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Una apuesta para toda la vida

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Hoy se celebra el día de los enamorados en honor a San Valentín, el patrono del amor. Una oportunidad ideal para que cada pareja recuerde vivencias pasadas y comparta futuros proyectos.


Algunas parejas se conocen casi por casualidad; otras se descubren en medio del bullicio cotidiano de la ciudad o en el tránsito digital que impone la nueva tecnología. Cualquier lugar, cualquier momento puede ser el ideal para que dos personas se puedan encontrar, caminar codo a codo y aprender a amar.

Esta fecha es muy especial para todos aquellos que aún mantienen vivo el amor a pesar de la rutina diaria, las complicaciones de la vida y el trajín de la cotidianeidad. Hoy se celebra el día de los enamorados en honor a San Valentín, el patrono del amor por excelencia que fue castigado por defender el derecho de los jóvenes a amarse y unirse en matrimonio. A pesar de esto, con posterioridad, la Iglesia decidió erigirlo en patrono de los enamorados y decretó que el 14 de febrero sea el día indicado para conmemorar esta festividad.

Si bien es cierto que con el paso del tiempo las cosas cambian y la realidad de cada uno comienza a transformarse, cuando existe una fuerte presencia del compañerismo, de la tolerancia, del cariño y el respeto, las relaciones logran perdurar para toda la vida.

Aquí se reflejan algunas vivencias diferentes, pero que en algún punto se acercan y coinciden. Según cuentan los protagonistas de estas historias, la clave para mantener el amor es la entrega permanente hacia el otro y el aporte diario que cada uno realiza en la pareja para lograr un adecuado crecimiento espiritual.

Tiempos pasados


Pasaron varios años desde que San Valentín adquirió un lugar destacado, principalmente, entre los jóvenes de la sociedad. Transcurría el 270 d.C., Roma estaba en plena decadencia y toda ayuda era escasa para evitar que el imperio se desmoronase. En esa época, el emperador Claudio III comenzó a pensar que los hombres casados rendían menos en el campo de batalla y que los solteros eran mejores soldados.

Según el emperador, los casados estaban emocionalmente ligados a sus familias. Por esta razón, él decidió prohibir el matrimonio.

La noticia no fue bien recibida por Valentín, un obispo cristiano que, como medio de protesta, comenzó a decirles a los jóvenes enamorados que acudieran a él en secreto para unirse en sagrado matrimonio. Pero, al tiempo, Claudio lo descubrió y lo hizo detener para intentar convencerlo de que renunciase al cristianismo. Como esto no fue posible, ordenó que lo apaleasen, lo apedrearan y, finalmente, lo decapitaran. De esta forma, el 14 de febrero, Valentín fue ejecutado.

Pero esta historia del obispo cristiano habría quedado en el olvido si no fuera porque, dos siglos más tarde, la Iglesia católica la recuperó. Por aquella época, era tradición entre los adolescentes practicar una curiosa fiesta pagana derivada de los ritos en honor al dios Lupercus. Consistía en un sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven que se convertiría en su compañera de diversión durante un año.

A raíz de que la Iglesia quiso acabar con tanto desenfreno, sustituyó a Lupercus por San Valentín como patrón de los enamorados. Decidió conservar la costumbre del sorteo, aunque lo que elegían los adolescentes era el nombre de un santo al que debían imitar el resto del año.

Tradición


Aun a regañadientes, los jóvenes romanos aceptaron el cambio impuesto por la Iglesia, pero no renunciaron a la tradición de enviar cartas de amor cada 14 de febrero a las chicas que querían conquistar. Y... en honor al nuevo patrón, a menudo firmaban como San Valentín.

Esta costumbre también trae consigo una historia. Según comentan, cuando Valentín fue encerrado, su carcelero le pidió que diera clases a su hija Julia, que era ciega de nacimiento. A base de lecciones y horas de estar juntos, Valentín se enamoró de Julia y hasta hizo que recuperase la vista milagrosamente. En la víspera de su ejecución, envió una nota de despedida a la chica en la que firmó con las palabras de tu Valentín.

Con el tiempo, las tarjetas de San Valentín se hicieron populares y adoptaron a Cupido como figura emblemática. Su decoración aumentó. Empezaron a imprimirse con versos y dibujos y a estar presentes en los corazones de los enamorados de todo el mundo.

