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Santa Fe Jazz Ensamble: El camino de Los Andes
La big band local participó nuevamente en el Festival Internacional de Jazz de Valparaíso. Su música es cálidamente recibida por los chilenos, así como las enseñanzas de tantos años de experiencia en el género orquestal.


Nuestra ciudad se conecta con Rosario mediante una autopista que se recorre en un par de horas, sin ninguna cordillera en el trayecto. No obstante, a Jazz Ensamble le resulta más fácil y accesible tocar en Valparaíso que en Rosario. La big band santafesina se ha convertido en una favorita de los "porteños" chilenos, que no se parecen a los nuestros.

Luego de su participación exitosa en el Festival Internacional de Jazz de Valparaíso en su edición 2001, la orquesta dirigida por Pedro Casís con management abnegado del trompetista Marcos Giardino, fue invitada esta vez para cerrar las tres noches del festival, donde interpretó otros tantos repertorios: Thad Jones, Gil Evans y Charlie Mingus, más abundante jazz latino, cuyos ritmos apasionan al muy salsero pueblo trasandino.

A los chilenos no solamente les gusta escuchar a Jazz Ensamble: también les sirve como una referencia musical, ya que la experiencia reunida por los santafesinos en el género de big band durante más de veinte años los habilita para dictar cátedra, y esto dicho sin la soberbia argentina. Del mismo modo que en esos días nació en Chile el hijo de Menem, Jazz Ensamble había dejado su semilla en Valparaíso, adonde surgieron un par de big bands universitarias. Eso sí, ambos casos de procreación tienen signos distintos.

El interés no era solamente local, ya que el director de Los Andes Big Band de Santiago de Chile viajó especialmente a Valparaíso a escuchar y conversar con Jazz Ensamble que, además de sus conciertos en el Teatro Municipal, ofreció una suerte de ensayos públicos en dos casas universitarias, en las sedes de Valparaíso y Viña del Mar de la Duoc.UC.

La Piedra Feliz


En el festival chileno también actuaron los santafesinos de Latinyass, la banda del trombonista Rubén Carughi, que además fue contratada para tocar en La Piedra Feliz, un boliche soñado y adecuadamente bohemio con música en vivo, que fundaron un comerciante, un filósofo y un músico. Su particularidad consiste en disponer de tres espacios distintos, uno dedicado al jazz, otro al tango y un tercero a salsa y disco, mechados con bolero y flamenco.

La Piedra Feliz tomó su nombre de una leyenda local, la de una roca desde la cual se arrojaban al mar los suicidas, en especial por penas de amor. Un alcalde bienintencionado quitó altura a la piedra para salvar vidas, pero el resultado fue peor: la gente se siguió tirando y en lugar de matarse, quedaban estropeados.

Los artífices


El festival de jazz, como siempre ocurre, es el fruto de la iniciativa de un puñado de personas que luego lograron apoyos institucionales. Los artífices son Alfredo Barria Troncoso, profesor de Historia del Cine en una carrera universitaria y también impulsor del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, a quien secunda Jorge González Macía, estudioso y difusor del jazz, que cuenta con una hora diaria dedicada al género en la emisora universitaria Valentín Letelier. En este mundo, no es fácil encontrar anfitriones tan gentiles, serios y atentos.

Con sede en el Teatro Municipal, en las tres jornadas que cerraban los santafesinos actuaron la UCV Big Band, Caribe Latin Jazz Ensamble, El Farol Big Band, la Valparaíso Dixieland Band, Tres por Luka Jazz Band y el trío del pianista norteamericano David Haney.

Hermano paraguayo


Fue una revelación el asombroso trombonista paraguayo Remigio Pereyra, una adquisición de Jazz Ensamble que los santafesinos descubrieron en la última edición de Trombonanza, y que este año actuó con la orquesta en Luz y Fuerza. Es un solista que se expresa en un lenguaje moderno, con gran técnica y el fuego necesario cuando la situación lo requiere, que se formó en Asunción -una tierra poco propicia para el jazz, no hace falta recordarlo-, donde es docente y primer trombón de la sinfónica local. Su viaje a Chile fue más largo que para el resto, ya que lo empezó en la capital paraguaya. En la Argentina, no existió ni existe un trombonista de jazz que reúna tanto talento y virtuosismo, y para algunos sería el mejor al sur del Río Bravo.

Eso sí, el día de la llegada no dejaba de resultar embarazoso llevar un paraguayo en la delegación: esa noche, el seleccionado guaraní estaba derrotando a los chilenos en el propio Estado Nacional, por primera vez desde 1954. Por suerte, Remigio es un hombre mas bien introvertido cuyo festejo fue puramente interior.

Un patrimonio histórico y cultural


Según los dueños de casa, en Valparaíso existen expectativas de reanimación. La que fue capital económica de Chile ha sufrido un largo proceso de decadencia, el resultado de las transformaciones de las rutas marítimas provocadas por la apertura del canal de Panamá, que resultó más destructivo para la vieja ciudad puerto que el ataque del corsario Francis Drake.

Por excelencia, Valparaíso es hoy un santuario histórico y cultural, ahora oficialmente reconocido: este año el casco viejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad, un atributo que con las políticas apropiadas debería devengar los beneficios del turismo.

La declinación también ya ha comenzado a revertirse con la llegada al puerto de los grandes cruceros. Hasta marzo, se ha previsto la llegada de 80 barcos de placer con su cargamento de turistas.

Así como los santafesinos llevan enseñanzas en el rubro de las big bands, esta ciudad -la nuestra-, igualmente histórica y portuaria, bien puede aprender de Valparaíso las políticas de recuperación cultural. Aunque más no sea, nos sirve de modelo decente de amor a la ciudad en que se vive.

En clave fiestera


De ida, Jazz Ensamble cumplió con un compromiso en Villa Mercedes, en el Primer Festival de Jazz de la Provincia de San Luis celebrado en el cine teatro de la Sociedad Italiana, compartiendo el escenario con la San Luis Jazz Band. Fue organizado por La Clave, un centro privado de formación musical del baterista Dante Domínguez y su hijo Ariel, un par de excelentes anfitriones que en esa noche de lunes ofrecieron un pantagruélico agasajo a los santafesinos en un salón donde, avanzada la madrugada, brotaron guitarreros y cantores puntanos.

No dejaba de resultar inverosímil que semejante fiesta se prolongara hasta las cinco de la mañana de un martes laborable. Los santafesinos se despidieron de Villa Mercedes con un elevado concepto del ambiente festivo, y eso que ellos mismos son especialistas exigentes en la materia.

Roberto Maurer