Chica y chico se conocen en Internet. Se conocen pero nunca se vieron. De eso se trata la película de David Bisbano que se proyectará hoy a las 20. "María y Juan (no se conocen y simpatizan)" es un filme con dos personajes que tienen el objetivo de encontrarse. Y nada más. Argumento mínimo para una película que aprovecha al máximo su planteo. Buenos Aires es, al comienzo, un paisaje bien aprovechado. Con el correr de los minutos y los desplazamientos de María y de Juan, los rincones de la ciudad empezarán a conformar un clima urbano extraño, también maligno, inocente, nocturno y diáfano.

A las 22 será el turno de una película-diario sobre las relaciones, las dificultades del amor y la conflictiva comunicación coreano-japonesa. En "Erotic Chaos Boy" un joven cineasta coreano conoce a una joven documentalista japonesa en un festival de cine. Comienzan una relación de pareja, pero hay dos problemas: uno es la distancia que los separa, y el otro es que él no habla ni entiende japonés y ella no habla ni entiende coreano. Choi Jin-sung hace oscilar su simpático ensayo entre la liviandad y la melancolía, entre los chistes y las reflexiones serias, y entre el dolor y la alegría juvenil.

En la función de medianoche se podrá ver el mediometraje "Shadow", de la japonesa Naomi Kawase. Esta muy luminosa obra de 26 minutos pone en el centro a una mujer -de manera oblicua, un álter ego de Kawase- a quien se le presenta de manera directa su padre, al que ella no conocía.

La función de trasnoche incluye dos cortometrajes de Pere Portabella, uno de los cineastas "revelación" del último Bafici. "Acció Santos", está atravesado por el arte conceptual y el autoanálisis de los lenguajes artísticos en los '70. Por su parte, "Play-back" se ofrece como un pequeño ensayo en el que Portabella se dedica a analizar la "materialidad" de los lenguajes estéticos y culturales. El programa incluye además un bonus-track.

La primera función del día será a las 17.30, con "Presidente Mir Qanbar". Es un humilde ex empleado del Ministerio del Interior iraní que a los 75 años ha decidido postularse (por cuarta vez) para presidente. Sigue una máxima: el hombre común debe confiar en su capacidad de gobernar al pueblo. Sus recursos de campaña son mínimos: recorre los pueblos en bicicleta repartiendo unos muy pocos panfletos con Seifollah, un discapacitado físico, como único asistente. Los potenciales votantes los reciben con desconfianza. Mir Qanbar dice haber encomendado su elección a la voluntad divina.

A las 19, llegará la segunda entrega de Bergman completo. En "Bergman y la Isla de Farš", el director se retrotrae hasta su infancia y las experiencias que lo formaron y endurecieron. Sin eludir los temas más personales y dolorosos, Bergman describe sus fobias y rutinas diarias, y explica cómo -durante el rodaje de "Persona" (1966)- decidió que viviría en soledad en la isla, disfrutando "del placer de no hablar".

A las 20, "Una carta de Greenpoint", es la crónica de una mudanza, la de Jonas Mekas, que luego de tres décadas de vivir en el Soho se traslada a Brooklyn. Este diario personal es un concentrado de "pequeños destellos de belleza", con el propio Mekas como centro de la mayoría. Hay un largo plano del departamento del Soho ya vacío, una hilarante oda a un huevo duro, un joven que declara su amor a Norah Jones, Mekas cantando "Like a Rolling Stone" a capella y muchos más chispazos vitales de un director que se muestra a sí mismo.

La función central de la noche, a las 22, estará a cargo de la película argentina que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el último Bafici y que en la noche contará con uno de sus directores. Se trata de "Soledad al fin del mundo", una película sobre tres personajes solitarios que viven en el desierto helado del sur argentino.

Carlos Casas y Fernando Zuber los muestran, fusionándolos con el paisaje. Recuperando la obsesión clásica de muchos documentalistas por la captura de lo absoluto y la exploración de aquello que está más allá de lo conocido, encuentran la belleza del tiempo en la belleza de las cosas, que adquieren así una materialidad extraordinaria. Como si se tratara de una aventura lacónica, como si Casas y Zuber hubieran descubierto que al viento, la tierra, el agua y el fuego no pueden exigírseles historias.