Un amor familiar


Hace 67 años que Raquel Diez Rodríguez (82 años) y Mario Albornoz (86) están juntos. A lo largo de todo este tiempo aprendieron a quererse, a disfrutar de las cosas simples de la vida y a luchar ante cada escollo que se les presentó en el camino.

Confiesan que, durante todo este tiempo, el quererse mucho y el amor para constituir una familia les permitieron mantener la felicidad junto a sus 4 hijos y 13 nietos.

"Siempre nos quisimos mucho. Nos casamos después de 7 años de novios y ya cumplimos 60 de casados", relata Raquel al comenzar la charla.

Cuando se conocieron, ella tenía 14 años y él 19. El encuentro fue en la vereda de la casa de unos amigos, en la que "nos juntábamos a tomar el té y en la que se hacían los bailecitos. Mario solía pasar por ahí porque era uno de los pensionistas del Colegio Inmaculada y estaba cerca de esta casa".

Para Mario, "fue un amor a primera vista. Apenas la vi me gustó su forma de ser", cuenta.

Después de este primer encuentro, se empezaron a ver en los bailecitos que se hacían en las casas de familia. "Era todo muy distinto a como es ahora: nos encontrábamos una vez por semana y, cuando salíamos, lo hacíamos con alguna amiga", agrega Mario.

Una ardua tarea


Los dos sostienen que para mantener la felicidad y el amor "hay que trabajar todos los días. El amor requiere esfuerzo, sacrificio, tolerancia, una actitud de servicio y de perdón". Por eso, "no es fácil conseguirlo, no viene solo y da trabajo", remarca Raquel.

La coincidencia de que los dos practicaran la religión "también fue un factor de unión en nuestra pareja", reconoce Mario.

Esto "nos sirvió para sortear muchas pruebas que nos tocó vivir". Así, "nos reafirmábamos mutuamente y nos sentíamos felices en el medio de las dificultades".

Ahora que la vejez asoma, "comienzan a verse algunas fallas de carácter. Uno se pone más agresivo, más intolerante y con menos paciencia". Sin embargo, "somos felices al ver a nuestros hijos y nietos que siempre nos dieron satisfacciones", resalta Raquel.

El respeto por el otro, la tolerancia, la actitud de aceptar ideas distintas, la comprensión para ponerse en el lugar del otro, el cultivo de la ternura y de la palabra cariñosa, y el esfuerzo por evitar el mal genio y la infidelidad "son elementos indispensables que deben estar presentes en el amor y en el compromiso matrimonial".

Por todo esto, "es necesario sacrificarse y cuando uno está enamorado no se puede ser demasiado cómodo, porque hay mucho trabajo material y espiritual que hacer para generar una ayuda mutua", remarca Raquel.

La distancia no pudo separarlos


Desde hace casi 4 años, Silvina Guadalupe Grisetti (27 años) y Renato Céspedes Lacasa (31 años) comparten un amor que surgió de la red. Se conocieron el 18 de mayo de 2000 por Internet. Ella es santafesina y era la primera vez que chateaba porque no era algo que le llamara la atención. Sólo lo hizo para complacer a su hermana.

A partir de esa fecha, empezó a hablar con Renato, oriundo de España, y "todo comenzó como un juego de adivinar cosas sobre cada uno. Al día siguiente, a la misma hora, miré si estaba y hablamos de nuevo. Así, casi todos los días teníamos cerca de cuatro horas de charla", relata Silvina que hoy está junto a Renato y Marco (1 año y 1 mes) en Zaragoza (España).

Al poco tiempo, se dieron cuenta de que sentían algo más que una simple amistad por chat. "Empecé a comentarlo con mi familia y amigas y comenzamos a mandarnos fotos, mensajes de voz, llamadas por teléfono. El me enviaba flores, peluches, bombones y yo le regalaba cosas típicas de Argentina", agrega Silvina.

La relación crecía de a poco, sin embargo, dos motivos los separaban: la distancia y el miedo que Renato tenía de volar.

Pero, como el amor fue más fuerte, en setiembre de 2000, él se animó a subir a un avión. "Queríamos saber si en persona sentíamos lo mismo que por la red y decidir si continuábamos o no".

Momentos decisivos


El 18 de setiembre de 2000 fue el día clave, se conocieron personalmente y estuvieron 15 días juntos. "El encuentro fue algo increíble y maravilloso, pero la despedida también fue insoportable", cuenta Silvina.

