La cancelación con el FMI
Detrás de la euforia por pagar
El desembolso anunciado por Kirchner cumple a rajatablas con los pedidos del Fondo Monetario, mientras en el discurso se sigue marcando una pretendida distancia. Dudas sobre las supuestas ventajas para el país.

Por Darío D'Atri (CMI)

País cambiante y de optimistas la Argentina. Qué otra cosa si no puede explicar el enorme apoyo que despertó la decisión presidencial de pagarle el total de la deuda al Fondo Monetario Internacional. Hace tres años, no sólo el Congreso aplaudió a rabiar el default de la deuda. Ahora, pagarle al FMI es hacer, literalmente, lo que nos viene pidiendo el organismo que preside Rodrigo Rato. Ellos alejan el fantasma de un siempre posible plantón de la Argentina, embolsan de un saque 10.000 millones de dólares, que se suman a los más de 14.000 pagados a los organismos en los últimos 3 años, y se quitan de encima el problema que los argentinos representamos para tan ortodoxas mentes washingtonianas.

¿Y la Argentina, qué gana? ¿Independencia? Respecto de lo que venía ocurriendo, es como mínimo un argumento enroscado, porque hace ya dos años que al no tener acuerdos con el FMI no había injerencia en el día a día. En cambio, independencia hacia delante es más creíble, porque en Washington ya preparaban la batería de reclamos por temas tan espinosos como los nuevos contratos y tarifas de las privatizadas, una nueva oferta a los bonistas que no aceptaron el canje y una nueva ley de coparticipación federal; todo regado con reclamos de un dólar bajo y tasas altas.

Pero sigue habiendo preguntas: ¿podría haberse logrado el mismo resultado sin ser tan obedientes con el FMI, al que paradójicamente se excomulga en los discursos del presidente? La respuesta, como se repitió en los últimos dos días, es sólo política.

Néstor Kirchner buscó argumentos económicos, financieros y monetarios para convencerse y convencer al país de la conveniencia de pagar toda la deuda al FMI, pero la realidad muestra que las únicas razones valederas son políticas. Sólo en el indiscutible derecho presidencial a moldear el tiempo político para el que fue elegido se explica y comprende un paso de alto simbolismo histórico, baja significación económica inmediata, e importantes dudas sobre el mediano plazo del proceso económico inaugurado en enero del 2002.

Desobedecer obedeciendo

Mucho se ha escrito en sólo 48 horas sobre los efectos económicos esperables de la decisión de cancelar la deuda fondomonetarista, pero apenas es posible imaginar en esas proyecciones el comportamiento de variables puntuales: un dólar estable en los 3/3,10$, algo de presión agregada en los precios, producto de ese dólar alto y bonos que bajarán ahora pero subirán en el 2006 y 2007. Pero el fondo de todo es político, y políticas deben ser las consecuencias a analizar.

Néstor Kirchner digirió casi en soledad la decisión de seguir a Brasil en el pago total de la deuda con el FMI, y empujó esa mirada con la ilusión de un futuro inmediato que desvela al primer mandatario: la consolidación de un modelo de desarrollo heterodoxo, libre de la marca cuerpo a cuerpo de los burócratas del Fondo, pero sobre todo con un Estado nacional remixado, y devenido apenas tres años después del crac de las políticas del Consenso de Washington en el actor clave de la economía.

De allí que muchos analistas hayan abierto el paraguas aclarando que, aunque la medida monetaria y financieramente sea poco objetable, se abre un horizonte de discrecionalidad e intervencionismo estatal difícil de pronosticar en sus resultados.

Sin el FMI para echar las culpas de nuestros fracasos, vale la pena analizar con seriedad cuáles son las chances de desarrollar una política de fuerte intervención estatal, cuando son tan evidentes las limitaciones que hoy por hoy muestra el Estado para la gestión de proyectos y obras que se anuncian pero suelen quedar en los planes. El gobierno, pero con él el Estado, ganará no sólo libertad con el pago al FMI sino también recursos constantes y sonantes derivados de las menores necesidades de recursos para el pago de esa deuda que se cancelará con reservas. Qué hacer con esos fondos es una gran pregunta.

La nueva etapa

Roberto Lavagna fue durante dos años y medio de gobierno K el gran freno a los deslices que imaginaba el ala política del gobierno, disfrazada benevolentemente detrás del mote de "distribucionista", pero en el fondo faltos de una idea cabal del funcionamiento de la economía nacional en el contexto de un capitalismo globalizado. Esos hombres del entorno presidencial, que también suelen apelar con exceso de generosidad a la palabra "keynesianismo" cuando intentan justificar por qué hicieron la guerra a lo que llamaron "el piloto automático" de Lavagna, ahora tienen mucho más poder y -con el pago al FMI- suman recursos multimillonarios que liberará la economía al superarse con las reservas la necesidad de pagar con la caja.

