Opinión
Habrá que asumir el costo de la inclusión
Por José Curiotto

La reacción del gobierno de la provincia, que se traduce en un refuerzo de la presencia policial en el departamento La Capital, debe ser valorada. De hecho, lo peor que podría ocurrir en circunstancias como las actuales es que no se tome medida alguna y que los responsables del Estado continuaran trabajando como si nada estuviera ocurriendo.

Sin embargo, es absolutamente imprescindible advertir que el problema de fondo no se solucionará con estas medidas. De poco servirá la mayor presencia policial en las calles, si la gente se sigue matando por meras discusiones personales, si en los barrios periféricos miles de adolescentes deambulan día y noche sin ocupación ni educación, si no existen alternativas de capacitación e inclusión.

Es hora de decir la verdad. Santa Fe se ha convertido en dos ciudades que se miran con recelo y temor. Mientras no se tomen medidas de fondo, la convivencia de ambos sectores se tornará cada día más difícil.

De una vez por todas, habrá que entender que se requiere de una política global que represente un desembarco masivo y abarcativo del Estado, "invadiendo" los barrios marginales con escuelas, centros de capacitación laboral, lugares de esparcimiento, mejoras estructurales, calles, iluminación, oficinas municipales y provinciales.

Eso sí. Habrá que hacerles entender a los ciudadanos que viven en la otra ciudad -donde aún se puede vivir con relativa tranquilidad- que será necesario destinar enormes recursos presupuestarios para incluir a los excluidos y para transformar los barrios periféricos.

Es fácil reclamar soluciones. Lo difícil será comprender y aceptar que la salida al problema jamás llegará sin un sacrificio general. Pero los gobernantes deberán asumir el costo político de decir la verdad y actuar en consecuencia.

Mientras esto no ocurra, las diferencias entre las dos Santa Fe continuarán profundizándose. Tal vez, pueda parecer una frase hecha, pero esto es "cosa de vida o muerte". Y si no, basta recordar a las familias destrozadas porque el delito les arrancó un ser querido.