En enero de 2001 se volvieron a ver cuando ella viajó a España. "Ahí conocí su mundo y a toda su familia. Y... nos despedimos nuevamente sin saber cuándo nos volveríamos a ver".

A raíz de que "Renato no soportaba mi ausencia, el 29 de junio de ese mismo año me pidió que nos casáramos. El 11 de octubre de 2001 nos casamos en el Registro Civil de Santa Fe y el 12 realizamos la ceremonia en Nuestra Señora del Carmen. Nos fuimos de viaje a las Cataratas del Iguazú y al mes estábamos viviendo en Zaragoza (España)".

Para Silvina, fue muy duro dejar su familia y su país. "Esta decisión fue muy pensada y como sentíamos un amor tan fuerte, todo resultó más fácil". Además, "como su familia se parece bastante a la mía, logré adaptarme con mayor facilidad y rapidez".

El 27 de diciembre de 2002 nació "nuestro hijo, Marco. Fue un día muy especial y estuve acompañada por mi mamá. A los 5 meses viajamos a Argentina para que el resto de la familia lo conociera".

Hoy, la relación "sigue tan fuerte como en un principio y la mantenemos en base al cariño, al respeto y al diálogo", reconoce Silvina.

Novios desde las aulas


El 9 de setiembre es una fecha clave para Olga De Santis (58 años) y Pedro Bauzá (58 años). Hace más de 30 años que ese día, él se animó a decirle "te quiero" y a darle el primer beso.

Después de 8 años de novios decidieron casarse y la fecha elegida fue el 9 de setiembre de 1972. Hoy ya llevan 31 años de casados y tienen dos hijos: en agosto de 1973 nació la nena y a los tres años el varón.

Se conocieron en la escuela Alem cuando Olga estudiaba dactilografía y Pedro cursaba radio armado y televisión. Ella estaba por recibirse de maestra en la Escuela Normal, pero quería además contar con algunos conocimientos de dactilografía.

Llegó el 17 de agosto y ellos participaron junto con el resto de los alumnos del acto que se hizo en la Plaza San Martín. Al finalizar esta ceremonia, cada chico se retiró y se fue a su casa; sin embargo, Pedro le dijo `vamos caminando'. A raíz de esa invitación, "nos sentamos en una plaza hasta que él se tomó la L y después yo me fui a mi casa. Ahí, ya me había empezado a gustar este morocho", confiesa Olga entre medio de risas.

Se acercaba el fin de semana y él viajaba a Buenos Aires. A su regreso "me trajo una muñequita de regalo", cuenta Olga.

A los pocos días se festejaba el Día del Maestro. Este fue otro motivo importante para que Pedro se acercara a regalarle una caja de bombones.

Para Olga, "antes eran otros tiempos". Durante los 8 años de noviazgo, "íbamos al cine que estaba en el patio de Los Naranjos del Colegio Inmaculada, pero nunca lo hacíamos solos. Siempre llevábamos a algunas de nuestras sobrinas de paleta", relata.

La fuerza del amor


Según comenta Pedro, conocer a Olga fue lo mejor que le pasó. Desde que la conoció, se dio cuenta de que era una chica de la casa y con la que tenía ciertas compatibilidades, más allá de que "en algunos gustos eran parecidos y en otros no".

Olga, en cambio, se vio impactada por la caballerosidad, la honestidad y la sinceridad de Pedro.

Para los dos, "el respeto mutuo fue la base de esta relación de tantos años, durante los cuales aprendimos a amarnos los defectos para poder crecer dentro de una armonía", cuentan.

Si bien llevar adelante un matrimonio y una familia "no es fácil, la llama que hay adentro -el amor- es la que permite que uno aguante algunas cosas y nos podamos seguir acompañando", recalca Olga.

Si no fuese así "qué pasaría ahora, cuando uno ya peina canas y hay mayores posibilidades de enfermarse ¿se va el amor? Difícil que esto ocurra porque si amamos durante tanto tiempo cómo se nos va ir el amor de un momento para el otro", remarca Olga al finalizar la charla con Nosotros.

Ivana ZilliFuente: www.portalmix.com/amor/sanvalentin.shtmlFotos: Amancio Alem, Mercedes Pardo, Néstor Gallegos, Télam