SEÑAL DE AJUSTE

La chica de pelo rojo y el vestido de terciopelo azul


Por Roberto Maurer

Ella, la chica de cabeza de fuego, puede ser recordada por su estilo enigmático junto al maestro Chiche Gelblung, hace tiempo. Luego, Viviana Canosa se hospedó en ese ámbito maligno donde reina Jorge Rial, aún distante pero pérfida. Luego pasó al 9, debutando como conductora, y explotó de histrionismo. De un día para el otro, la echaron y se fue, con su cabeza roja gacha.

Luego de una ausencia de dos años, acaba de volver al 9 con "Los profesionales de siempre", un programa de chimentos, es decir, ese género dedicado a las vidas triviales de la farándula que contribuyen a banalizar la existencia de quienes, frente a la pantalla, dejan que su propias vidas vayan siendo absorbidas por las peripecias cotidianas de Luciana Salazar. En realidad, las menudencias de la farándula, ciertas o inventadas, sirven de materia prima para una puesta en escena donde la malicia, real o fingida, constituye la principal fuente de atracción, y también la imaginación puesta al servicio de conflictos falsos o agigantados. De todos modos, ¿acaso la caída de la Bolsa es más interesante o nos afecta más que otra caída, también reciente, la que sufrió Nazarena Vélez en la bañera?

Viviana Canosa volvió en condiciones poco afortunadas, en vísperas del Mundial y en horario de partidos, lo que representa casi una inmolación. Y debutó el mismo día y horario del amistoso que jugó el seleccionado, aunque con algo a favor: fue al día siguiente del Martín Fierro, o sea, con abundante material. "Soy la súper chica, no tengo rival", dice la letra cantada por Thalia en un tema que, según la Canosa, ha estrenado su programa. Sacude su peluca roja, baila y se agita gritando "Estoy en casa de nuevo", mientras afirma que nos ha extrañado mucho, un sentimiento sobre el cual insistirá en las dos horas siguientes.

Acerca de lo sucedido la noche anterior en el Hilton, ella y su panel creyeron haber visto cruces de ex parejas, borracheras escandalosas, reconciliaciones, romances y escenas escalofriantes en los baños. Lo más interesante, al fin, fue el pezón que se le escurrió por el escote a Susana Giménez, en el momento en que posaba para "Caras". Fue un pezón inofensivo, que se escapó sin morder a nadie, pero que se convirtió en uno de los grandes titulares del programa, en un accidente que pudo haberse repetido con Ileana Calabró y Soledad Silveyra, cuyos pronunciados escotes los mantuvieron en estado de alerta. De Susana Giménez se ensalzó la calidad de su desodorante, ya que, como se sabe, la diva siempre se expone con su costumbre de levantar y sacudir brazos muy seguido, como un señalero de ferrocarril.

Los escándalos prometidos se fueron diluyendo, y se limitaron a consignar que "las hijas y la ex de Maradona tenían cara de orto", que Mariana Fabbiani plantó a su equipo, que "el bombón" Echarri y su esposa Nancy "andaban como locos a los chupones entre bambalinas", y que durante los obituarios los invitados continuaron comiendo, indiferentes, lo que les valió la calificación de "maleducados", como si la farándula se hubiera formado en la corte de los Romanoff.

La carroña

A los 45 minutos se produjo el primer corte, y a la vuelta, la Canosa declaró que "últimamente me estoy enamorando de los gays, todos mis amigos lo son", y de inmediato, fue al living para presentar a tres diseñadores, así que el comentario previo pudo interpretarse como una alusión al oficio de los invitados.

Jorge Ibáñez, Laurencio Adot y Benito Fernández capturaron la atención de gran parte del programa, con el idioma secreto de la alta costura y el análisis de los modelos de las invitadas al Hilton. El trío de diseñadores ofreció un frente común a las presiones de Canosa, que exigía revelaciones acerca de la clientela, y sembraba cizaña entre ellos, tratando de averiguar si se robaban ideas y conchabos. Fue notorio que los modistos tienen códigos comunes, como los plomeros, albañiles y carpinteros, y apenas soltaron un episodio que unas horas antes había sido revelado por Rial en el otro canal, y que ya constituye un acontecimiento de dominio público, el caso del vestido de terciopelo azul que Araceli le encargó a Ibáñez y que terminó haciendo Adot, pagado por el ex esposo Adrián, lo que detonó un estilizado comentario de Canosa: "¿Suar le sigue tirando los perros?".

La Canosa insistió, incansable, con el fin de llegar al húmedo fondo del incidente del vestido de terciopelo azul, intuyendo que allí estaba la carroña que podía salvar la tarde, pero se estrelló contra el secreto profesional de los diseñadores. Sumados, eran ocho hablando al mismo tiempo, aunque, es posible, ninguno de ellos decía algo trascendente.