Abrir las celosías
de esa ventana cruel
no azotarse contra las rejas
ya nunca más
y volar
dejando atrás los transeúntes
las velas
las máscaras
las pérdidas
Abrir la ventana muerta
Ahí la última ilusión
se esfuma
y se pierde
sin ensagrentarse el cuerpo
volátil
cruzar el camino
arar los campos
volar a la infinidad.
Los cronopios de Julio
a veces me asaltan,
me invaden,
los espanto con sillas y trapos
pero al fin quedan junto a mí.
Convivimos ellos y yo
en un mundo fantástico:
donde la música de John
donde los cigarrillos se consumen con rapidez
mientras bailamos,
a veces,
el bolero de Ravel.
Uno, dos, tantos cronopios brillantes
pequeñitos:
los tengo en mis manos;
locamente corremos por el arenal.
Duermen conmigo tapados con periódicos viejos,
soñamos juntos
mientras volamos tras un barrilete.
Los cronopios de Julio y yo
somos uno,
los amo, los apretó con mis dedos,
y con risas locas
vivimos lejos de este mundo:
allá en las alturas
allá en los mares
aquí en este planeta.
Al oír las voces que llaman,
Recorro con mi mirada
Las paredes de la casa.
Sólo los fantasmas aparecen,
Desdibujados quizás,
Entre la humedad.
Quiero tomarlos en mis manos,
Ver sus rostros destrozados
Pero sólo aparecen formas irreales,
Dejan sus nombres con sangre
Mientras desvarío
Entre el humo del cigarrillo
Y los pensamientos ocultos
Allá
En la tenebrosidad de la mente.
La soledad y la muerte
Unas y otras se acercan
Se murmuran palabras
La soledad esa esta aquella
La mía
Es como el cosmos
Gigante abrillantado con olores inciertos
Calor, frío y sed
Como una calesita gira el alma
Tal cual un payaso bailotea la mente
Entre miedos
Fantasmas
Figuras negras y flores albas
Busco el fin y no lo encuentro
Disfrazada de la Maga
Tiro semillas al aire y canto con las cigarras.