Un balance de la Cumbre

La Cumbre de Mar del Plata tuvo los resultados más o menos previsibles. Las movilizaciones de residuos de la izquierda, las agitaciones publicitarias de la denominada "anticumbre" constituyen ya algo menos que una anécdota. Los debates entre los presidentes acerca de los fines y beneficios del Alca fueron interesantes, pero también en este campo ya se preveía que Venezuela, Brasil y Argentina iban a manifestar -en diferentes tonos- su disidencia con la iniciativa de Estados Unidos.

Quienes suponen que las conversaciones en Mar del Plata concluyeron con un certificado de defunción al Alca se equivocan en toda la línea. En principio, 29 de los 34 países de América están de acuerdo con él, lo que en números concretos quiere decir que más del setenta por ciento del movimiento económico en América comparte esta estrategia.

Puede que Estados Unidos haya equivocado el cálculo al intentar presionar para que en esta Cumbre se resuelva la adhesión al Alca. Sin embargo, hay motivos para creer que la administración de Bush más o menos calculaba cuáles iban a ser los argumentos de los principales países del Mercosur, por lo que el resultado final no fue ninguna sorpresa, sino un punto de inflexión.

Estados Unidos continuará planteando estos objetivos en próximos encuentros, por lo que se presume que su estrategia no pretende resultados espectaculares sino avances progresivos. Digamos que no hay motivos para pensar que la Argentina vaya a ingresar al Alca, pero tampoco hay motivos muy fundados para creer que esa posibilidad en algún momento no vaya a ser considerada con mucha seriedad por parte de los gobernantes.

Más allá de especulaciones, lo que importa preguntarse es si efectivamente a la Argentina le conviene o no aceptar esta propuesta. Las objeciones que ha echo el presidente Kirchner son en principio razonables y atienden a dos consideraciones centrales: por un lado, a la Argentina le conviene fortalecer la alianza con Brasil como punto de partida para establecer una relación con Estados Unidos en un campo de relaciones de fuerza más parejo; por el otro lado, las observaciones y reproches que le hace Kirchner a Bush son atendibles, ya que mal se puede hablar de las virtudes del libre comercio cuando el primero en desconocer este axioma es Estados Unidos, en tanto no es un secreto para nadie que subsidia con cifras multimillonarias a sus productores rurales en perjuicio de nuestras exportaciones primarias.

El debate está abierto y es importante que Estados Unidos acepte o consienta que los países integrantes de su tradicional patio trasero hagan conocer sus puntos de vista y marquen las diferencias que tienen con el Imperio. Asimismo, importa señalar que Brasil y Argentina deben proponerse objetivos más precisos con relación al Mercosur, ya que no se puede rechazar el Alca en nombre de una estrategia que luego no se cumple.

Digamos a modo de conclusión, que hay muchos temas abiertos a la polémica y está bien que así sea. Lo que importa en todo caso es saber que las grandes políticas se elaboran recorriendo el camino de las argumentaciones, la racionalidad y el respeto a las instituciones. No se lucha contra los supuestos perjuicios del Alca rompiendo vidrieras o practicando una verborragia tan anacrónica como esterilizante.