El sentido del ridículo en clave de poético humor


Por Juan Carlos Arch

"Quiero que la sangre aparezca como flores en la pantalla" es el pedido que Takeshi Kitano hizo al encargado de los efectos digitales. Esto no sólo denuncia el carácter artificial del filme, sino también esa intencionalidad poética tan enlazada al absurdo y al humor que caracteriza toda la obra del autor. Y en el caso especial de esta película debe agregarse el ridículo, verdadero eje temático y estilístico de un filme para reírse de la propia cultura, el propio país y de la condición humana entera.

Zatoichi es uno de los personajes más conocidos de la cultura popular japonesa y Kitano se basa en varias novelas que lo tienen de protagonista. Está ambientada en el siglo XIX y toma el mundo de los samurais y de la guerra entre clanes para controlar un pueblo. Zatoichi es un masajista ciego pero diestro en la espada que oculta envainada en su bastón. Pelea desarrollando sus otros sentidos, especialmente el olor, el tacto y el oído. Y para que parezca más increíble, puede luchar contra varios y ser inexpugnable.

Para que la trama avance hay que apelar también a las convenciones de un género que, como el western, tiene sus malos y buenos. Los primeros aquí son esos clanes antagónicos, que arrastran fechorías hechas años atrás pero que han dejado algún ser vivo para intentar la venganza. Estos aparecen en su momento, pero satirizados y vueltos prácticamente al revés, esto es, quitándole protagonismo y convirtiéndolos en caricaturas a cual más cómica. Así desfilan no sólo los jefes, sino también algún aprendiz de samurai que se pasa corriendo alrededor de la casa espada en mano, o aquel que admira a un travesti al punto de querer emularlo.

Mientras Zatoichi el ciego estudia cuidadosamente sus batallas, no faltan en su persona detalles que pasan del altruismo extremo hasta un cierto surrealismo que va desde un plano con los ojos abiertos desmesuradamente... pero pintados, hasta la duda si realmente es ciego, lo que da a la película un tono de sana ambigüedad (que está clara en la frase que cierra el filme), que va más allá de esta historia absurda, para ubicar esta absurdidad en el ser humano.

Los quince minutos finales son antológicos, pues encierran un homenaje a los filmes de samurai, algo que los norteamericanos todavía no han hecho con el western. Todo esto se convierte en una comedia musical con elementos del tap afroamericano y el teatro kabuki japonés, y estos "bailarines" son capaces de hacer el mejor tap en chancletas. Alucinante y visualmente impecable y bello, Kitano construye un filme de autor, con su sello personal pero a la vez distinto a todo lo que ha hecho antes.

Zatoichi

(Idem, Japón, 2003); Dirección y guión: Takeshi Kitano; argumento: novelas de Kan Shimozawa; fotografía: Katsumi Yanagishima; música: Kaiichi Suzuki; montaje: Takeshi Kitano y Yoshimori Ooota; diseño de producción: Norihiro Isoda; intérpretes: Takeshi Kitano, Tadanobu Asano, Michiyo Ookusu, Gadarukanaru Taka, Daigoró Tachibana, Yuuko Daike, YuiNatsukawa, Ittoku Kishibe y Saburo Ishikura; duración: 116 min. Presentada por Buena Vista Internacional en el América.

Calificación: Muy Buena.