La oposición en letargo
Pore Carmen Coiro (DyN)

El duelo entre la Iglesia y el gobierno ocupó en los últimos días las primeras planas de los medios argentinos: la oposición prácticamente no aportó nada al debate, que justamente se generó por su responsabilidad, o más bien por su irresponsabilidad: el seguir escondida debajo de la alfombra, o el haber optado por recibir cómodamente los favores del oficialismo, está causando más riesgos a la democracia que cualquier otro factor de poder.

Cada vez se acerca más el momento en que lo que queda de los partidos políticos opositores debe tomar una decisión institucional frente a la sociedad: es una instancia crucial.>

A un año de las elecciones presidenciales, el panorama político se tensa y se enrarece cada vez más. Cuando un grupo importante de radicales decidió pasarse a la vereda del oficialismo, que en definitiva es el partido justicialista con un estilo diferente, pero peronista al fin, lo que hizo fue desertar de sus responsabilidades republicanas.>

El presidente Néstor Kirchner celebra esa deserción, la degusta, la goza, porque le sirve para acumular más poder, su meta central. ¿Pero se habrán detenido a pensar en algún momento los radicales K si sus bases aprobaban ese enlace insólito, tan extraño como el que la Ucede consumó con el menemismo? Al parecer, no. Sólo tomaron la decisión en una reunión entre dirigentes, dando un ejemplo de lo que más rechaza la sociedad de su dirigencia: la "digitalización" de la política, la toma de decisiones ignorando el pensamiento de los afiliados o adherentes.>

Al fin y al cabo, los políticos viven de la gente, apelan a ella para conseguir su voto y en consecuencia, disfrutar de una porción de la torta del poder, pero lo hacen desdeñando sus sentimientos. El sector del radicalismo que intenta mantenerse fiel a su papel opositor, optó -vaya paradoja- por impulsar a un candidato a presidente que también sale de las filas del peronismo: el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna. Con tan poca suerte lo ha hecho, que el potencial candidato prefiere lucirse en los foros internacionales, mostrar su mejor cara, la del hábil político y técnico que logró enmendar los desastres económicos de los últimos tiempos, y como la "alternativa superadora" del kirchnerismo, pero mucho más, no se juega. Como si Lavagna no quisiera pisar con sus zapatos inmaculados el barro del proselitismo, desdeñando él también de otro factor fundamental de la democracia: el encuentro con la gente, el debate ante la sociedad, el intercambio con los potenciales electores.>

Desde el ARI, a Elisa Carrió la pudo más la indignación por saberse cuestionada por sus pares que su responsabilidad por seguir sosteniendo a un sector de la sociedad que tenía una fe fuerte en su persona. Ella también desertó, al abandonar la conducción de su partido, y optó, casi en un suicidio político, por convertirse más en opinóloga que en conductora de almas hacia luchas por obtener espacios en el juego de la democracia.>

Desde la centroderecha, Mauricio Macri y Ricardo López Murphy parecen algo más entusiastas en su búsqueda de territorios, pero también se detienen en las discusiones domésticas y en los devaneos sobre a quién ofrecerán alianzas para engrosar un sector, que por ahora es demasiado pequeño como para aspirar a obtener algún puesto de significación en octubre.>

El socialismo, siguiendo su tradicional predilección por la fragmentación, también se debate más en sus propias y enmarañadas internas que en enfrentar al poder que hoy gobierna el país.>

Mientras tanto, alarman cada vez más las actitudes hegemónicas de Kirchner, su discurso intolerante, crispado, generador de divisiones y despertador de viejos conflictos. Está convencido de que ese tono es el que mejor cae a los argentinos, y es probable que así sea, porque las encuestas lo siguen mostrando en la cima de las preferencias políticas.>

Sin embargo, hay una porción silenciosa de ciudadanos que seguramente debe experimentar preocupación por el clima de tensión y de división que se propone desde el poder y que la oposición no hace nada por desalentar. El sindicalismo, otro factor fuerte del poder, está ya casi en su totalidad del lado del oficialismo, al igual que la mayor parte de los piqueteros, que nacieron como rebeldes y hoy se convirtieron en obedientes corderos que corren detrás de las órdenes presidenciales.>

Por su parte, los representantes del poder económico también callan sobre el tema de la institucionalidad, como si ellos no fueran parte de ese valor fundamental para el sostenimiento del sistema democrático. Están contentos porque hacen buenos negocios.>

En medio de ese panorama de desolación, algunos dignatarios de la Iglesia Católica se tentaron por tomar la posta abandonada, y están ocupando espacios que también rememoran antiguos enfrentamientos entre Estado e Iglesia que parecían pertenecer a la protohistoria argentina.>

En materia política, hoy el país presencia un retroceso en su calidad institucional, del cual la mayor responsabilidad le cabe a los partidos de la oposición. >

Si sólo recibe halagos y reverencias, ¿por qué el presidente Kirchner tendría que preocuparse por enmendar semejante defecto? Aprovecha la buena ola y sigue navegando en la cresta hasta la repetición de su victoria. La gente, en tanto, según algunos encuestadores como Roberto Bacman, del CEOP, disfruta de la "esperanza" de que su situación mejorará, más allá de que esa percepción no coincida exactamente con la realidad. Aunque la economía sigue creciendo, la verdadera situación de la gente no ha mejorado mucho respecto de la crisis del 2001.>

Sí se generó más empleo, gracias al altísimo valor del dólar que es el motor fundamental de ese fenómeno de crecimiento: genera construcciones porque los más ricos invierten en ellas, así como una enorme cantidad de capitales extranjeros; permite fuertes ganancias a los sectores agroexportadores y produce riqueza en el campo del turismo, que crece sin parar, gracias también a la cotización del billete verde.>

Pero al mismo tiempo la inflación no para, el poder adquisitivo del salario sigue languideciendo más allá de los magros aumentos otorgados que no paliaron ni un poco la pérdida de capacidad de compra, y las diferencias entre ricos y pobres son cada vez mayores, como el peor ejemplo de retroceso de un país. Por ahora, sólo parecen preocuparse por ello algunos prelados, y algunas voces aisladas que casi no tienen peso.>

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