El espantoso exterminio de la familia Paz
Humo de marihuana detrás de la masacre
 Juan José Molina vecino y amigo de Paz muestra la ventana que forzaron los asesinos. Foto: Danilo Chiapello. 

Todos sospechan que los presuntos asesinos de la señora de Paz y sus tres pequeños hijos actuaron bajo los efectos de la marihuana, pero hay quienes atribuyen la furia homicida a los efectos del "paco".

José Luis Pagés

Al oeste del departamento Castellanos, junto al límite entre Santa Fe y la vecina provincia de Córdoba, Acapulco es un barrio que por su proximidad tanto puede pertenecer a Frontera, Josefina o San Francisco, las poblaciones más cercanas.

Lamentablemente de Acapulco recién se oyó hablar con insistencia a partir del último domingo, cuando la noticia acerca del exterminio de la familia Paz sepultó por algunos momentos el fárrago informativo de la semana que iba a empezar.>

Para entrar al barrio Acapulco hay que dejar la ruta 19 y adentrarse por una calle de tierra que en día de lluvia, como hoy, se convierte en un barrial imposible de transitar. Las casas que se levantan a uno y otro lado de la calzada son humildes, a pesar de que son muchos los habitantes que trabajan en los distintos ramos de la construcción.>

Otros pobladores de Acapulco se ganan la vida en las labores agropecuarias -porque todo es verde y parece sano a su alrededor-, o en otras tareas relacionadas, por ejemplo, con la metalurgia, como lo hacía Jorge Carlos Paz, el jefe de la familia exterminada.>

A poco de andar uno llega a la calle 6, la misma que empieza o termina cien metros al este del camino de acceso, precisamente en el terreno donde se levanta la casa donde hasta el domingo vivieron los Paz, padre, madre y cuatro hijos de corta edad.>

Esa vivienda, como las del resto del barrio, es de humilde apariencia, pero está a la vista que su dueño le dedicaba buena parte de sus ingresos y también su mujer contribuía con las mejoras.>

El día de la horrenda masacre que para siempre privó a Paz de su esposa Alejandra y tres de sus hijos de 7, 9 y 13 años de edad, él regresaba de Frontera donde, por algunas monedas necesarias para reforzar el presupuesto familiar, cuidaba de los coches en el estacionamiento de una confitería.>

El impacto

El vecino Juan José Molina sostiene que nunca olvidará ese momento espantoso de su vida. A las seis de la mañana Paz, su vecino y amigo personal, cruzó la calle para comunicarle a los gritos la peor de las desgracias que podía imaginar: "José -recuerda que repetía el hombre-, me mataron la familia, me mataron la familia!".

Molina, al igual que Arrieta -otro vecino-, escucharon espantados el entrecortado relato de Paz y sólo segundos más tarde, en compañía de sus esposas, estuvieron en la escena del crimen siguiendo los pasos del desconsolado dueño de casa.>

"Lo que vi entonces no lo voy a olvidar jamás. A cada rato me vuelven las imágenes de los chicos atados y tirados ahí -dice-, al lado de la puerta del dormitorio y junto al cuerpo ensangrentado de la madre muerta. Pero lo más impresionante fue la nena, la mayor, que colgaba de la cama cucheta".>

Las drogas

Cuando uno entra al barrio Acapulco lo primero que ve es una indisimulable falta de recursos y enseguida, apenas cambia dos palabras con cualquiera de los pobladores del lugar el tema recurrente tiene que ver, no ya con la pobreza que está a la vista, sino con las miserias humanas, en especial con el tráfico y consumo de drogas.

"La pobreza es una cosa, pero otra distinta es el asunto de la droga", coinciden el presidente comunal y el más humilde de los vecinos.>

Uno más, otro menos, los dos chicos detenidos por los policías que investigaron la masacre, son drogadictos. Pero curiosamente muchos vecinos los definen como "lo mejorcito" del barrio, porque a los pibes los veían como a "dos loquitos alegres, simpáticos y divertidos".>

Pero Paz recordaría a Juan José Molina que su esposa Alejandra guardaba otra imagen de ellos. Ella siempre los señalaba como a los vecinos de la cuadra que entraron a su casa -tiempo atrás-, "para robarle un DVD y una amoladora".>

Los muchachitos habrán sido alegres y divertidos con un porro entre los labios o con la cabeza llena de marihuana, pero ante la falta de dinero y apremiados por la urgencia de fumar es posible imaginarlos descompuestos y predispuestos de la peor manera.>

El Churrero

Dicen que la noche previa al crimen El Churrero (17) y su amigo, tres años menor que él, estuvieron "vagueando" sin rumbo por las calles de Frontera. Los vecinos arriesgan que fue entonces que vieron a Paz cuidando de algunos coches en la confitería y decidieron regresar al barrio para asaltar la casa donde la esposa de aquél había quedado sola, al cuidado de los niños.

Luego, presumen que cuando "El Churrero" y su lugarteniente forzaron la ventana que da a los fondos de la casa de los Paz, Alejandra despertó y, ya a la luz del día, reconoció en sus visitantes a sus vecinos indeseables.>

Es posible que la mujer gritara entonces o que intentara hacerlo, pero lo cierto es que fue acallada mediante una o más puñaladas.>

También la mayor de las hijas de Alejandra, Vanesa, de 13 años, habría intentado resistir, pero al igual que sus hermanitos Rocío Belén (7) y Jorge Exequiel (9) años, sería atada de pies y manos y con un trapo metido en la boca, no podría gritar.>

La crueldad de "El Churrero" y su compañero adolescente no reconoció límites y ni un asomo de piedad tuvieron cuando con un cable de teléfono colgaron a la chica y la apuñalaron, tal como habrían de herir a sus hermanos hasta quitarles la vida.>

Un rastro de "paco"

Para el común de la gente lo ocurrido bien se puede atribuir al humo de la marihuana, pero algunos, como Juan José Molina, dicen que la marihuana en Acapulco "ya fue" y que ahora en Frontera y zona de influencia es el "paco" lo que está de moda y envenena a los más chicos.

En la calle donde vivían los Paz hay dos casas vacías desde ayer. Paz, junto al menor de los niños que milagrosamente escapó de la furia homicida, se fue a vivir a la casa de su madre, en San Francisco de Córdoba. Mientras, los familiares de "El Churrero" abandonaron precipitadamente la casa vecina, temerosos del incendio y el saqueo.>

En tanto en la ciudad de Rafaela, más precisamente en la Alcaidía de Jefatura, el siniestro Churrero y su compinche, aguardan el momento de ser llevados a la Justicia. La policía llegó hasta ellos y los apresó cuando todavía vestían con ropas manchadas por la sangre de las víctimas y un poco antes que, abandonados en un terreno baldío, aparecieran un taladro eléctrico y el teléfono celular robados en la casa de la familia Paz.>