Opinión: OPIN-02 La vuelta al mundo: Yakarta, un nombre trágico
Rogelio Alaniz


Cada vez que escucho la palabra "Yakarta" un breve pero claro estremecimiento me recorre el cuerpo. No dramatizo ni exagero; la historia de los últimos cuarenta años de Yakarta siempre estuvo relacionada con la muerte. El pasado martes cinco de agosto, la ciudad capital de Indonesia volvió a ser fiel a su destino: un atentado suicida contra el hotel Marriott mató a catorce personas y dejó a más de cien heridos. El operativo terrorista se lo atribuyen a Ben Laden, pero en los últimos tiempos todo lo desagradable que ocurre en el mundo se lo atribuyen al jefe del terrorismo musulmán.

Lo cierto es que Yakarta vuelve a ser noticia aunque, en homenaje a la historia, hay que admitir que lo sucedido en el Hotel Marriott estuvo muy por debajo de la masacre perpetrada por el general Suharto en 1965. Para quienes no tienen buena memoria o carecen de información, conviene recordarles que entonces el operativo militar perpetrado por el general Alí Suharto significó la muerte de más de 700.000 personas, según las prudentes cifras dadas por Amnesty Internacional.

La carnicería contra comunistas y campesinos indonesios fue tan ejemplar que a fines de 1972 y principios de 1973 en las paredes de la ciudad de Santiago de Chile aparecieron pintadas, promovidas por la extrema derecha de "Patria y libertad", anunciando que "se viene Yakarta". Unos meses después, los militares liderados por Pinochet derrocaban al gobierno de Salvador Allende. Ahora sabemos en qué digno ejemplo histórico se inspiraron "los momios" chilenos.

Indonesia fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial una colonia holandesa. El líder de la independencia nacional se llamó Ahmed Sukarno, un nacionalista cuya formación ideológica le permitía conciliar sus simpatías por el fascismo y las alianzas con los comunistas.

El 17 de agosto de 1945, Indonesia se declara independiente, pero recién en 1949 la independencia es reconocida. En 1955 Sukarno promueve la famosa Conferencia de Bandung. Allí se empezó definir lo que después se conocería como el proyecto tercermundista, un intento de los países no alineados de establecer una estrategia independiente de los dos grandes centros de poder: Estados Unidos y la URSS. Nehrú, Tito, Nasser y, por supuesto, Sukarno, eran sus principales protagonistas.

Sukarno no era un hombre de izquierda ni mucho menos. Con buena voluntad puede decirse que era un político nacionalista que intentaba apoyarse en la burguesía nacional de Indonesia para diagramar un proyecto de autonomía nacional. Democrático a su manera, gobernaba apoyado en una alianza con el poderoso Partido Comunista de Indonesia (PKI), considerado el tercero en importancia mundial.

Ya para 1960, Estados Unidos miraba con preocupación esa alianza y la evolución de los acontecimientos. Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo. En realidad, más que un territorio, lo de Indonesia es una federación de islas cuyo número nadie puede precisar, pero que superan con facilidad a las trece mil. La isla más importante es la de Java. La ciudad más importante de Java se llama Yakarta, la sede de las autoridades políticas nacionales y el centro de la masacre que estamos comentando.

A principios de la década del sesenta, Estados Unidos no podía darse el lujo de permitir una Indonesia no alineada detrás de su estrategia. A los problemas en Vietnam se sumaban las exigencias de la guerra fría planteadas por la URSS y por China. Cuarenta años después tampoco puede darse ese lujo. Antes eran los comunistas, ahora son los terroristas musulmanes, pero en todos los casos Estados Unidos sabe que la región debe ser controlada.

Indonesia es un país rico en petróleo y sus islas se extienden entre los océanos Indico y Pacífico. Es también una suerte de puente entre los continentes de Australia y Asia. No hace falta ser un experto en estrategia militar para darse cuenta de que esa pieza no podía quedar librada al azar o en manos de los comunistas.

Hay una película muy buena titulada "El año que vivimos en peligro" que relata, desde el punto de vista de las relaciones de un funcionario norteamericano con un dirigente religioso indonesio, lo que ocurrió en Yakarta durante esos fatídicos meses de 1965.

Pero más allá de la literatura o el cine, lo cierto es que el golpe de Estado pudo llevarse a cabo porque el general Suharto dispuso del apoyo incondicional de Estados Unidos. Ahora se sabe que para 1963 la CIA ya estaba trabajando en Indonesia. Se calcula que para esa época más de cuatro mil militares habían sido capacitados por Estados Unidos. A las operaciones de inteligencia se sumaron luego las gestiones económicas orientadas a financiar el golpe de Estado.

Sukarno había creado la empresa estatal petrolera Pertamina para competir contra la Deutsche Shell. Los militares indonesios fueron tentados con las ganancias de esa empresa pero, por las dudas, también las principales multinacionales que invertían en Indonesia pusieron dinero para contribuir con el generoso emprendimiento.

El pretexto para el golpe de Estado lo dio el propio Sukarno cuando intentó realizar una purga de generales. Nunca se supo si esa fue una provocación, una maniobra de los comunistas o una torpeza de Sukarno. Lo seguro es que Suharto salió con las tropas a la calle y con las listas de los dirigentes y activistas que se debían asesinar. Decíamos que la masacre fue de 700.000 personas, pero los dirigentes de la oposición aseguran que pudo haber superado el millón.

El golpe de Estado fue aprobado por Estados Unidos y su presidente Lyndon Johnson declaró a la prensa que la medida era necesaria para poner freno a la expansión comunista de China y la URSS. El secretario de Estado, Dean Rusk, manifestó su "admiración" por la labor del ejército. La frase no era casual; unos meses antes, el agente de la RAND, Guy Pauper, manifestaba su preocupación porque creía que los militares indonesios no serían capaces de practicar la crueldad de los nazis, quienes en su momento liquidaron al Partido Comunista de Alemania. Como para que no queden dudas de las inspiraciones ideológicas de los golpistas y de sus asesores, los comandos de la muerte organizados por Suharto se llamaban "Kat Gestapu".

La represión se extendió a todas las islas. Sukarno, ya transformado en un títere, siguió en el poder hasta 1967, fecha en la que renunció y se hizo cargo del gobierno el general Suharto. Lo demás es historia conocida. Suharto se transformó en la niña bonita de los norteamericanos y durante treinta y dos años ejerció el poder de manera absoluta y se enriqueció de manera increíble. En 1998 fue derrocado. Estados Unidos hizo con Suharto lo que hizo en otros momentos con dictadores al estilo Trujillo, Somoza, Stroessner o Marcos, es decir, los apoyó mientras les fueron útiles y les soltó la mano cuando ya no garantizaban el orden. Pero eso ya es otra historia, mejor dicho, es la misma historia, pero con otros enemigos.

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