Cuando el heroísmo huele a perfume de mujer
Innumerables mujeres han sido grandes protagonistas de la historia. Heroicas, sacrificadas y arriesgadas, dieron sus vidas en pos de sus ideales. Nombres para descubrir, conocer y admirar. Textos de Zunilda Ceresole de Espinaco. Foto de El Litoral.

El heroísmo es el esfuerzo elevado de la voluntad y de la abnegación que impulsa a realizar actos extraordinarios. Innumerables son las mujeres que han llevado a cabo hechos heroicos, sacrificándose y arriesgando sus vidas en pos de ideales de libertad y de solidaridad con sus semejantes.

Muchas triunfaron, otras perdieron la vida en plena lucha o condenadas a una muerte afrentosa, pero sus nombres se citan con admiración debido a su grandeza moral, su capacidad de sacrificio y valentía innata.

Estas heroínas han dejado señales en la historia, porque hubo en ellas un elevado ideal humano que, como un manantial inexhausto, las superioriza.

Heroína brasileña

Cuando Portugal fue invadido por Napoleón en 1807, el príncipe regente huyó a Brasil y estableció su corte en Río de Janeiro. Con el nombre de Juan VI, reinó hasta 1821, año en que regresó a su patria. Dejó como regente a su hijo Pedro, quien se propuso independizar esta tierra.

Numerosos patriotas recorrían el interior de Brasil propagando ideas independentistas y tratando de reunir adeptos a la causa.

Uno de ellos llegó a Bahía y se alojó en la residencia del portugués Gonalves de Almeida. Habló con esta familia sobre la causa de la independencia de la patria con fervor y entusiasmo.

Una hija del dueño de casa, María Quiteria de Jesús Madeiros, quedó tan cautivada por la elocuencia del huésped, que pidió permiso a su padre para alistarse en las filas del ejército libertador como soldado.

El permiso le fue denegado pero ella consiguió ropas de varón y, así disfrazada, aprovechó que el padre salía en viaje de negocios para Cachoeira y se mezcló con los sirvientes que lo acompañaban. Una vez allí, se alistó en un batallón de artillería, pasándose poco después al cuerpo denominado "Voluntarios del Príncipe Pedro".

Cuando se descubrió su verdadero sexo, ella permaneció como soldado, pero cambió el pantalón por una falda similar a la que llevan los soldados escoceses y continuó la lucha, destacándose continuamente por su valentía y temeridad.

Cuando los lusitanos intentaron apoderarse de Itaparica y otros puntos indefensos en la costa, reunió a las mujeres y formó un batallón con ellas, guiándolas a la victoria.

La heroína tuvo participación en numerosos hechos bélicos y demostró siempre su gran amor a la patria y al ideal independentista.

Don Pedro I, por estas virtudes, prendió con sus propias manos, en el pecho de la valiente joven, la insignia de Caballero de la Orden Imperial del Cruceiro.

Una patriota extraordinaria

Doña Juana Azurduy de Padilla prestó inmensos servicios a la causa de la emancipación. Con coraje insólito acompañó a su esposo -el coronel Padilla- en combates cruentos, alentando desde la primera línea a los soldados que comandaba su compañero.

Los jefes realistas estaban asombrados por el accionar de esta mujer y decidieron respetar su vida si lograban atraparla. Entre ellos figuraba el coronel Herrera, quien estaba obsesionado por lograr su cautiverio. Siempre decía: "Yo seré el primero en respetar a esa mujer, pero juro que castigaré su audacia y temeridad".

Al enterarse de que Padilla, al frente de una expedición, había marchado al Chaco y dejado a su esposa encargada de la defensa de su cuartel general, se dirigió hacia allí, comandando una fuerza de infantería.

Avisada por sus avanzadas, Doña Juana lo esperó al frente de veinte tiradores y doscientos aborígenes, armados tan sólo con hondas y mazas.

Al divisarlos, en vez de esperar el ataque, se lanzó sobre ellos con tanto furor y eficacia que los desbarató y tuvieron que huir.

No conforme con la victoria, la heroína altoperuana embistió contra Herrera, que enarbolaba la enseña realista a la que se había propuesto izar en el cuartel patriota. De un pistoletazo lo mató y se apoderó de bandera y armas.

Este episodio es sólo uno de los tantos hechos que protagonizó esta valiente mujer, a la que se le otorgó el grado de coronel por sus numerosas hazañas.

Mucho sufrió y perdió por sus ideales, pero su recuerdo quedó inscripto con letras de oro en el libro de la historia americana.

Las niñas de Ayohuma, sublime heroísmo

Luego de la derrota de Vilcapugio, el Gral. Belgrano inició la retirada hacia Salta. La suerte le fue adversa y, al ser alcanzado por los realistas en las pampas de Ayohuma, se vio obligado a presentar batalla a las tropas del Gral. Pezuela. Esto ocurrió el 14 de noviembre de 1813.

Durante el combate, una mujer negra y dos de sus hijas daban de beber a los soldados heridos de ambos bandos.

Se las veía cruzar impertérritas el campo de batalla para ir a buscar el precioso líquido con que aliviar la sed de los caídos, a quienes curaban e infundían consuelo y esperanza. íCuántos de aquellos sufrientes habrán recordado en esos momentos, cuando recibían el afecto maternal de esas mujeres, el de otras madres, esposas, hijas, novias... que en distantes ciudades y pueblos estaban imposibilitadas de hacer otra cosa que no fuera rezar por ellos!

La madre se llamaba María y era conocida en el campamento criollo como "Madre de la Patria".

Tanto la madre como las hijas, nimbadas de altruismo, dieron un formidable ejemplo de valor y caridad cristiana. La historia las bautizó como "Las niñas de Ayohuma".

La Libertadora del Libertador

Simón Bolívar, uno de los personajes cumbre de la historia americana, quedó viudo a los 19 años, a 10 meses de haberse casado. Transido de dolor, juró no volver a casarse, promesa que cumplió.

No obstante su juramento, tuvo una vida esmaltada de amores, pero ninguno fue consagrado ante el altar.

El 25 de setiembre de 1828, estando Bolívar en el palacio presidencial de Nueva Granada junto a Manuela Saenz, la amante preferida de los últimos seis años, quien compartía sus ideales americanistas, unos asesinos políticos entraron para darle muerte. Sus pasos resonaron el corredor y llegaron a la puerta de las habitaciones de Bolívar.

Éste, dándose cuenta de lo que pretendían, se dispuso a resistir, pero Manuela Saenz logró disuadirlo. Prestamente abrió una ventana y pidió al Libertador que se salvara. Desde ese momento se la llama popularmente la Libertadora del Libertador.

La templanza de carácter, las palabras oportunas y el amor de esta mujer salvaron de una muerte indigna a quien fue sin duda una gran figura de la humanidad.