Las lecciones no aprendidas de Cromagnon

La reciente actuación de la banda musical Callejeros, en un local nocturno de Buenos Aires, demuestra que la tragedia de Cromagnon no dejó enseñanzas entre quienes fueron sus principales protagonistas.

Más allá de que se recurrió a una suerte de ardid legal para habilitar la actuación del controvertido grupo, lo que llama la atención es que los responsables del local en donde actuaron cometieron imprudencias parecidas a las que desencadenaron la tragedia de Cromagnon.

El local Retro o Teatro Flores fue habilitado este año; pero para sorpresa de las autoridades, se sabe que la noche en que actuó Callejeros junto con la banda Jóvenes Pordioseros, la cantidad de público fue superior a lo que permitía la habilitación.

Conviene destacar que el exceso de jóvenes en un local no es producto de la casualidad o de la distracción, sino del cálculo económico de los organizadores.

Callejeros ¿se cree a salvo de una nueva tragedia? La pregunta no es arbitraria, ya que los integrantes de esta banda deberían ser los primeros, luego de la aterradora experiencia vivida, en asegurar que las normas de seguridad se cumplan a rajatabla, aunque más no sea por respeto a los muertos y a su propia autoestima.

Familiares de las víctimas de Cromagnon advirtieron sobre la ilegalidad de la presentación de la banda Callejeros, y denunciaron que en el local Retro no sólo se violaron las normas que limitan el acceso del público, tampoco se habría contado con los más elementales recursos de prevención. La deducción, entonces, cae por su propio peso: hay ciertos ambientes o sectores sociales a los que las tragedias les enseñan poco y nada.

Está claro que no se puede esperar que grupos que hacen de la transgresión un estilo de vida -y, a la vez, un suculento negocio- respeten las leyes y a sus conciudadanos. En consecuencia, corresponde que el Estado se haga cargo de esta tarea y ponga los límites del caso.

En la ciudad de Buenos Aires, un jefe de Gobierno debió abandonar su cargo como consecuencia de lo ocurrido en Cromagnon. La lección debería ser tenida en cuenta por las nuevas autoridades. En tal sentido, se debe impedir que estos locales y estas bandas funcionen al margen de las normas de seguridad. Para eso, los controles deben ser periódicos y efectivos, y no solamente cuando el tema es noticia en los medios de comunicación.

En su momento, sostuvimos en esta columna que la tragedia de Cromagnon tenía diversos responsables; en primer lugar, los empresarios inescrupulosos, pero también ciertas bandas de rock ávidas de dinero y un público al que parece gustarle vivir al filo de la navaja.

Por consiguiente, además de los controles a los que el Estado está obligado a realizar, sería deseable que los jóvenes reflexionen sobre los riesgos que sus conductas producen. También, atendiendo a que en muchos casos se trata de adolescentes, sería importante que los padres adviertan a sus hijos sobre los peligros que corren. Una vez más, decimos que hasta el Estado más eficiente del mundo es impotente si la sociedad no lo acompaña en el cumplimiento de sus objetivos.