Cuando el esfuerzo no alcanza
Una asociación del barrio Escarafía necesita que la ayuda llegue pronto. Es la Asociación Civil Madre María Teresa de Calcuta. Da la merienda a más de 130 chicos de todas las edades. Intentan organizar otras actividades para alejar de la calle a los chicos.
Habían pasado las cuatro, la esquina de Padre Genesio y Lehmann se fue poblando de pibes de todas las edades. Algunos pasaban al interior de las precarias paredes que sirven de sede de la Asociación Civil Madre María Teresa de Calcuta (Padre Genesio 5617) para degustar el menú del día: arroz con leche. Mientras, otros aguardaban afuera desafiando el frío de esa tarde gris, practicando los ritmos con los redoblantes.
Hace años que Emilio Fernández (40) -presidente de la entidad-, el querido Pepe, y un grupo de señoras y vecinos trabajan por los pibes del barrio Escarafía, pero recién en marzo se constituyeron como asociación, con personería jurídica y todo. Ellos dedican días y horas para poder brindarles a los concurrentes diarios una taza de leche y pan, y también proponerles actividades como jugar un "fulbito", ensayar pasos y practicar ritmos para la murguita que está naciendo: "Fantasía Hawaiana".
Los objetivos son claros: que los chicos no conozcan el hambre y que no pasen tanto tiempo en la calle.
Entre las cuatro paredes que alquilan -100 pesos por mes que nunca llegaron a pagar- llegan de lunes a lunes más de 130 pibes no sólo del mismo barrio, sino también del Cabal, de Las Lomas y de Acería. Allí a partir de las cuatro de la tarde y hasta pasadas las siete, encuentran seguro un vaso de leche, porque Pepe y sus colaboradores se mueven, pedalean, golpean puertas y no paran hasta conseguir lo que necesitan los niños. "Salimos a pedir para que nos den. También pedimos calzado y ropa para los chicos", asegura Emilio, que es policía.
"La gente más humilde es la que más colabora" afirma.
El paisaje denota falta de trabajo, pobreza, hambre, frío; pero ellos no se rinden. Estos pequeños golpeados y pisoteados por las políticas reinantes encuentran allí amigos, padres, ángeles de la guarda que no se olvidan de su condición de personas, aunque ya en la vereda de enfrente se sienten otra vez un estorbo.
Hay veces que el corazón late muy fuerte, la angustia oprime el pecho, porque a pesar del esfuerzo diario no siempre logran juntar lo necesario, entonces es cuando el día se empieza a transformar en pesadilla, cómo decirle a los nenes que hoy no hay qué comer.
"Cómo le decimos a los chicos que no hay leche. Leche tiene que haber todos los días", dice una de las señoras que a diario se arrima a colaborar.
"El otro día no había pan, no había y les hice 180 tortas fritas para los chicos. Con cuatro kilos de harina y grasa que pedimos en distintas partes, las hice. Mirá, allí está la caja, las pusimos apiladas. Y si me toca hacer 300 las hago, por mi hijo las hago", asegura Yolanda (60) la mamá de Pepe, que no lo abandona en esta tarea solidaria. "Habría que tener ayuda de algún lado, para que el corazón no funcione tanto, vio, que no haga tac-tac-tac tan rápido", agregó.
"Acá se han acercado muchos políticos, pero de esos que prometen pero no cumplen, es verdad, sería más conveniente que no vinieran", agregó Nilda, otra de las señoras solidarias.
Ahí también se conforman equipos para jugar al fútbol, festejan los cumpleaños de los pibes, y también se está armando una murga con más de 30 integrantes. "Uso la percusión para rescatar a los chicos, para que ocupen su tiempo en aprender a tocar instrumentos: timbales, tumbadoras, redoblantes, zurdos y repiques", dice Alberto (31) que está al frente de "Fantasía Hawaiana".
Pato (como le dicen) vive hace un año y medio en el barrio, es integrante del grupo Los Crisoles y trabaja para que varios de esos pibes tengan la oportunidad que él tuvo. "Les enseño lo que sé, pero también aprendo mucho de ellos", aseguró. "No queremos quedar sólo en un taller, la idea es salir a la calle a expresar y demostrar", agregó.
Ana Laura Fertonani