Economía: ECON-03

Agropecuarias

Una nueva vacuna para brucelosis


El Instituto de Biotecnología del Inta Castelar creó una nueva vacuna para brucelosis bovina, a partir del desarrollo de la cepa doble mutante de Brucella abortus, denominada Inta-2.

Se trata de una transformación realizada por la inactivación de dos genes, sin utilizar marcadores de resistencia a antibióticos, cuestionados por su impacto ambiental.

Según se destacó desde este organismo, la brucelosis causa pérdidas estimadas entre 60 y 100 millones de dólares anuales en la productividad del rodeo nacional de carne y leche que se ve afectado por una alta incidencia de abortos.

Las vacunas que hoy se encuentran disponibles son materiales atenuados que han resultado exitosos para combatir la enfermedad. Sin embargo, la cepa vacunal más utilizada (S19) tiene la desventaja de causar abortos en una proporción de animales.

En este momento se está realizando una prueba de la nueva vacuna, aplicándola a más de 50 bovinos en condiciones controladas por el Senasa y la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (Conabia), con la finalidad de confirmar la eficiencia de esta nueva cepa vacunal transgénica.

En diciembre de 2000, esta innovación fue presentada al Instituto Nacional de Propiedad Intelectual (INP) para su patentamiento, y a partir de esa fecha el Inta posee la exclusividad para su uso y comercialización.

Para mayor información, se pueden comunicar con el Dr. Osvaldo Rosseti al siguiente e-mail: [email protected]

Programa Pro-Huerta


Después de más de una década de trabajo, el Programa Pro-Huerta que lleva adelante el Inta con el aporte presupuestario del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, atiende a más de medio millón de familias en situación de pobreza estructural, 70 % de las cuales habitan en áreas urbanas.

El Inta remarca que, en los últimos 20 años, la población con necesidades básicas insatisfechas (NBI) de Argentina redujo el consumo de alimentos en un 35 %, con una dieta pobre en vitaminas, minerales y proteínas. Con la finalidad de dar una respuesta a esta problemática, en 1990 se puso en marcha Pro-Huerta, que actualmente cuenta con el apoyo de una red de 5.800 entidades (escuelas, municipios y ONG's) que aportan espacios y materiales.

El programa trabaja para mejorar y diversificar la dieta de la población con necesidades básicas insatisfechas (NBI). Para esto se desarrollan acciones de capacitación y se ofrecen insumos para la realización de huertas orgánicas y granjas para autoconsumo dentro del ámbito familiar, escolar, comunitario (centros de salud, cárceles) e institucional.

Los beneficiarios ofrecen su tierra y trabajo, y esto permite a las personas integrarse a una actividad productiva y formar parte del mercado laboral.