Es justo aclarar que hasta ahora Néstor Kirchner puso frenos a cualquier locura imaginable desde el anacronismo de ver el país actual desde los cristales de aquel otro de hace más de tres décadas, pero si el primer mandatario nombra y renombra tanto la libertad ganada con la decisión de pagar la deuda al FMI, también habrá que suponer que hay decisiones que buscan alcanzar la categoría de realidad. Y en ese sentido, sigue en punta la voluntad presidencial de acortar los tiempos en la lucha por una mejor distribución del ingreso.

Nadie ni nada pueden objetar esa idea, pero son serias las advertencias sobre los cuellos de botella que muestran la economía y el mapa social de la Argentina, verdaderas barreras a superar para alcanzar objetivos loables pero de dudosa concreción en un par de años.

Interrogantes regionales

Más allá de las grandes dudas sobre el manejo de la economía en el nuevo tiempo económico post-FMI, la definición de Brasil y de la Argentina sobre sus deudas y el Fondo en el lapso de pocos días abre un horizonte interesante en términos de ratificación de la presencia del Mercosur.

Gusten o no los métodos y el tono de las palabras, el ingreso de Venezuela al Mercosur, la cancelación de las deudas y, algo más atrás, el parate rotundo al ALCA son una señal fortísima que el mundo deberá procesar antes de entender qué consecuencias generan esos cambios para los pueblos de los principales países de América del Sur.

En lo inmediato, la declaración de Kirchner sobre sus consultas a sus socios del Mercosur y con Hugo Chávez lo muestran menos asentado en el ombligo de la Casa Rosada, con mayor proyección internacional y hasta determinado a invertir buena parte de su tiempo en ésta segunda mitad del mandato en la complicada tarea de relanzar las inversiones de la mano de la búsqueda de un mejor asiento para la Argentina en el teatro del mundo.

Críticas en el Congreso

La decisión del presidente de instrumentar por decreto la cancelación de la deuda con el FMI volvió a relegar al Congreso de la Nación al papel de mero espectador de una decisión política trascendente.

Aunque desde la semana próxima, en el Senado, el Parlamento deberá discutir si ratifica o no aspectos técnicos de la decisión política adoptada por Kirchner, tanto en el oficialismo como en las filas opositoras coinciden en dar a la medida las características de un "hecho consumado".

La primera señal de alineamiento deberá partir de la Cámara Alta. Con una cómoda mayoría oficialista, el Senado analizará la semana próxima el decreto que introduce cambios en el articulado de la Carta Orgánica del Banco Central vinculados a la utilización de reservas destinadas a cancelar deuda.

"Esta decisión es una sobreactuación del gobierno. Es un hecho innecesario porque ese dinero (9.810 millones de dólares) tiene mejores destinos que la cancelación. Es una operación que no trae beneficios", adelantó el titular de la bancada radical en el Senado, el mendocino Ernesto Sanz.

Con todo, el debate más duro se presagia en la Cámara de Diputados donde la oposición viene de intentar fallidas modificaciones a las dos leyes económicas (Impuestos y Presupuesto) cuya aprobación resultó vital para que la Casa Rosada avanzara en el anuncio de cancelación de deuda con el FMI.

El razonamiento en ese sentido corrió por cuenta del jefe de la bancada del ARI, Eduardo Macaluse, quien advirtió que el anuncio del Ejecutivo "explica y muestra la verdadera causa" política de los proyectos aprobados en Diputados.

"Se votaron dos leyes que confirman una distribución retrógrada de la riqueza. El objetivo era utilizar el ahorro para pagarle al Fondo y no para proteger a los sectores más empobrecidos y a los trabajadores", dijo Macaluse.

El legislador arista amplió que "el superávit estuvo prefijado para pagarle al Fondo lo que el Fondo reclamaba. Las felicitaciones expresadas por el titular del organismo, Rodrigo Rato, demuestran a quién fue que le convino más esta medida", juzgó.

Un mismo tono crítico utilizó el jefe de la bancada de PRO en Diputados, Jorge Vanossi. "Esta medida se adopta con un evidente maltrato al Congreso porque dictan decretos de necesidad y urgencia cuando el Parlamento está funcionando, en pleno debate del Presupuesto 2006", dijo el legislador.

Además, Vanossi observó como "llamativo" que Kirchner haya decidido pagarle al Fondo, el acreedor externo con quien más se enfrentó política y públicamente, pero que, según explicó, "cobra los intereses más bajos".

"Lo razonable hubiera sido achicar intereses con los acreedores que cobran intereses más elevados. Por eso la euforia del anuncio no parece justificada. Es retórico decir que el gobierno se desprende de todas las recetas del FMI", razonó Vanossi.