El dedo del inspector

Un giro inesperado y hasta sorprendente podría dar en las próximas horas la investigación iniciada la noche del lunes, apenas un inspector de bromatología denunció en la ciudad de Reconquista que varios desconocidos lo secuestraron, lo encerraron en un furgón y le cortaron el dedo índice de su mano derecha.

El sumario policial acerca del incidente denunciado en la Comisaría 1ra. por Horacio Nicolás Alegre (45), ya habría concluido, pero ese informe elevado a la justicia reportaría al instructor más dudas que certezas. Quiénes, cuándo, dónde y por qué motivo pudieron haber cometido esa brutal agresión, son preguntas que todavía no tienen respuesta.

Los agentes que escucharon el relato del inspector Alegre con la misma atención que dedicaron a otras personas, las que a la hora del supuesto secuestro estuvieron en los escenarios señalados por aquel, habrían advertido que las diferentes versiones no se corresponden y son contradictorias, en algunos aspectos.

En principio las incoherencias observadas en el discurso de Horacio Alegre habrían sido atribuidas por los investigadores de la Unidad Regional IX a la traumática experiencia vivida por él, pero después, al profundizar la pesquisa aquellos habrían entendido que otra, muy distinta, podría ser la explicación del misterioso asunto.

Las dudas que surgen de las declaraciones del inspector se podrían despejar definitivamente cuando en las próximas horas el magistrado interviniente ordene nuevas diligencias como, por ejemplo, la reconstrucción del hecho en los distintos escenarios referidos.

Según Horacio Alegre varios desconocidos lo secuestraron en pleno centro de la ciudad de Reconquista y lo obligaron a ingresar en un vehículo utilitario donde, sin más explicaciones, le cortaron el índice de la mano derecha, a altura de la segunda falange.

El denunciante habría referido a los funcionarios de la Seccional 1ra. que, en momentos que conducía su automóvil particular, un Fiat 1500, fue obligado a desviarse del camino para ingresar a la playa de estacionamiento del Hospital Central.

Allí, -siempre según los dichos de Alegre- aquellos hombres lo obligaron a descender de su automóvil y por la fuerza lo introdujeron en un furgón donde lo sometieron a una dura golpiza antes de seccionarle el dedo.