MUSICA CLÁSICA EN EL MUNICIPAL
Bruno Gelber, brillante
Trayectoria. De niño prodigio a artista consagrado: a los cinco años dio su primer concierto; a los 19 se radicó en París. Bruno Gelber actuó como solista de las más renombradas orquestas del mundo. Foto: MERCEDES PARDO

El gran pianista argentino deslumbró con su interpretación del "Concierto Nº 3" de Rachmaninoff. Antes, la Sinfónica dirigida por Reinaldo Zemba abrió el programa con Beethoven. Gelber, disconforme con el piano del Municipal, exigió que trajeran uno de Paraná y dijo al público: "Santa Fe necesita un buen piano".

En la noche del viernes, con el marco de un teatro Municipal casi colmado, el pianista argentino de prestigio internacional Bruno Gelber interpretó, junto a la Orquesta Sinfónica Provincial dirigida por el maestro Reinaldo Zemba, el "Concierto Nº 3 en Re Menor Op. 30" del compositor ruso Sergei Rachmaninoff (1873-1943), considerado por los especialistas en música clásica una de las obras más complejas y arduas a las que se puede enfrentar un instrumentista. Antes del arribo de Gelber al escenario, en un programa pautado para las 21 pero que demoró su inicio unos veinte minutos, la Orquesta ofreció a los presentes la "Segunda Sinfonía en Re Mayor Op. 36" de Ludwig van Beethoven (1770-1827).

COMPLEJO Y "ORGÁSMICO"

Tras el intermedio, luego de los cuatro movimientos de la obra del genial alemán -que fueron despedidos con una ovación por parte de los presentes-, Gelber, recibido con idéntica demostración de cariño, caminó hasta el piano y tomó posición para emprender la creación de Rachmaninoff, obra de enorme fama, junto a su Concierto Nº 2.

El mismo Gelber, en diálogo con este diario antes de su llegada a Santa Fe, explicó que la pieza "es tope en dificultad, en complicación" y la calificó como "horriblemente difícil", pero asimismo, sostuvo que se trata de una composición "orgásmica y apasionada".

Tratándose de un músico de gran carrera internacional -sus antecedentes refieren unos 4.700 conciertos en 45 países- reconocido en todo el mundo por su gran conocimiento de Beethoven y Chopin, estas opiniones sobre Rachmaninoff toman aún mayor peso. Así las cosas, a lo largo de los tres movimientos ("Allegro ma non tanto", "Intermezzo (Adagio)" y "Finale (Alle Breve)" se observó a un Gelber reconcentrado, cuyas manos se deslizaban veloz y plácidamente sobre el piano, en una performance caracterizada también por la exigencia física e intelectual, en sintonía con los múltiples cambios y "climas" de la pieza.

La obra genera, más aún en vivo, una sensación de perplejidad, no ya por cómo fue compuesta sino, más cercanamente, por cómo hace un músico, en este caso Gelber -sin partitura- para asimilar, aprender e internalizar semejante cantidad de notas, a la velocidad estipuladas, sumándole además los costados interpretativos propios de cada instrumentista.

MI REINO POR UN PIANO

El costado vergonzante de la noche, para los santafesinos, fue verbalizado por el propio músico, quien educada y coherentemente planteó, tras una larga ovación recibida, que no es posible que semejante teatro Municipal (costosísima obra, refacción incluida) carezca de un piano acorde a las exigencias de los músicos.

Gelber enumeró una larga lista de ciudades en las que habitualmente se presenta, en mayor o menor medida comparables -por tamaño o cantidad de habitantes- con Santa Fe. "Todas ellas -dijo- tienen buenos pianos. Santa Fe necesita un buen piano, para que nosotros podamos ofrecerles lo mejor a ustedes". Los músicos santafesinos y muchos periodistas no desconocen esta situación: ¿cómo puede ser que se hayan gastado millones de pesos en el Teatro y que el piano sea un desastre?, ilustró uno de ellos en la noche del concierto.

DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL