El tema son las salidas gastronómicas. Acá no hay quedados gastronómicos, desde luego; pero esta nota no habla de la comida hogareña a sabiendas de que lo que sobra suele aprovecharse a la noche o reciclarse en nuevas comidas. La abuela era una maestra: el arroz después eran torrejas; un pedazo de asado, cortado en pedacitos ínfimos, era una ensalada con papas, cebolla y tomate, vulgarmente llamada "ropa vieja" que uno igual se ponía con gusto...
Y las salidas gastronómicas tienen, por lo menos, dos vertientes. La primera es en comedores y restaurantes y no hay demasiados márgenes para "lo que sobra", porque no sobra, o sobra poco. La segunda variante, más rica en vicisitudes (una vicisitud es tu suegra; otra vicisitud, tu cuñado y así varias vicisitudes según cantidad de comensales), es la salida con parientes o amigos, que generalmente se plasma en una casa.>
El Ale y un grupete de amigos (porque esos amigos no son un grupo, son un grupete) caen un día a un comedor y la cara individual y grupal denotaba hambre atrasado. Eso se nota, lo notan los mozos; lo notan los otros comensales; lo notan todos. Pues bien, antes de pedir y antes de que el mozo osara limpiar la mesa, la bandada de cuervos se devoró los restos de una piza sin ningún cargo de conciencia. Total ya estaba pagada y la tomaron como una donación solidaria de los anteriores anónimos comensales...>
Tenés también los tipos que no tienen empacho (a lo mejor ya vinieron empachados) en pedirle al mozo que les envuelva dos costillitas o una porción de matambre que no pudieron terminar. O los que subrepticiamente deslizan hacia un bolso o, puaj, un bolsillo, una empanada, unos -puaj de nuevo- raviolitos con tuco.>
Pero en las reuniones familiares o donde además están prersentes los afectos, los lazos históricos, el conocimiento de grandezas y chiquezas del otro, la cuestión comienza a condimentarse.>
Porque comida sobra siempre. Lo que se discute en realidad es cómo uno hace para llevarse parte de lo que sobra. La excusa del perrito no sirve: todos saben que no tenés un gran danés que justifique los dos kilos de asado que te llevás "porque nadie se lo lleva".>
En esas pulseadas sordas y hasta subconscientes tenés bandos polarizados: los planificadores y los desprevenidos, por ejemplo. Los primeros están pensando desde el mismo vermú cómo hacen para caerle a lo que queda. Sólo estudian el momento del "sorpasso". Los otros, sólo van a comer y andan por la vida despreocupados y ligeros. Llevan comida y bebida sin la más mínima intención de traerse algo.>
Y tenés los dadores y los llevadores, por nombrar otra oposición. Los primeros son los que dicen "che, llévense esto que nosotros no vamos a comerlo ni en dos años". Los segundos, tienen predisposición natural para aceptar un pedazo de torta o unos canelones que, recalentados, tendrán sabor a gloria porque se embebieron más en los jugos propios y ajenos y porque, básicamente, vienen de arriba e inhiben de pensar en cocinar.>
Tenés también tácticas entre los llevadores, desde el que intenta una falsa negativa hasta que le insisten (y bueno, en ese caso...); tenés los moderados que llevan "pero un poco, qué voy a hacer con tanto" (por lo general tienen ya dispuesto el lugar en la heladera para "tanto") y tenés los desvergonzados o sinceros que, jugadores empedernidos, van por todo y te primerean: "che, si no nadie lleva esto, a mí me sirve...". Hay incluso jodidos que se llevan medio vino o tipos que te juran que traen la botella de vermú empezada para la próxima.>
Yo no tengo problemas con nadie. Pero me joden dos cosas: que mi tía Carlota aparezca con un bolso de tan destemplado tamaño. Y que sea chicata y me tire la mitad encima del pantalón. Provechito.>