"Saquen buenas fotos, muchachos", decía un señor grande, de escasa altura, con vaqueros levemente engrasados, de pulover, lentes y ojos bien azules, que andaba deambulando por la playa de estacionamiento de Sola y Brusa, mientras El Litoral registraba fotos de unidades nuevas después de haber entrevistado a los actuales dirigentes de la empresa.
"Aunque no lo crean, yo soy un poco dueño de esto", agregaba. Era nada menos que "Mingo" Brusa.
El y don Sola, cuando tenían 20 años, empezaron a reparar autos en el centro de Franck. También trillaban por distintos campos. En una cosecha por el sur se hicieron "con 11 mil pesos de los fuertes". Y justo vinieron unas personas a pedirles que hicieran unos acopladitos que ya estaban vendidos, porque ellos no podían.
Hoy, 45 años después, Sola y Brusa, ya no en el centro de Franck pero todavía en ese pueblo, en el que es todo un sello, un emblema, es una de las industrias líderes en la fabricación de acoplados y semirremolques habiendo dominado por 4 años los patentamientos en la Argentina.
Cada empresa es un mundo aparte pero la industria metalúrgica de la provincia tiene algunos patrones que cumplen casi todas, sean de maquinaria agrícola, acoplados o estructuras.
Empezaron así, bien de abajo, con talleres de reparación, engrasándose hasta los dientes. Crecieron, tuvieron vaivenes con las crisis nacionales, se acomodaron, siempre la pelearon. Y hoy, que son grandes, algunos muy grandes, siguen "martillando" y engrasándose.
Con orgullo, casi todos se jactan de haber llegado "hasta sexto grado" y de asegurar que "no existen los milagros, el único milagro es levantarse todos los días a las 6 de la mañana para laburar".
Hoy no saben si pegar otro salto -y a veces ya son los hijos los que deben tomar esas decisiones- porque le temen a lo que ya vivieron tantas veces en este país. Se quejan de la falta de mano de obra especializada. Pero siguen para adelante. Y buscan mejorar cada día, generando bienes, dando empleo... En fin, dando valor agregado.
