El 3 de febrero de 1962 se produjo un acontecimiento de importancia histórica para los santafesinos, los entrerrianos y para todos los argentinos. Ese día, en un acto multitudinario realizado en la ciudad de Paraná, fue colocada la "piedra fundamental" de una obra anhelada durante tantos años: el túnel subfluvial Santa Fe-Paraná, destinado a integrar efectivamente importantes regiones del país, para facilitar y ampliar las relaciones comerciales, culturales y sociales.

No obstante, la fecha y el lugar conservan otro significado trascendente en el aspecto político institucional, porque en la oportunidad el entonces presidente de la Nación, Dr. Arturo Frondizi, conmovió a la opinión pública con un discurso en el cual denunció la conspiración internacional que, con la complicidad de sectores locales, procuraba satelizar a la Argentina, quebrar el proceso de su expansión, vulnerar su orden institucional y fomentar las antinomias para retornar a los enfrentamientos estériles.

Por supuesto que los ataques al gobierno estaban originados en una estrategia destinada a desactivar las políticas de desarrollo nacional. Los intereses perjudicados, que conformaban grupos minúsculos pero poderosos, no querían ceder privilegios e inmensos beneficios, logrados tradicionalmente a costa del subdesarrollo argentino.

La acción psicológica desplegada por esos grupos acosó a Frondizi en forma implacable y continua. Usaron cuanta excusa circunstancial se presentara, y en la ocasión, el voto abstencionista de la Argentina en la Conferencia de Punta del Este (31/01/62), respecto de la moción de expulsar a Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA), proporcionó a los conspiradores un nuevo pretexto para sus propósitos inconfesables.

El Dr. Frondizi denunció la actividad insurrecta contra un gobierno dispuesto a luchar por la dignidad y la emancipación. Dijo entonces que en la defensa total de los principios de gobierno había comprometido su honor y su vida: "El honor y la vida de un gobernante que no presidirá jamás un gobierno títere".

En su extenso como substancial mensaje, Frondizi reiteró su concepto de la autodeterminación: "El Estado que abandona la norma jurídica internacional, que renuncia aunque sea en la forma transitoria a la vigencia absoluta del derecho, se expone para siempre a la claudicación de su propia soberanía".

Respecto de quienes proferían las más graves acusaciones desde la oposición, expresó: "Yo asumo la responsabilidad de denunciar ante el pueblo a estos políticos que se presentan como apóstoles de la democracia en el ámbito mundial, pero están empeñados en acabar con la democracia en su propia patria. Están conspirando contra la legalidad constitucional precisamente cuando esa legalidad se afianza en la República y se hace respetar en el mundo. Están dispuestos a arrojar a la Nación al caos precisamente cuando está dando el salto definitivo hacia su grandeza".

Pero el "salto definitivo hacia su grandeza" no podía ser admitido por los intereses, foráneos y locales, comprometidos con un esquema antinacional que había condicionado desde siempre el potencial argentino. Les urgía cortar el proceso de desarrollo que ya había logrado revolucionarios resultados en la estructura económico-social. Usaron todo el arsenal psicológico imaginable y la acción del sector militar adicto para terminar derrocando al Dr. Frondizi poco después (29/03/62).

Aquel 3 de febrero, Frondizi intuía el golpe definitivo. Diría luego: "Yo tenía la certeza, en ese momento, de que había comenzado la cuenta regresiva. La malla de los intereses nos cercaba cada vez más apretadamente, la legalidad se asfixiaba y con ella una etapa en el intento de construir una nación dueña de su destino y de sus decisiones".

Han transcurrido 40 años del "Discurso de Paraná". A través del tiempo la personalidad del Dr. Frondizi, su obra de gobierno y su pensamiento patriótico, adquieren cada vez mayor relevancia. Al margen del mero recuerdo nostálgico, su legado constituye una lección que los argentinos deben aprovechar.