Bombas y diálogo en Medio Oriente

En Medio Oriente domina otra vez el lenguaje de la guerra. Si bien podría decirse que, en esta región, la paz tal como se entiende entre pueblos civilizados nunca existió realmente, en la actual coyuntura, la tendencia a una mayor confrontación militar es más fuerte y las perspectivas hacia el futuro no alientan el optimismo, aunque habría que señalar algunos hechos importantes que alteran, en parte, las conocidas relaciones de fuerza.

En estos momentos, el tradicional enfrentamiento bélico entre judíos y palestinos se superpone con la guerra declarada entre Hamas y Al Fatah, las dos facciones palestinas que se disputan el control político y militar del territorio. En un marco más amplio, a este conflicto hay que contextualizarlo en el desequilibrio que se produjo en la región luego de la invasión norteamericana a Irak y el consecuente fortalecimiento de los chiítas, cuya principal base de operaciones militares sigue siendo Irán.>

Incluso, las refriegas que en estos momentos se están produciendo en el Líbano se explican a partir de este nuevo escenario regional. La lucha entre diferentes facciones políticas y religiosas retrotrae a este sufrido país a los tiempos de la guerra civil de mediados de los años setenta y principios de los ochenta, guerras que estuvieron a punto de despedazar a la nación, responsabilidad que, en su momento, correspondió a los palestinos y que hoy está en manos de las milicias fundamentalistas de Hezbollá.>

Por último, la situación política interna de Israel dista de ser tan previsible. El actual jefe político Olmert no sólo está cuestionado por supuestos negocios turbios y errores cometidos en la guerra contra el Líbano, sino que los jefes militares le han hecho un severo planteo respecto del modo de llevar adelante la guerra contra los palestinos. El dato es importante porque esta actitud de las fuerzas armadas podría ser el punto de partida de una creciente militarización del sistema político, con sus previsibles consecuencias en el sistema republicano y democrático.>

Por su parte, en los Estados Unidos de Norteamérica la crisis de Irak ha puesto en tela de juicio la intervención norteamericana en los acontecimientos del mundo. En el tema que nos ocupa, el presidente Bush está recibiendo poderosas presiones para suavizar, por lo menos, el apoyo a Israel. Atendiendo al peso del lobby judío en EE.UU., esta disminución del asedio no debe entenderse como un retiro absoluto, aunque es muy probable que, si los demócratas llegaran al poder, la política exterior yanqui en Medio Oriente apuntaría más a la negociación y al acuerdo que a la confrontación militar.>

Las conversaciones que en estos momentos mantienen Egipto, Arabia Saudita, Siria y Jordania, esforzándose por encontrar un camino alternativo que limite a los halcones de Israel y ponga condiciones a la expansión chiíta, deben entenderse en este contexto signado por el cambio de roles y relaciones de fuerzas. Las conversaciones no tan secretas entre diplomáticos judíos y sirios dan cuenta de este nuevo escenario, en el que los enemigos de ayer pueden ser los aliados de hoy.>