ANALISIS
¿Qué pasa con los ídolos en Santa Fe?
Por Enrique Cruz (h)

Los ciclos biológicos se cumplen en forma indefectible. Nadie perdura para siempre. Y es posible que Esteban Fuertes sea el primero en saber que transita los últimos tiempos de su carrera como jugador profesional, al menos en un nivel importante como es el de la Primera División del fútbol argentino.

Pero como si todo debiera darse en forma de constante en esta ciudad, parece que el destino irremediable de aquellos que conquistan el corazón de la hinchada (como ocurrió con Fuertes en Colón) es el de irse mal; o por lo menos, con una salida poco adecuada a su condición de jugador querido y admirado.>

Hace algunos meses, el "Bichi" Fuertes hizo declaraciones. Señaló que estaba cansado de escuchar comentarios, sobre que era "camarillero", que "arrastraba a otros", que "se hacía expulsar", etcétera.>

Que el "Bichi" se equivocó creyendo que aún tenía la camiseta de River para increpar a los árbitros, es una verdad que hasta el propio delantero, en su intimidad, la debe reconocer. Y el gran perjudicado fue él mismo, porque esto hizo que cada vez que cometió algún desliz verbal, se tuvo que "comer" varias fechas de suspensión. Lo apuntaron feo desde el Tribunal, porque fue difícil luego ver a otro jugador al que, por ejemplo, le colocaran seis fechas de suspensión.>

Pero esto que Fuertes sentía hace algunos meses, cuando se recuperaba de la lesión de ligamentos cruzados, es lo que ahora se genera a partir de una situación poco clara en su relación con Falcioni, quien continúa negando cualquier problema con el jugador y repite que pretende ponerlo bien físicamente para luego utilizarlo.>

Colón necesita hoy de Fuertes y de Píccoli. El técnico es el responsable -porque tiene el derecho- de ponerlos o no ponerlos, porque él arma el equipo. Pero la realidad matemática y las urgencias obligan a no prescindir de ningún esfuerzo individual en pos de encontrar la mayor solidez y eficacia colectiva como equipo.>

En el caso puntual de Fuertes, además, se trata del último gran ídolo, goleador histórico y un verdadero emblema. Algunos dicen que la permanencia durante mucho tiempo en un club resulta perjudicial. Entonces, me pregunto, por ejemplo, por qué Palermo sigue siendo vital para Boca, o el mellizo Barros Schelotto.>

Y volviendo al caso del ídolo, no me imagino a un Bochini o a un Alonso yéndose por el balancín del baño, casi imperceptiblemente, de aquellas instituciones que lo ovacionaron hasta cansarse.>

El "caballito de batalla" de la actual comisión directiva para ganar las elecciones fue revalorizar -si es que alguna vez se tuvo bien presente- el sentido de la pertenencia. Y esto es pertenencia, por ejemplo. Cuidar a los ídolos, no mancillarlos, impedir que su salida del club se produzca en situaciones difusas o con poco sentido.>

Forma parte, indudablemente, de una política institucional que, inclusive, va más allá de lo estrictamente deportivo. Porque si no, nunca más se podrá hablar de pertenencia, nunca más se podrá hablar de idolatría, nunca más se pedirá al jugador que se gane el cariño de la gente. Total, después, se terminan yendo como perros.>