Estrenan "El tapadito" en el Museo Rosa Galisteo
Una historia con teatralidad
Protagonistas. Los hacedores de la nueva propuesta: Pablo Boiko, Alejandra Digliodo, Lito Senkman, Cristina Pagnanelli y Carlos Méndez. Foto: Luis Cetraro. 

La obra de la exitosa Patricia Suárez está protagonizada por Cristina Pagnanelli y Alejandra Digliodo, dirigidas por Lito Senkman

Roberto Schneider

Lito Senkman es uno de los directores más talentosos y exquisitos de la región. Nacido en Paraná, adonde desarrolla su más intensa labor, de vez en cuando cruza el túnel y se embarca en un proyecto con santafesinos. Así, este viernes estrena en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez su versión de "El tapadito", obra de la exitosa escritora rosarina Patricia Suárez, interpretada por Cristina Pagnanelli y Alejandra Digliodo.

La inteligencia y la mesura son notas distintivas de Senkman cuando habla -con indisimulable pasión- del hecho teatral. El año pasado estrenó con éxito de crítica y público una versión sobre la trilogía "Las polacas", de la misma autora. Ahora elige nuevamente un texto de Suárez porque se identifica con las temáticas de esta dramaturga. Por el modo de su escritura teatral, que le produce en seguida imágenes de actores y actrices para realizar un relato paralelo. "Me interesa muchísimo cómo escribe teatro Patricia; como director me produce una empatía que me estimula para dirigir sus obras. Siempre quise trabajar con Cristina Pagnanelli y ahora con Alejandra Digliodo, dos actrices santafesinas con las que cualquier director se sentiría orgulloso. Cuando leí `El tapadito', rápidamente me acordé de Cristina. Y con la presencia de Alejandra, la historia se enriquece".

La fuerza de la palabra

Senkman enfatiza que la autora proviene de la poesía, de la narración. Entonces, sostiene, "el lenguaje, la palabra, independientemente de lo dramático, tiene valor en sí misma. Tiene una gran virtud, que la transforma en una excelente dramaturga: en lugar de agregar información para el lector o espectador, la sustrae, como Ibsen. Eso potencia mucho la labor".

Al otorgarle valor al uso de las palabras, la dramaturga elabora un lenguaje muy rico, que sugiere más de lo que muestra. "El lenguaje nunca es unívoco, lo que dicen los personajes produce sentidos distintos. Además de decir eso, quiere decir otra cosa más. Por esto con las actrices tratamos de descubrir otras posibilidades. Es una de las características que más me fascina de esta autora. En cada situación uno va descubriendo cómo van goteando las imágenes. Tiene un humor, una personalidad y un imaginario relacionados con la literatura que rescata la palabra, se transforma en metáfora y se convierte en un teatro que alude a lo poético. Pero, esencialmente, el texto de Patricia posee una teatralidad incuestionable".

Una intensidad que salpica

La pregunta se impone de cajón. Una autora con esas características necesita sí o sí buenos actores que expresen con necesaria carnadura sus textos. "Los textos de Patricia necesitan actores intensos. Un actor intenso es aquel que escucha y el público entabla un diálogo con él, no porque se emocione fácilmente, sino porque esa intensidad salpica al espectador y contribuye a enriquecer el relato del autor. En `El tapadito' aparecen estos dos personajes que necesariamente tienen que ser encarnados por actrices que, independientemente del lenguaje, ellas, como personas, sus presencias, son suficientes para que el público quede atrapado. Así como también es necesario que el encuentro entre texto, actrices y público posibilite construir la puesta".

El relato que antecede permite intuir la necesidad de un buen director para plasmar un mundo tan particular. "Más que un puestista, se necesita un director lúcido, sensible y obsesivo, que acompañe y profundice el trabajo de las actrices, como si fuera su alter ego. Que esté sobre ellas, dentro de ellas. Hay que estar atento a las pausas, a las miradas. Hay que tener oído musical, porque Patricia usa palabras cargadas de significado, de intensidad".

Una historia atractiva

La historia de la obra refleja una relación muy extraña entre dos mujeres alemanas -una modista y su clienta- que han podido radicarse en nuestro país escapando de la Segunda Guerra Mundial. Pero es también "la historia de una amistad. Es una historia atractiva por lo siniestro, por el deseo de venganza que tiene una de ellas, y también aparece el tema de la mujer golpeada".

El trasfondo es muy elocuente. Uno de los personajes se refugia en el mundo del cine y la autora construye la trama sobre la base de la historia de estas mujeres que tienen sensibilidad sobre las cosas comunes. Lo atractivo está puesto en un texto muy valioso, que plasma una relación dolorosa y sumamente profunda. Con potencia dramática, con profunda sensibilidad.

"No es una comedia, tampoco es un dramón, tiene por momentos ribetes policiales, hay un humor corrosivo. Para revelar en el teatro, una vez más, las verdades".

El equipo

Actúan Cristina Pagnanelli y Alejandra Digliodo. Escenografía, vestuario y puesta de luces: Carlos Méndez, con la asistencia de Pablo Boiko, también a cargo del diseño gráfico. La selección musical es de Genevieve Barletta y la producción ejecutiva de José Bastías. La dirección y puesta en escena son de Lito Senkman. Viernes y sábados, a las 21. Entradas, $ 12.