas gorxas quedaremos libres dos males da nosa alma e de todo embruxamento. Forzas de ar, terra, mar, lume, a vós fago esta chamada: si e verdade que tendes mais poder que a humana xente, eiqui e agora facede con espritos dos amigos que estan fora participen con nos desta queimada. (Y cuando este brebaje baje por nuestras gargantas, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento. Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, a vosotras hago esta llamada: si es verdad que tenéis más poder que la humana gente, aquí y ahora haced que los espíritus de los amigos que están afuera participen con nosotros de esta queimada).

Al acabarse las llamas de la superficie, se reparte la bebida entre los presentes y la algarabía crece al son de las gaitas.

El instrumento por excelencia en el folclore gallego es la gaita y quien la ejecuta: el gaitero. Este la hace sonar abrazado a ella. Como amorosa manera fluye y refluye el respirar del hombre a la gaita y de la gaita al hombre, en una comunión de música y alma, mientras sus dedos como pájaros trémulos anidan en los orificios del instrumento. La poetisa gallega Luz Poza Garza dedica al gaitero una sentida poesía de la cual transcribimos un fragmento: "Tu corazón soplado a sangre y lluvia, / gaitero, no se aporta de la tierra. / Gaitero, por el aire nacen hierbas con música de fol y de manzanas. // Gaitero, llevas música de carros / en tu gaita de amor, árboles líquidos, / pequeños ríos que tu mismo naces / con tus dedos ligeros como pájaros".

La danza gallega por antonomasia es la muñeira. En ella se atesora todo lo esencialmente gallego, es una danza de montaña despaciosa, reposada y calma, todos los movimientos nos hablan del galanteo de un hombre a una mujer; no se aleja mucho porque no sería diálogo, ni se acerca demasiado porque sería erotismo, guarda las distancias en asombroso desafío. Las canciones gallegas más típicas son, aparte de la muñeira, el alalá, la alborada y los cantares de pandero.

Emigración

Los gallegos tan compenetrados con la pesca como amigos del mar, no han temido cruzar el océano Atlántico y emigrar a América. Onésimo y Eliseo Reclus, geógrafos de fama universal, afirmaban que los gallegos han poblado más espacios de América que el resto de España y que se creía que la República de Costa Rica debe en absoluto su formación a los gallegos.

El Centro Gallego de Santa Fe cumple este octubre 81 años de existencia y su aporte cultural a la comunidad santafesina no ha sido exiguo; concelebremos tan fausta fecha con una sonrisa en los labios y con una "muy argentina" congratulación.