Turismo histórico y rural
Brasil: las haciendas de café con esplendor aristocrático
Antiguas haciendas de café del Valle del Paraíba evocan hoy los tiempos del "Segundo Imperio", en el siglo XIX, cuando Río de Janeiro marcaba la pauta cultural y económica de un Brasil de aristócratas y esclavos.

Algunas de ellas son un marchito reflejo de una época que acabó en 1889 junto con la monarquía y el nacimiento de la república. Otras mantienen vivo todo su esplendor y son hoy el principal atractivo de un incipiente turismo histórico y rural.

El río Paraíba atraviesa el Estado de Río de Janeiro de este a oeste y a su paso se construyó una economía agraria hoy concentrada en la ganadería de carne y leche.

Como legado del "ciclo del café", en un valle de unos 250 kilómetros cuadrados en los municipios de Vassouras, Valenza, Barra do Piraí y Río das Flores sobrevive más de un centenar de las casas de antiguas sedes de las haciendas cafeteras que hoy buscan complementar el turismo y la agropecuaria.

La imponente y solitaria "Hacienda Paraíso" destaca como un palacio de 2.200 metros cuadrados, con sus muebles clásicos, frescos y retratos del emperador Pedro II (1831-1889) y de la emperatriz Teresa Cristina, de los Braganza y Borbón.

"Paraíso", construida en 1845 por el vizconde de Río Preto contaba con un millón de matas de café, unos 800 esclavos y una planta de procesamiento a vapor que hasta hoy se conserva intacta.

Una veintena de estas mansiones ya ha sido incorporada por sus propietarios al Instituto Preservale, iniciativa privada que difunde la existencia de estos tesoros arquitectónicos y su historia para atraer visitantes de dentro y fuera de Brasil.

El fin de la esclavitud, en 1888, fue el golpe de gracia para un sistema que se basaba en la explotación intensiva y predatoria de las suaves colinas del Valle del Paraiba.

Allí, durante 150 años, el café era plantado por mano esclava después de la destrucción del bosque que entonces cubría las costas del sur de Brasil.

La preciosa madera salida de esa selva atlántica sirvió para erigir las hacienda y sus mansiones inspiradas en estilos renacentistas y neoclásicos, decoradas con estatuas de mármol y rodeadas de pastos y jardines a la francesa.

Eran el símbolo de un brutal régimen esclavista barnizado con un refinamiento cortesano tropical.

Ruta del café

Muchas casas conservan los amplios patios, donde el café era puesto a secar para después ser procesado y enviado en sacos, en recuas de mula y después en ferrocarril, hasta el puerto de Río de Janeiro, rumbo a los volátiles mercados de Europa y Estados Unidos.

"Eran estas haciendas aristocráticas las que le daban el sustento político al imperio brasileño", explicó Sonia Mattos Lucas, una de las entusiastas impulsoras de Preservale y propietaria de la hacienda Vista Alegre.

El café desaparecería por completo de la economía de Río de Janeiro para mudarse a los Estados de Sao Paulo y Minas Gerais, desde comienzos del siglo XX.

Varias de estas propiedades han servido de escenario para filmes y novelas de época, entre ellas La esclava Isaura, grabada en la Hacienda Florenza, hoy todo un centro de descanso rural para huéspedes selectos.

La iniciativa de Preservale beneficia también a poblados vecinos, dispersos en la Ruta del Café, un circuito ofrecido hoy junto con paquetes turísticos a Río de Janeiro y la colonial Paratí.

En todo el Valle, hay posadas y opciones culturales, como en el simpático poblado de Conservatoria, donde la música está presente en cada esquina desde la época de la monarquía, pues muchos músicos llevados por los barones del café a las haciendas para que educaron los oídos de sus herederos, acabaron quedándose por los alrededores.

En Conservatoria, hay frecuentes conciertos al aire libre, concursos de música clásica para jóvenes y adultos, y "serestas", bucólicas serenatas en grupo alrededor de las casas vecinas.

Por Omar Lugo (EFE)