Catriel y madame Bovary

Laport estrenó musculosa. FOTO: AGENCIA TÉLAM. 

Por Roberto Maurer

Ayer a las 13 Telefé largó en punta en la gran temporada de novelas de aguas abiertas con el estreno de "Amores en custodia", donde Soledad Silveyra es una empresaria llamada Paz Achával Urien. ¿Quién puede dudar de que se trata de un homenaje a la Mónica Helguera Paz que encarnó en su lejana juventud para "Rolando Rivas, taxista", que perdura como la Catedral de Notre Dame del género? Lleva de pareja a Osvaldo Laport, con quien compartió "Campeones".

No es común que en este mundo, el de la telenovela, se ofrezca una oportunidad a adultos mayores como Silveyra y Laport, ya que el público se ha acostumbrado a protagonistas con veinte o treinta años menos, los que en vísperas de su debut en la tele todavía se salpicaban cuando tomaban la leche antes de ir a la escuela. Dada la edad de la pareja, se eligió un camino seguro, apresurando los acontecimientos, pues ya se conocieron y tocaron en el primer capítulo, es decir que no se postergó la situación para un futuro indeterminado: la gente grande siempre está amenazada por ataques de reuma o dolencias peores.

Juan Manuel Aguirre (Laport) salva a Paz (Silveyra) de un intento de secuestro, justo cuando llega como aspirante a la vacante de capataz a la estancia de los Achával, que es un lugar tan lindo como el parque Garay cuando lo inauguraron. No parece un hombre de campo, y no lo es: se trata de un ex agente secreto encubierto y especialista en operaciones de riesgo, desocupado, a quien le van a rematar su bonita casa donde vive con esposa, hija y perros.

Ella también es casada, pero lee "Madame Bovary", y ya se sabe que el personaje de Flaubert perturba la mente de las esposas. Es una manera de alertarnos acerca de lo que se viene. Por ahora, ella se empecina en contratarlo como guardaespaldas, y no como capataz, a pesar de la negativa de Aguirre.

En el relato, se recurre eficazmente al split screen, y se registra un pasaje donde, con la pantalla dividida, cada uno está acostado en la cama, la suya, y apaga el velador al mismo tiempo: una metáfora emocionante acerca de dos corazones que laten sincrónicamente, todavía sin saberlo. Y no sin amenazas, porque el custodio de ella, que responde al nombre amenazador de Tango Salinas, es un conspirador con un plan tenebroso, que ignoramos.

Otra aproximación se registró cuando Paz visitó a Aguirre para gratificarlo por su buena acción, y lo encontró tranquilizando a un caballo desbocado.

-Aguirre, parece que no sólo sabe salvar a las mujeres. ¿No me va a abrir la reja? -coquetea la estanciera del otro lado del portón.

-Es que tengo perros bravos -contesta el hombre de musculosa con la vieja rudeza de Catriel.

-Pero está usted...

Como se observa, Bovary ya se puso en acción, y ha empezado a decirle cosas como "quiero que trabaje para mí", vomitando fuego por los ojos.

Naturalmente, hay más personajes además de la pareja central, los perros y los caballos. Aguirre conoce a Nicolás Pacheco (Sebastián Estevanez) durante el asalto a una librería, que ambos desbaratan luego de guiñarse un ojo. Nicolás es cinturón negro de taekwondo y Aguirre, todavía no había sido dicho, es un experto en capoeira. Aguirre lo recomienda para el puesto de guardaespaldas que había rechazado, y Nicolás entra a la mansión de los Achával donde, simultáneamente, es flechado por una pícara mucama y provocativa hija de Paz, una jovencita díscola que se niega a aprender piano.

El personaje es interpretado por Melina Petriella, que fue convocada de urgencia el viernes pasado para volver a grabar las partes de Julieta Prandi, que tres días antes había desaparecido sin aviso de los estudios de Teleinde, víctima de un agotamiento provocado por exceso de trabajo. Son las grandes exigencias del Arte.