Cuando existe un conflicto internacional prolongado, cualquier intento que se haga para abrir el diálogo o arribar a una solución pacífica, es bienvenido. En este sentido, las gestiones que el enviado del rey de España realiza con los mandatarios de Uruguay y la Argentina merecen destacarse, porque han abierto una grieta en el sólido paredón de intolerancias levantado en ambas bandas del conflicto suscitado por la instalación de una empresa pastera en la orilla este del río Uruguay.
Cuando las relaciones cordiales se restituyan, habrá que realizar un ejercicio de introspección para evaluar cómo pudo una diferencia menor encrespar las aguas de una relación bilateral profunda.>
El sentido común indica que apenas iniciado el conflicto ambos presidentes deberían haberse reunido para buscar un acuerdo en algunos puntos mínimos de convivencia. El proyecto presentado por algunos senadores orientado a la creación de un código ambiental nunca fue tomado en serio. Para los mandatarios resultó más cómoda la discursividad cada vez más agresiva, la especulación política menor y demagógica o la concesión a los reclamos cada vez más duros de la oposición parlamentaria.>
Respecto al gobierno argentino, sus autoridades no deberían haber permitido que se legitimase la protesta basada en el corte de la ruta que comunica a ambos países. En política, los tiempos siempre son decisivos y queda claro que no es lo mismo poner límite a las ilegalidades de los vecinos de Gualeguaychú el primer día que un año después, cuando todos ya se habituaron a ese tipo de protesta y les parece normal que un puñado de manifestantes decida la política exterior de una nación soberana.>
Todas las concesiones que el gobierno nacional le hiciera a los asambleístas produjeron un efecto inverso al deseado: en lugar de tranquilizarlos los hicieron más audaces; en vez de fortalecer las posiciones más sensatas y moderadas, impulsaron el crecimiento de las actitudes más fundamentalistas. La estrategia de pretender legitimar las reivindicaciones de los vecinos de Gualeguaychú fracasaron en toda la línea. Las votaciones en la Corte de La Haya fueron contundentes, del mismo modo que la consulta promovida por el Banco Mundial.>
Reiterando una pésima tradición argentina, nos las hemos arreglado para quedar en absoluta minoría, solos contra el mundo. En ese sentido, el argumento del gobierno uruguayo es irrefutable desde el punto de vista legal: no negociaremos hasta que no se levanten los cortes. ¿Puede un gobierno o un ministro de relaciones exteriores refutar con racionalidad esta exigencia?, ¿puede un gobierno ponerse exigente ante la probable contaminación de una empresa pastera cuando a pocas cuadras de Plaza de Mayo el Riachuelo sigue siendo una cloaca abierta que contamina a millones de personas?>
Siempre hay esperanza de un acuerdo. El clima creado como consecuencia de la movilización de las tropas por parte de Uruguay se ha distendido en estos últimos días gracias a la gestión del enviado del rey de España. Sería deseable que ni Kirchner ni Tabaré Vázquez, como máximas autoridades nacionales, dejen pasar esta oportunidad.>