Un ministro pide expulsar a extranjeros violentos
En Francia hay menos disturbios pero la polémica se acrecienta
Ninguno de los extranjeros que participó de las revueltas fue aún condenado por la Justicia. El toque de queda parece estar logrando una tensa calma.

AFP/EFE

La violencia que sacude Francia desde hace dos semanas seguía disminuyendo hoy tras la aplicación del estado de emergencia, pero una petición del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, para expulsar a los extranjeros vinculados a los disturbios suscitaba de nuevo la polémica.

Las asociaciones defensoras de los derechos humanos están indignadas con una propuesta del ministro para la expulsión inmediata de todos los extranjeros condenados por la violencia urbana, incluidos los que se encuentren en situación legal.

Sarkozy, blanco de la ira de las bandas de jóvenes durante los disturbios, se ha ganado, con un discurso firme, el apoyo de la mayor parte de la población. Por ejemplo, las tres cuartas partes de los franceses aprueban el recurso al estado de emergencia.

Tras la imposición de esta medida excepcional, posible gracias a una ley de 1955 que se remonta a la guerra de independencia de Argelia, la violencia ha registrado un "reflujo importante" el miércoles por la noche, afirmó un importante responsable policial.

El número de vehículos incendiados, que se ha convertido en un indicador sobre el nivel de los disturbios, bajó por segunda noche consecutiva a 482, en comparación con los 617 de la víspera.

Y es que el domingo por la noche ardieron más de 1.400 automóviles, lo que marcó el punto álgido desde el comienzo de la violencia el 27 de octubre a raíz de la muerte de dos jóvenes en un suburbio de París.

Otro de los factores que determinan una vuelta paulatina a la normalidad es el hecho de que los prefectos, que representan al Estado en los departamentos territoriales, decretasen con mucha parsimonia el toque de queda, permitido por el estado de emergencia.

El miércoles por la noche, solamente una treintena de municipios, de los más de 300 afectados por los disturbios, estuvieron sometidos a esta medida. No obstante, entre ellos figuraban grandes ciudades como Niza (sureste), Rouen y Le Havre (oeste) o Orleans (centro).

En la sensible barriada de Evreux, en Normandía (noroeste), el toque de queda no quedó limitado al tránsito de menores sino que afectó a toda la población.

Esta vez, la noche transcurrió en calma pero algunos habitantes confesaron a la AFP que no entienden esta medida. "Es demasiado, corre el peligro de crear aún más provocación", comentó un veinteañero.

Calma frágil

La prensa francesa mencionaba hoy una calma frágil que queda a merced de cualquier incidente en una de esas barriadas, sobre todo en vísperas de un largo fin de semana de tres días con la celebración el viernes del armisticio de la Primera Guerra Mundial.

En cuanto a la reacción gubernamental, Sarkozy generó de nuevo polémica al afirmar ante los diputados que "120 extranjeros, no todos en situación irregular, han sido condenados" por haber participado en los disturbios y pedir "que sean expulsados sin demora (...) incluidos los que tengan permiso de residencia".

El caso es que entre esos 120 extranjeros citados por el ministro, de las 1.800 personas detenidas desde el comienzo de los disturbios, ninguno ha sido condenado.

Por su parte, el primer ministro Dominique de Villepin ha recibido a madres de los barrios sacudidos por la violencia y a responsables de asociaciones locales que le han pedido más "justicia social".

Jóvenes y pobres

Los jóvenes que protagonizan los disturbios en Francia pertenecen a las clases bajas y se consideran parte de una subcultura occidental moderna y no herederos de tradiciones árabes o africanas, sostiene hoy un editorial del diario New York Times.

La nota, firmada por el profesor de la Escuela de Estudios Avanzados de París Olivier Roy, afirma: "Estamos presenciando el levantamiento provisional de una pequeña parte de la cultura de las clases bajas de Occidente que abarca desde París a Londres y a Los Ángeles y aún más allá".

De acuerdo a la tesis de Roy, resulta erróneo buscar las raíces de la violencia juvenil en motivaciones religiosas o de discriminación contra culturas originadas fuera de Francia.

En cambio, el académico afirma que los jóvenes son miembros de bandas con fuerte identificación territorial en los barrios suburbanos de las grandes ciudades y asociadas con delitos menores que recelan de los extraños, sean éstos otras bandas, policías o periodistas.

"Los disturbios están geográfica y socialmente circunscriptos: todos ocurren en unos cien suburbios, o más precisamente barrios indigentes conocidos como `cités', `quartiers' o `banlieues"', explica Roy.

"En su mayoría, las bandas incendian sus propios barrios y parecen poco interesadas en extender el alboroto a zonas más elegantes", agrega.

Estos barrios comprenden conjuntos de monobloques, construidos en general en los años sesenta y concebidos para incluir todos los servicios necesarios de la población, que se deterioraron con el paso del tiempo y la declinación económica de sus habitantes.

Los protagonistas de los incidentes -señala Roy- son muchachos de entre 12 y 25 años, mientras que los adultos permanecen al margen y no ejercen ningún tipo de autoridad.

Asimismo, el académico descarta cualquier vinculación de la violencia con la influencia de grupos islámicos radicales y de su ideología.

"No hay referencia a Palestina o a Irak en los disturbios. Aunque estos suburbios han sido campos de reclutamiento de los jihadistas (radicales islámicos), los fundamentalistas están visiblemente ausentes de la violencia", sostiene.

Roy propone una explicación sobre esta situación: "los extremistas musulmanes no comparten la agenda de los jóvenes (el comercio de drogas y las fiestas en los clubes nocturnos), y los jóvenes rechazan cualquier clase de liderazgo".

Críticas en el mundo

La ola de violencia sin precedentes que agita a los suburbios franceses sigue suscitando, al cabo de casi dos semanas, gran curiosidad en el mundo, comentarios de asombro, inquietud y a veces de crítica.

En muchos países, los medios de comunicación populares y en particular los canales de televisión destacan las imágenes espectaculares de una Francia "casi al borde de la guerra civil".

En Grecia, las televisiones comienzan los informativos con imágenes de automóviles calcinados y de llamas, e insisten en los destrozos causados por los vándalos en lugar de analizar las causas de los desórdenes.

"Esta cobertura es superficial y unilateral, empaña la imagen de Francia", comenta Richard Someritis, editorialista del diario To Vima (centro-izquierda), que trabajó mucho tiempo en Francia.

También en Suecia, los dos diarios populares ponen mucho énfasis en la violencia de ambas partes, en especial la policial.

En Austria impresionó sobre todo la instauración del estado de emergencia. "Al autorizar el toque de queda, el gobierno recuerda a los jóvenes violentos las horas más sombrías de la historia reciente del país, la guerra de Argelia, las incursiones, las matanzas de 1961", estima Thomas Schmidinger, del Instituto de Estudios Políticos de Viena, colaborador de la revista Context 21.