Area Metropolitana: AREA-06 Por la inundación creció la atención sicológica
En los primeros meses, los damnificados estaban preocupados por lo más urgente. Pasado un tiempo, aparecieron la angustia y la ansiedad. Los chicos padecen terrores nocturnos y bajaron el rendimiento escolar.


Desde los primeros días de la tragedia, el equipo de Salud Mental del Hospital Iturraspe jugó un papel fundamental en la asistencia de los santafesinos que se inundaron.

Mariel Jackeline Giusti, coordinadora del Área de Sicología del Hospital Iturraspe, y Alicia Novelli, coordinadora del Área de Sicopedagogía, contaron a El Litoral la experiencia vivida, a partir de la implementación de talleres para docentes, padres y niños.

En las primeras horas de la tragedia todo era un caos. A medida que llegaban los niños de neonatología y pediatría que estaban internados en el Hospital de Niños, el agua llegaba al subsuelo del Iturraspe. Atendieron a algunas personas en los pasillos pero la mayor demanda estaba puertas afuera: en los centros de evacuados. Y allí destinaron sus mayores esfuerzos, en coordinación con el Comité de Crisis.

"Teníamos la hipótesis de que cuando la gente regresara a sus hogares y comenzaran las clases, la demanda de asistencia sicológica sería masiva. Creíamos que no íbamos a dar abasto, pero no fue tan así", coincidieron las profesionales.

En realidad, durante los primeros meses, la gente estaba todavía muy shockeada por lo vivido y preocupada por lo más urgente, "por qué iban a comer, qué iban a hacer con su vivienda, o a dónde iban a ir a vivir", aseguraron.

Por eso, los primeros en reclamar ayuda fueron los docentes, desvelados por cómo hacer para enfrentar un aula con chicos que había vivido una experiencia tan nefasta, y no los padres. Las psicólogas decidieron implementar la metodología de taller, integrados por profesionales de distintas disciplinas.

TRAUMAS MÁS FRECUENTES


Recién en agosto, cuando empezaron a aparecer los síntomas en chicos y en adultos, las consultas se incrementaron. Algunos eran derivados de las mismas escuelas, pero otros manifestaron los síntomas en sus hogares.

En los pequeños, "lo que más vimos fueron trastornos de conductas, casos de enuresis en chicos que hacía mucho habían superado esa etapa, encopresis, retorno al uso de chupete y mamadera, trastornos en el lenguaje, infantilismos, es decir, habían hecho una regresión total. Además, mostraban una gran agresividad, sufrían muchos miedos y terrores nocturnos".

En tanto, en los adultos era frecuente "la angustia, la ansiedad generalizada, y miedos", afirmaron Giusti y Novelli.

Los casos que se presentaban más complicados eran derivados de los talleres y recibían una atención personalizada.

Las responsables de los equipos de salud mental aclararon que "no toda la gente enfrentó esta situación de crisis en forma patológica", sino que algunos "lo tomaron de manera saludable. Si bien no dejó de ser una situación de crisis donde hubo cambios abruptos en el orden de cosas y en sus vidas cotidianas, mucha gente lo afrontó desde sus recursos personales y lo capitalizó".

Por ejemplo, "no se victimizaron, y en este último tiempo empezaron a tomar decisiones sobre cómo hacer la vuelta a casa, a quiénes pedir ayuda, si vuelven o no al mismo lugar, de qué manera manejar el subsidio. Es decir, recuperaron fuerzas para seguir adelante".

Las profesionales reconocen que, si bien "en algún momento fue necesario permitirse sentir el dolor de las pérdidas", transcurridos ocho meses de la catástrofe, es importante que quienes se inundaron no se queden regodeando en el dolor emocional, sino que busquen distintas alternativas de acuerdo a sus posibilidades y a su situación personal.