Opinión: OPIN-05

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Los testimonios de Paz

José María Paz fue uno de los grandes protagonistas de la historia argentina en la primera mitad del siglo XIX. Nacido en Córdoba, en 1791, hijo de criollos, tuvo una infancia difícil, pero se recibió de maestro en artes, con conocimientos de latín, filosofía, derecho romano y matemáticas. En 1812 se alistó como teniente en el ejército que venció en Tucumán y Salta. Desde entonces, intervino activamente en la guerra por la Independencia y fue protagonista central de las luchas civiles posteriores entre unitarios y federales por la organización del país. Militar brillante, llegó a dominar nueve provincias argentinas cuando cayó fortuitamente en manos del enemigo. Tras varios años de cárcel (en Santa Fe y en Luján), comenzó a redactar sus memorias, que interrumpió y retomó luego en el exilio. Fueron editadas póstumamente por sus hijos.

Estas Memorias póstumas comienzan con los recuerdos de la batalla de Tucumán: "La lectura del fragmento de memoria escrito por el virtuoso y digno general Belgrano me ha hecho recordar aquellos hechos de que fui testigo y actor, aunque en una edad muy temprana y una graduación muy subalterna, y excitado el deseo de hacer sobre ella algunas observaciones y, si me fuese posible, concluirla...". Paz empezó a escribir estas memorias en 1839. Retomó el texto años después, cuando estaba exiliado en Río de Janeiro, donde vivió cuatro años en la pobreza hasta la caída de Rosas.

Eximio militar, el general Paz fue también un actor y observador agudo de la política argentina, de manera que sus testimonios son de notable interés para penetrar en aquella época convulsionada y clave de la vida del país. Apreció a Belgrano y a San Martín, y fue admirado por Sarmiento y por Mitre, quien despidió sus restos con una arenga conmovedora.

La primera edición de este libro apareció, en cuatro volúmenes, en 1855. Doce ediciones diferentes se han sucedido hasta hoy. Ahora Emecé ha emprendido la tarea de publicarlo en dos volúmenes. Incluye los escritos de Belgrano como apéndice del primer tomo y uno de Sarmiento referido al sito de Montevideo, al final del segundo.