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De Raíces y Abuelos

Medio siglo de inmigrante

Rafa, como lo llaman sus allegados, cumplió el pasado 12 de enero, 50 años de haber llegado a la Argentina. Dice que hoy se siente más español que nunca pero que no cambiaría por nada a este país que lo vio trabajar y formar una gran familia.


José Rafael Martín Herrera nació en España, en un pequeño pueblo de labradores y pescadores llamado Algarrobo, ubicado a 35 kilómetros de Málaga. Hace apenas unas semanas festejó, rodeado de toda su familia y amigos, el 50 aniversario de su llegada a Argentina.

El evento fue el motivo principal que propició el encuentro con De Raíces y Abuelos, en donde los recuerdos y las vivencias de un inmigrante fueron protagonistas.

Rafa, como lo llaman sus seres queridos, nació ocho días después de que se proclamara la II República Española, en el año 1931. Durante su niñez fue testigo de la Guerra Civil española, aunque afirma que en su pueblo no se produjeron grandes enfrentamientos.

Sus 5 años no impidieron que recuerde a la perfección los saqueos de los que fueron víctimas las iglesias: "Quemaban santos, ornamentos y enseres de culto. Dos imágenes valiosas fueron escondidas en mi casa para salvarlas y una de ellas aún es utilizada en las procesiones de Semana Santa. Hasta tuvimos que esconder al cura del pueblo en casa de mi abuelo", comentó.

Su padre era el juez de Algarrobo. En ese entonces era una carga pública porque "era obligatorio, gratuito y honorífico". Con sólo 11 años, Rafael se vio obligado a colaborar en el juzgado, dado que su padre sufría una parálisis progresiva que, más tarde, lo llevó a la muerte siendo aún muy joven.

"Aprendí a escribir a máquina con dos dedos cuando tenía 9 años, tomaba declaraciones y levantaba actas en la oficina de mi papá. A veces, me buscaban en la escuela porque había que tomar una declaración".

De esa época, Rafa guarda algunas anécdotas que motivan una risa pícara: "Una vez, mientras se desarrollaba un juicio, estaba exponiendo uno de los abogados y yo debía tomar nota de todo lo que decía. En el bolsillo de mi guardapolvo tenía un chocolatín. Lo saqué y le dije que espere un momentito. Lo comí y después seguí escribiendo a máquina. Esto muestra que aún era un niño pequeño, sólo tenía 11 años".

En busca de nuevos horizontes


Cuando su padre falleció, en el año 1949, Rafael decidió que era tiempo de buscar nuevos horizontes. Algarrobo no ofrecía grandes posibilidades de progreso, dado que lo único que allí podía hacerse era dedicarse a la actividad rural o a la pesca. "No conocía ninguna de las dos. Tampoco tenía estudios ni dinero", dijo Rafa.

La única solución que encontró en ese momento fue emigrar hacia Argentina en donde ya vivían dos hermanos de su padre. Lo mandaron a llamar junto a su madre y a su única hermana, 5 años menor. Primero vino él. Se embarcó un 26 de diciembre de 1951 y llegó al puerto de Buenos Aires el 12 de enero de 1952, hace exactamente 50 años.

Como no había plaza disponible en el barco tuvo que viajar en categoría entrepuente, inferior a tercera clase y arriba de la bodega. Pero no quedaba otra alternativa dado que si no emigraba antes del año 1951, no podría salir hasta que cumpliera los 25 años.

Un único recuerdo quedó grabado a fuego en la mente de Rafael: el momento en que embarcó. "Estaba anocheciendo, mientras subía la escalerita del barco miré hacia atrás y vi a mi tío llorando. Después esperé en cubierta hasta que el barco comenzó a alejarse... Muchas veces sueño con esa imagen", relató.

El viaje fue "divertido". Cuando pasaron por la línea del Ecuador festejaron el Carnaval. Fue la primera vez que Rafael veía que se hiciera con agua porque en España sólo había desfiles de máscaras y baile.

