Policía y seguridad en Japón

Japón es admirado por los niveles de seguridad que ha logrado. Según las últimas estadísticas se registran aproximadamente 1,8 millones de delitos al año de los cuales sólo 7.000 son considerados violentos (homicidios, robos a mano armada). Su policía cuenta con 221.000 agentes (uno por cada 560 ciudadanos). En la base de su estructura organizativa se destacan las prefecturas, en contacto directo con la ciudadanía. En la cúspide se encuentran la Comisión de Seguridad Pública y la Agencia de la Policía Nacional.

Las prefecturas toman forma de pequeños destacamentos ubicadas en puntos clave de pueblos y ciudades. Allí cumple funciones un policía "de a pie" al que se conoce como, traducción mediante, "hombre de rondas", "el señor que da vueltas", el "policía de a pie", el "policía del barrio" o "kovani". Se trata de servidores muy respetados y eficaces, impronta que surge en gran medida de su notable grado de inserción comunitaria. Como ejemplo de las estrategias policiales para la articulación vecinal puede mencionarse la existencia de policías ventrílocuos que con sus muñecos visitan las escuelas brindando clases especialmente destinada a la educación vial de los niños.

La eficiencia policial se construye a partir del "policía de a pie" quien en su labor cotidiana se mantiene altamente sincronizado con las patrullas motorizadas a las que convoca ante la emergencia del crimen. Estas patrullas también pueden ser convocadas por el ciudadano mediante un número de emergencia (110). El promedio de tiempo que actualmente tardan en llegar al lugar del hecho es de 4 minutos 27 segundos. Este aspecto de la eficiencia es muy cuidado por las fuerzas policiales pero no por casualidad pues guarda una estrecha relación con la concepción preventiva dominante: el delincuente debe saber que será apresado para que desista de actuar. Si actúa es porque supuso que podría escapar.

Producido el delito dos aspectos del procedimiento son centrales por lo que -en general- intervienen dos equipos simultáneamente. Uno se ocupa inmediatamente de preservar las evidencias materiales del hecho. El otro, a la par, recorre el barrio en busca de pistas, testigos, etc. Esta dimensión de la intervención se apoya, como en la mayoría de los países desarrollados, en la utilización de fotomontaje, huellas tomadas en yeso, perros adiestrados, etc.

Para otras tareas como por ejemplo la protección de personalidades públicas existen divisiones como la Policía Especial, o bien Unidades de Rescate ante Catástrofes que están listas para actuar ante desastres, como por ejemplo los automovilísticos, muy comunes en Japón.

No obstante, y aún suponiendo las ventajas propias de un país tecnológicamente desarrollado, vale reiterar que una clave central de las que explican el éxito del modelo japonés se encuentra en la figura del "hombre de rondas". Cotidianamente entabla relaciones cara-a-cara con el vecindario, visitando hogares, comercios, etc. Allí dialoga, recibe sugerencias y brinda asesoramiento sobre seguridad. En su formación académica "el señor que da vueltas" aprende a asumir la colaboración con el ciudadano y la asistencia al transeúnte como parte constitutiva de su razón de ser, todo sin perjuicio de una adecuada formación en lo intelectual, en el manejo de armas de fuego, artes marciales, etc. A su paso por los institutos de formación no sólo aprende idiomas como el inglés sino que también es instruido en el manejo del lenguaje de personas sordomudas. Así es que, durante su patrulla, desempeña con eficacia un mix de tareas como por ejemplo la orientación a turistas y recepción de objetos perdidos (problemática relevante en Japón). Su reconocimiento social, entonces, no es casual.

Tokio, la capital de Japón, supera los 12 millones de habitantes pero aún así se la reconoce como una de las ciudades más seguras del mundo. Su parque automotor supera los 3,4 millones de unidades. Su Departamento de Policía cuenta con 41.000 oficiales, de los cuales 1300 son mujeres. Tiene 1200 pequeños destacamentos en barrios. En promedio, uno de ellos sirve a 4.700 habitantes distribuidos en 1.800 viviendas. Aquí se expresan algunas particularidades de la tarea policial, relacionadas con la complejidad de la ciudad.

En la capital japonesa, como en otras grandes ciudades, una de las tareas claves de la policía es el ordenamiento del tránsito. El "kovani" permanentemente remite información que describe el tráfico en el lugar en el que se encuentra. La información se dirige a una computadora central que procesa tales datos, los suma a los recibidos de sensores electrónicos callejeros y helicópteros para controlar el funcionamiento de los semáforos con lo que regula el tránsito vehicular en la ciudad.

Con todo, Japón no escapa a flagelos de otras grandes ciudades. La edad de los delincuentes juveniles es cada vez menor y el consumo de drogas va en aumento. Pero esto, precisamente, es lo que hace más llamativo el modelo japonés. No basta, claro está, con minimizar su mérito afirmando que forma parte de otra realidad, otra cultura, etc. Esto es obvio. Pero aún así hay en él muchos elementos que debieran ser analizados.

Si ya dispusiéramos de un modelo local exitoso en materia de seguridad podríamos darnos el lujo de obviar el estudio de otras experiencias. Pero sucede que en Argentina, como en muchos otros países de Latinoamérica, los resultados de las políticas de seguridad están dejando bastante en claro que la discusión no puede ser reducida a lo presupuestario (más policías, más chalecos antibalas, más patrulleros). Muy por el contrario, urge discutir el modelo.

Osvaldo Agustín Marcón