El valor de los principios
Por Iride Isabel María Grillo (*)

Todo ser tiene su naturaleza y sus principios, tanto la persona humana como las instituciones, es decir las personas de existencia ideal, que la singularizan, configurando su manera de ser. La naturaleza es su estructura, la que lo hace ser tal, a partir de ciertos elementos esenciales; los principios son las fuerzas morales que lo rigen y lo ponen en movimiento.

Alguna vez escuché, de un funcionario justificar su proceder, a mi entender injustificable, sosteniendo que al ingresar a un órgano de naturaleza política tuvo que dejar de lado sus principios, en aras de obtener resultados positivos. Y así nos fue.

Ésta es una cuestión fundamental, que debe comenzar a revertirse, sin demoras y sin hipocresías, por tratarse de uno de los grandes males que han ido desnaturalizando el verdadero valor y rol de la Política, como actividad esencial del ser humano, cuyo bien supremo es la felicidad de los pueblos.

A medida que en estas últimas décadas avanzábamos hacia todo tipo de reformas tendientes a la "incorporación al primer mundo", fuimos alejándonos cada vez más de nuestra propia esencia, de nuestra propia naturaleza y principios, los que deben necesariamente recuperarse tanto desde el punto de vista individual como colectivo.

Hay que recuperar la confianza y con ello la legitimidad de las instituciones, volver a creer, reorganizarlas a partir de la Verdad y la Justicia, reformulando el consenso y la eficacia. En este proceso, deben revisarse y corregirse los cuatro elementos que integran las instituciones: las personas que las conforman, la administración de los bienes, su organización, y los roles y funciones que cumplen.

Las fuerzas morales

Las fuerzas morales ya no deben ser entendidas como virtudes de catálogo, sino moralidad viva, así lo señalaba José Ingenieros, en "Las fuerzas morales": el perfeccionamiento de la ética no consiste en reglosar categorías tradicionales. Nacen, viven y mueren en función de las sociedades. Las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Templanza, Coraje y Justicia, eran ya para los socráticos formas diversas de una misma virtud: la Sabiduría.

No puede, seria ni creíblemente, hablarse de democracia como sistema político ni como estado social a partir de la ignorancia y de la indigencia que agobia y margina al mayor porcentaje de nuestra sociedad.

Es imperioso fomentar vínculos solidarios que permitan afianzar el consenso. No ver al otro como el enemigo, sino solidarizarnos en las pequeñas y grandes cosas, participando. Reconstruir el consenso, la unidad coherente de nuestra sociedad, que nos permita subsistir, individual y colectivamente.

Debemos recuperar los valores morales y políticos de la República, la virtud política entendida como el amor a la patria y a la igualdad, la consagración del individuo a la comunidad, éste es el verdadero principio que debe orientar a la república.

Los presentes tiempos sociales requieren respuestas urgentes, recuperar el sentido de patria como comunidad de intereses, no unirse para que nada cambie, ni ser cómplices, por acción u omisión. Vencer el miedo, el pesimismo, recuperar nuestra naturaleza y principios, nuestras fuerzas morales.

(*)Jueza en lo Civil y Comercial de la Sexta Nominación, Primera Circunscripción, de la Provincia del Chaco. Profesora Adjunta de la Cátedra "A" de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la UNNE.