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Cuando mentir es una enfermedad

La falta a la verdad es un hábito propio del ser humano. El problema mayor se genera cuando se convierte en parte de la personalidad, volviéndose patológica.


La mitomanía es una característica humana poco estudiada, pero su aumento está llamando bastante la atención, dadas las características de una sociedad competitiva y basada en la imagen.

No es raro conocer a sujetos que han estudiado en la universidad, que trabajan regularmente y que llevan una vida sencilla, pero que con soltura inventan encuentros con personalidades del jet set internacional, cuentan detalles sobre viajes que nunca hicieron o aparentan una situación socioeconómica ficticia.

Al ser descubiertos, los mentirosos buscan el escape ambiguo: "Eso no es lo que quise decir" o "me interpretaste mal" son sus reacciones verbales. Pocas veces reconocen su falsedad, y si lo hacen, su vergüenza dura poco tiempo: la olvidan haciendo disociación del mal momento y continuando su vida como si nada.

Todos estos comportamientos se conocen en medicina como pseudología fantástica. En ella se conjugan el temor de aceptar la realidad con el miedo a ser rechazado por los pares.

Es una enfermedad fronteriza con la locura, ya que el mentiroso pierde el sentido de las proporciones y es incapaz de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Además, necesita poseer una gran memoria para acordarse de todos los cuentos que ha inventado.

Perfil de un mitómano


Alejandro Gómez, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Chile, comenta que los mitómanos "tienen rasgos histéricos y una aproximación impresionista con la realidad, por lo que terminan viviendo en la impostura simplemente porque los gratifica".

Para lograr ser escuchados, pero no cuestionados, los mitómanos tienden a buscar ambientes en los que lo más importante son las apariencias y donde nadie se preocupa por verificar las historias que se cuentan.

Además son muy histriónicos y la mayoría de sus cuentos están teñidos de gran emocionalidad. Son sugestionables, superficiales y con una gran capacidad de seducción, lo cual facilita que más de un interlocutor se "trague" sus dichos.

Tienen también gran habilidad para vincularse con otros y, como no están satisfechos con su persona, se inventan a sí mismos. "Les cuesta vivir solos porque necesitan la aprobación de los demás y son muy narcisistas. Tienen una imagen de sí mismos demasiado grande", agrega Gómez.

Lo más complicado de estos casos es que los enfermos resultan de muy difícil trato si no se proponen una mejora. De hecho, la mayoría de los mitómanos escapa de la consulta psiquiátrica y de la psicoterapia.

Gómez enfatiza que el tratamiento médico es importante porque estos rasgos histéricos suelen ir acompañados de otras patologías, como delirios de persecución, enfermedades psiquiátricas orgánicas y megalomanías.

Además, es necesario reunir con un profesional al grupo familiar completo, ya que es común que todos tengan problemas en su comportamiento.

Epocas críticas: niñez y adolescencia


Un niño que desde pequeño ha vivido en un ambiente sustentado en las apariencias tiene mayor riesgo de transformarse en mitómano.

Si a los padres, por ejemplo, sólo les importa que el niño sea el más inteligente del curso, el más estudioso o el mejor deportista para así comentar tales atributos entre sus amigos, entonces le están señalando que las apariencias son lo más significativo.

Si la madre, por su parte, quiere ser la más atractiva y para conseguirlo sufre de trastornos en la alimentación, los más chicos de la casa también aprenden que "ser perfecto" es lo esencial, cueste lo que cueste.

Se suma a ello que los niños pasan gran parte del día mirando televisión, practicando videojuegos y alimentando su intelecto con otros medios que valoran las imágenes icónicas.

Cuando llega la adolescencia estos rasgos pueden acentuarse por los cambios propios de la edad. Los jóvenes comienzan a compararse y a competir por ser más atractivos al sexo opuesto y, si para ello deben mentir, lo harán una y otra vez, pues no quieren defraudar la imagen que suponen que los otros se han formado de ellos.

¿Qué hacer con un mitómano?


El primer consejo profesional es que las personas cercanas a mitómanos les brinden seguridad y les expresen cariño claramente. "Ellos tienen que comprender que uno los acepta y los quiere, que no es necesario que inventen cosas para poder valorarlos", afirma la psicóloga Ximena Santa Cruz.

También es importante distinguir cuál es su necesidad de formar una vida llena de engaños, así como descubrir el origen de la enfermedad, que en la mayoría de los casos se asocia a problemas no resueltos y percepciones sobredimensionadas. Aunque resulte difícil enfrentarlos, se recomienda hacerles ver que sus dichos no corresponden a la realidad: "Seguirles la corriente es aconsejable sólo en los casos demasiado complicados, que impliquen enfrentar grandes problemas", agrega Santa Cruz.

Siempre es recomendable acudir a un especialista porque, si bien hay pocos estudios que analicen la evolución de estos enfermos, se ha constatado que con ayuda médica las personas van moderando los rasgos histéricos y vuelven a confiar en su verdadera imagen.

Carolina Disegni (Salutia.com)