Opinión: OPIN-01

La ciudad y una larga transición


Mucho antes de que el agua del río Salado transformara la fisonomía, la economía y la sociedad santafesina, esta ciudad había dejado de ocupar el lugar que le corresponde como capital de la provincia. La última gestión municipal acrecentó esa sensación de transición permanente al posponer definiciones y derivar cualquier acción traumática para un futuro que siempre se imagina como más promisorio o, al menos, más adecuado.

El shock económico que paralizó al país en diciembre de 2001 hizo bajar por una pendiente empinada cualquier proyecto de recuperación, mientras subían todos los indicadores del atraso: destrucción física de la ciudad, desocupación, desinversión, asistencialismo. Santa Fe padeció los mismos efectos que otras provincias y en la ciudad este efecto se nota todavía en los elevados porcentajes de desempleo y en la creciente población que sobrevive por debajo de la línea de pobreza.

Con datos tan poco auspiciosos es lógico suponer que la recuperación va a ser lenta y en ese contexto se puede admitir como un logro que la actual administración haya conseguido mantener el pago de haberes al día y la prestación de servicios en mínimas condiciones. Pero no mucho más.

En materia de obra pública, tal vez por todos los ingredientes ya expuestos, la ciudad no avanzó casi nada; no hay mucha inversión para mostrar y la mayor actividad aparece circunscripta a tareas de mantenimiento. No es poco si se tiene en cuenta que la demanda proviene tanto de barrios céntricos y residenciales como de aquellos periféricos, donde una mejora vial y de iluminación resulta fundamental. Pero dista de objetivos mínimos para una ciudad que ha perdido posiciones relativas aun dentro del proceso de declinación general. La continuidad de estas tareas es reclamada en forma permanente por los vecinos.

Con respecto a los servicios, la propia crisis económica obligó a disminuir las prestaciones de las concesionarias que tienen a su cargo la limpieza. La recolección de los residuos está asegurada pero el barrido, para responder a la necesidad imperiosa de ajustar números, no se realiza de manera satisfactoria.

La próxima gestión heredará éste y otros temas de resolución poco menos que traumática: los nuevos contratos para la limpieza, la situación del relleno sanitario y, por si fuera poco, el futuro del transporte urbano de pasajeros que se sostiene en un sistema de concesión precaria, decidido mucho antes del vencimiento del contrato.

Tampoco hubo demasiados avances en materia de control, cuestión que resulta preocupante porque ésa fue la característica que se quiso imprimir a esta gestión. En esta materia, cualquier decisión parece estar sujeta a tantas variables y tantas instancias que su ejecución termina diluyéndose.

La inundación no hizo más que complicar el panorama, demorar las decisiones y pasar todo para más adelante. Las energías están puestas ahora en recobrar la normalidad de la ciudad, y no está mal si se tiene en cuenta la gravedad del desastre. Pero tampoco en esta materia las decisiones parecen estar asociadas con las urgencias: hay situaciones que no dependen únicamente de una decisión municipal como el caso del financiamiento para la relocalización de viviendas, pero eso no quita dramatismo a los reclamos por una mayor celeridad.

En menos de un mes se estarán eligiendo los cargos ejecutivos de la provincia y de la ciudad. Luego quedarán varios meses hasta que las nuevas autoridades asuman. Es de práctica que dicho período sea utilizado como una transición entre un gobierno y otro, como una indispensable etapa de conocimiento de los problemas y proyección de las soluciones, más allá de las ideas que se exponen en las plataformas electorales. Lo preocupante es que entre ese plazo y la fecha de asunción de las nuevas autoridades resta un largo período y no se pueden demorar todas las decisiones hasta el 10 de diciembre.