Sindicalismo y solidaridad

Debido a la escalada del precio internacional del petróleo, a las particulares características de esta rama de la industria en el país y a la tradición corporativa que impregna a los sindicatos argentinos, los trabajadores petroleros son los que perciben los sueldos más altos y constituyen lo que, en otros tiempos, la izquierda denominaba "la aristocracia obrera".

No está mal ganar buenos sueldos, pero sí merece objetarse la resistencia a cumplir con la ley, es decir, a pagar los montos imponibles, tributos que el Estado nacional aplica con criterios de equidad social a quienes perciben sueldos que superan con amplitud el término medio.>

Ciertamente, la base imponible reclama una discusión, pero sorprenden la falta de equilibrio en el planteo, así como de solidaridad, por parte de los dirigentes sindicales y de los propios trabajadores petroleros. La salida progresiva del marasmo de 2002 exige conductas más armoniosas con una sociedad perforada por las carencias y lacerada por la indigencia. En otros tiempos, la clase obrera solía protagonizar jornadas de lucha exigiendo que el Estado se financiara con una tributación más equitativa para beneficio general; hoy, se realizan paros brutalmente sectoriales para eludir esa responsabilidad.>

El Impuesto a las Ganancias, paradójicamente sancionado por un gobierno conservador, se funda en el principio de que quienes más ganan deben contribuir en mayor grado con el sostenimiento del Estado. Este criterio de equidad, que todos los sectores progresistas reivindican, parecería valer sólo para los ricos. Así lo sugiere el "apriete" de trabajadores petroleros que perciben sueldos altos y que, en función de un objetivo estrictamente económico, no dudan en evadir su responsabilidad solidaria y perturbar la relación con Chile mediante la amenaza de cortes en el suministro de gas.>

A nadie le gusta pagar impuestos, pero el Estado no puede funcionar sin esos recursos. Las clases sociales más postergadas dependen de que el Estado cuente con esos fondos para asistir con educación, salud, vivienda y oportunidades de inclusión social a los segmentos más vulnerables.>

Históricamente, el movimiento obrero organizado ha reivindicado el Estado de bienestar, es decir, aquél con capacidad para resolver cuestiones sociales acuciantes y promover el desarrollo del conjunto. Con ese fin, obtiene los fondos a través de impuestos que pagan los sectores más favorecidos de la sociedad.>

El liberalismo ortodoxo siempre se ha opuesto a estas soluciones por considerarlas lesivas de la libertad económica y la productividad social, a tal punto que los grandes debates entre progresistas y conservadores en el siglo XX se han dado alrededor de este tema.>

La novedad que incorporan los trabajadores petroleros argentinos -y que, al parecer, seguirán muchos otros salarialmente privilegiados- es la oposición a tributar sobre sueldos altos. Cabe preguntarse de dónde tomará el Estado los fondos que estas resistencias le resten, qué sectores pagarán este desequilibrio fiscal, cómo se cubrirá el hueco. Por ahora, basta señalar que esa actitud coincide con las criticadas posturas del liberalismo más conservador.>