Opinión: OPIN-01

La advertencia de EE.UU. a Irán preocupa al mundo


Según la particular calificación de la administración del presidente George W. Bush, Irán integra el "Eje del Mal" junto con Irak, Corea del Norte y otros países, entre los cuales se incluye, en América latina, a Cuba. Hace unas tres semanas, Donald Rumsfeld hizo declaraciones en las que daba a entender que después de Irak, Estados Unidos atacaría a Irán. Colin Powell relativizó estos anuncios, pero básicamente la amenaza quedó pendiente.

¿Qué reclama Estados Unidos a Irán? En principio le exige que desmonte las plantas nucleares y renuncie a construir armas de ese tipo. Luego lo acusa de proteger a los militantes de Al Qaeda y alentar a la agrupación terrorista Hezbolá. El reciente atentado en Arabia Saudita no hizo otra cosa que estimular el recelo norteamericano.

A este panorama, se suma el desarrollo político de la facción chiíta en Irak, supuestamente alentada por sus pares de Irán. Se sabe que luego de la ocupación militar a Irak, el principal enemigo de los Estados Unidos son los chiítas que, en la actualidad, expresan a más del setenta por ciento de la población, controlan la vida social de las grandes ciudades y se proponen conquistar el poder político a través de la resistencia pacífica, como en su momento lo hicieron los chiítas en Irán contra el Cha de Persia.

Por supuesto que los dirigentes iraníes no aceptan las exigencias de Bush. Sus voceros diplomáticos aseguran que existe un programa nuclear pero sus objetivos son pacíficos: tampoco admiten la acusación de proteger a los seguidores de Ben Laden o alentar con armas y dinero a los exterminadores de Hezbolá con bases militares en El Líbano.

Las respuestas diplomáticas suelen ser previsibles, pero en el caso de Irán es importante registrar algunos matices. En principio, no se puede comprender la realidad de Irán al margen de las diferencias políticas existentes entre el sector reformista liderado por el ministro Mohamed Jatami y el liderazgo religioso conservador expresado por el ayatolá Alí Jamenei.

Es que a diferencia de Irak, Arabia Saudita o Jordania, en Irán existe una democracia política más o menos consolidada. Mientras en la mayoría de los países musulmanes (Irán adhiere a la religión musulmana, pero su población no es árabe) la democracia brilla por su ausencia, en Irán hay elecciones periódicas, existe un marco más o menos aceptable de libertades públicas e incluso, en este momento, el poder político está en manos de los sectores reformistas.

El propio subsecretario de Estado de los EE.UU, Richard Armitage, admitió en conferencia de prensa que "a diferencia de Corea del Norte e Irak, en Irán hay democracia y por lo tanto debemos movernos con más cautela". Habrá que ver qué quiere decir Armitage con la palabra "cautela", pero de todos modos queda claro que en los más altos niveles de la Casa Blanca se sabe que Jatami no es Hussein o el dictador de Corea del Norte.

De todas maneras, sería un error creer que Irán ya es una democracia moderna, estable y previsible. Las tensiones entre reformistas y conservadores se expresan a través de múltiples diferencias, entre las que merecen destacarse las relacionadas con el fanatismo religioso o el apoyo a las expresiones terroristas decididas a luchar contra el "Gran Satán" (resulta interesante observar las coincidencias en el lenguaje entre los ayatolás que hablan del "Gran Satán" y la administración Bush que habla del "Eje del Mal").

Desde el punto de vista institucional, Irán es hoy una nación compleja de definir. Tiene una base democrática, en el marco de un ordenamiento teocrático que otorga al ayatolá Jamenei atributos dictatoriales y capacidad para vetar los impulsos democráticos del poder civil. La apertura política en Irán se está haciendo a pesar de la resistencia de los ayatolás.

Los sectores modernizadores más consecuentes son los estudiantes universitarios y las mujeres. Pero todos estos avances culturales no alcanzan a disimular las tendencias fundamentalistas y terroristas que anidan en segmentos de esta sociedad. Se debe recordar al respecto, que los argentinos hemos sufrido las consecuencias del terrorismo iraní, expresado en el atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires; investigación que si bien no ha concluido, por las pruebas acumuladas roza la certeza de que la embajada de Irán participó en la planificación del atentado.

Como se podrá apreciar, las realidades son mucho más complejas que el esquema primario de Bush, construido a partir de una lucha sin pausa entre el bien y el mal. No hay indicios reales de que los Estados Unidos tengan decidido intervenir militarmente en Irán pero, si así lo hicieran, estarían cometiendo un enorme error político, ya que a la ilegitimidad de esa medida -cuyas consecuencias ya se están expresando en Irak- sumaría, en este caso, la derrota del sector reformista y democrático que en Irán está luchando con armas nacionales legítimas contra las orientaciones teocráticas y terroristas de los ayatolás.