La comida no fue de su agrado. Sin embargo, se las ingenió para comer medianamente bien. Como oficiaba de monaguillo en las misas que se celebraban en la capilla del barco, tenía acceso a los completos desayunos que servía luego para un grupo reducido, de los que incluso hasta participaba el capitán del barco.

Tiempo de trabajo


Cuando llegó a Buenos Aires aún era menor de edad, por lo que le estaba prohibido desembarcar libremente y debió hacerlo en calidad de detenido. Recuerda que pasó por al lado de su tío y ni siquiera pudo mirarlo. Una vez en suelo argentino fue llevado directamente al Hotel de Inmigrantes para realizar todos los tramites de migración.

Ya en Santa Fe, empezó trabajando como lavacopas en una tradicional pizzería ubicada en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza, pero sólo duró un mes porque comenzó una huelga de gastronómicos. Después trabajó por un período igual de corto en la Librería Olegario Tejedor.

El 26 julio del 1952 (día en que murió Eva Perón) vio en el diario El Litoral un aviso de una distribuidora de película que solicitaba auxiliar de oficina. Al día siguiente, a pesar de que estaba todo cerrado por luto, se fue caminando desde Aristóbulo del Valle y Ruperto Godoy hasta Catamarca entre San Martín y San Jerónimo, en donde estaba ubicada la distribuidora.

Cuando llegó, estaban las persianas cerradas pero por las dudas golpeó. Le abrieron, le tomaron una prueba y esa misma tarde lo llamaron. Allí trabajó durante le resto de su vida laboral y hasta llegó a ser gerente.

Vida familiar


Rafael alternaba su vida laboral con su actividad como miembro del Consejo Arquidiocesano de Jóvenes. En una fiesta realizada en la parroquia San Roque conoció de modo accidental a quien luego se convertiría en su compañera de vida: Elba Esther Doyle, miembro de Acción Católica.

En el encuentro, Elba se acercó amablemente a servir algo de beber a los muchachos, derramando el líquido sobre el traje de Rafael. Allí empezó una relación de amistad, después fueron novios durante un año y ocho meses y, al fin, se casaron.

El feliz matrimonio tuvo cinco hijos (uno de ellos falleció apenas nació): José María, Susana Dolores, Diana Beatriz y Ana María, quienes les dieron, hasta el momento, 11 nietos.

Afortunadamente, Rafael tuvo la oportunidad de volver a pisar la tierra que lo vio crecer y recorrer las callecitas de su pueblo natal. "La primera vez que estuve allá y recorrí mi pueblo sentí una gran emoción. Me acuerdo que llegamos de noche a la casa de una tía. Apenas terminamos de cenar me fui solo a caminar por las calles. Todos los parientes del pueblo se enteraron enseguida de mi presencia y salieron a buscarme, se formó una mini-procesión", recuerda Rafael.

"Siempre siento nostalgia por Algarrobo y cada vez me siento más español. Pero no volvería a España para quedarme, porque si bien acá no tengo grandes cosas, lo poco que tengo y mi familia están en Argentina. Sólo puedo aguantar 3 ó 4 meses, pero de visita. Después ya quiero volver", concluyó.

A Rafa, como yo lo pienso


Muchas lágrimas quizás

Enrojecieron tus ojos cuando lleno de esperanza

Dejaste tu querida España

Iniciando la aventura,

Océano de por medio, para encontrar tu destino.

Sin dudas, muy joven pero dispuesto

Invocando a cada paso a quien tu fe iluminaba

Guiado por el recuerdo de tus seres más queridos,

Lograste caminar firme

Otra tierra, respirar nuevos aromas y gozar grandes amores.

Dichas y penas sentiste a lo largo del camino

Esto no hizo cambiar lo que te habías propuesto.

Ahora y mirando a la distancia,

Recuerdos y nostalgia juntos

Guardas en tu alma del hombre que

Encontrara en esta bendita tierra

Nada menos que el amor, fruto del cual,

Trabajando sin descanso pero con fe y alegría,

Incorporara a su vida cuatro hijos estupendos y

Nietos que hoy te rodean y acariciándote dicen:

Oh, abuelo ícuánto, cuánto te queremos!

Lía Masjoan