Los bochazos y la misión de la universidad

El 85 por ciento de los estudiantes, que aspiran a ingresar a las facultades de Medicina de las universidades nacionales de Rosario y Santa Fe, fue reprobado. Los docentes encargados de las evaluaciones elaboraron diferentes explicaciones para tratar de entender lo que se ha transformado en una tendencia nacional, ya que en su momento, algo parecido ocurrió en las universidades de La Plata y Córdoba.

Entre las posiciones más pesimistas, que hablan de una juventud que no lee ni estudia y desprecia la cultura del esfuerzo, y las lecturas que responsabilizan de lo sucedido al sistema educativo cuando no al orden político existente, debe encontrarse un punto medio de equilibrio, que no eluda los problemas reales que afligen a la juventud, pero que tampoco se desentienda de los vicios o anacronismos del sistema educativo.>

La polémica no es nueva, pero como los problemas parecen ser cada vez más graves, se exige más responsabilidad y compromiso por parte de los actores del sistema educativo. El debate está abierto, pero más allá de las conclusiones a las que arriben los protagonistas, existen algunas cuestiones que no se pueden eludir. Si es verdad que las universidades deben ser centros de excelencia académica y que su objetivo es capacitar recursos humanos para abordar los grandes desafíos del conocimiento, está claro que uno de los requisitos centrales de una casa de altos estudios es la exigencia.>

Hoy, se admite que la educación es el recurso decisivo para sustentar el crecimiento de las naciones. Nadie pone en discusión este axioma, pero pareciera que no todos son capaces de hacerse cargo de las consecuencias de esta afirmación. El derecho a estudiar es una conquista democrática valiosa, pero este derecho está acompañado de una correlativa exigencia que debería ser obvia: estudiar, capacitarse. La institución brinda el espacio y las condiciones para que este objetivo se logre, pero ello reclama, como contrapartida, el esfuerzo personal. Lo demás es facilismo, demagogia o irresponsabilidad.>

Una facultad no es una agencia dispensadora de títulos universitarios, el lugar donde la mediocridad -al decir de los reformistas del 18- encuentra siempre el titular que la dicte. La capacitación docente, la permanente actualización de los conocimientos en un mundo cada vez más complejo y competitivo, debe acompañarse con altos niveles de rendimiento. Sostener lo contrario o relativizar esta verdad es estafar a la Nación y, además, estafar a los propios estudiantes.>

En otros tiempos, se decía que los exámenes de ingreso eran una maniobra del imperialismo y la oligarquía para impedir que el pueblo ingresara a las universidades. Hoy, nadie puede sostener semejante disparate. La calidad educativa es responsabilidad nuestra y también es nuestra responsabilidad que los jóvenes se eduquen.>

Sin duda que los resultados de los exámenes de ingreso son preocupantes, pero estos problemas no se solucionan eludiéndolos o alentando el facilismo. Los estudiantes merecen todas las oportunidades del caso, pero al mismo tiempo, deben someterse a las exigencias básicas del conocimiento. No hacerlo, significa desconocer la misión de la universidad.>