Pantallas y Escenarios: PAN-02

Un producto inocuo, con el estigma de Hollywood


Unir en una misma película a Julia Roberts y Brad Pitt supone una inversión millonaria, porque ellos integran el selecto lote de estrellas más cotizadas con que cuenta Hollywood; pero ningún productor descartaría la erogación, ya que su sola presencia supone asegurar el éxito comercial de la empresa. El resto, como pueden ser el argumento, el género en que se inscribe o el nombre del director, son cuestiones insignificantes.

La mexicana es, ante todo, un producto más de los que se lanzan a competir en el mercado cinematográfico, apuntalado por dos presencias estelares, que no son muy selectivas a la hora de evaluar ofrecimientos laborales. La trama es aquí sólo un pretexto hilvanado en función de ellos, quienes resuelven sus partes con profesionalismo y nada más, sin darle demasiado rigor a sus interpretaciones ni tampoco una mínima verosimilitud a sus personajes. Para el caso se trata de una pareja cuya relación anda a los tumbos, que además son unos parias a la deriva en un mundillo de corruptelas, frivolidades y delincuentes inescrupulosos.

Apremiado por un gángster, él está condenado a recuperar una antigua pistola, única en su tipo, que además tiene su historia; un arma que anda en poder de unos mexicanos bastante tránsfugas, a los que debe localizar en su propio territorio y, de cualquier manera, despojarlos de esa pieza de colección. El affaire no es fácil y da lugar a contratiempos de toda índole: secuestros, persecuciones, apremios ilegales, desencuentros peligrosos y encuentros que son letales. Ella por un lado y él por el suyo padecen sus respectivos calvarios, mientras ven con preocupación cómo se derrama tanta sangre, pero conscientes de que en cualquier momento también puede echar a correr la propia.

En La mexicana hay de todo un poco: acción, algo de violencia, humor, picardías surtidas, momentos melancólicos..., siempre en dosis complacientes y decididamente inocuas. Hay también personajes insólitos (como el matón que secuestra a Julia Roberts, sensiblero y homosexual), además de una línea aérea, una tarjeta de crédito internacional y una gaseosa que aprovechan para publicitar sus marcas. Y tampoco falta un actor de renombre (Gene Hackman) haciendo una aparición sin anuncio previo (su nombre recién se menciona al final, mezclado entre tantos que integran el cast). Pero a pesar de los patrocinantes, nada redime a una historia livianita, en la que ni siquiera sus luminarias consiguen brillar.

Roberto Lapalma