SEÑAL DE AJUSTE
Dominico contra dominico

Roberto Maurer

El gran intelectual humanista Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) proporcionó el soporte doctrinario de la conquista, colonización y evangelización de los pueblos de América que, como se sabe, constituyeron un proceso que se ejecutó sin demasiado tacto. Como capellán y cronista de Carlos I, fue un erudito defensor oficial de la guerra contra los aborígenes y su sometimiento, con lo que, por supuesto, logró la simpatía de los encomenderos. Ante su reivindicación del derecho de los dominadores sobre los dominados, cuyas masacre justificaba basándose en la excusa de la superioridad cultural, se alzó la voz del dominico Bartolomé de las Casas (1484-1566), que escribió sus "Treinta proposiciones muy jurídicas" como réplica a "De justisbelli causis apud indios" de su colega, para sostener la igualdad universal de los seres humanos y convertirse en el abogado de quienes eran víctimas de la esclavitud y el exterminio.

Esa gran polémica que dividió a los pensadores de la época, más allá de la circunstancia específica que la había provocado, o sea el trato al indio americano, sirvió también para discutir sobre la noción de barbarie en el Viejo Mundo, cuyo eurocentrismo fue puesto a prueba ante el descubrimiento de otras civilizaciones: "Cada uno llama barbarie a aquello que no es su propia costumbre", la frase muy recordada de Montaigne sintetiza los dilemas planteados por las diferencias entre seres humanos.

Bartolomé de las Casas luchó por una evangelización sin soldados, con lo que, si se analiza desde el punto de vista de un agnosticismo corrosivo, habría perseguido la misma finalidad que su rival Sepúlveda: en ambos casos, se trataba de cristianizar al indio, y la actitud de uno y otro, cínicamente vista, respondía a la vieja fórmula del policía malo y el policía bueno.

Esto es así si no se los comprende como parte de un proceso inexorable impulsado por las fuerzas que actuaban en ese tiempo, que no se privaron de ninguna crueldad en una cruzada que era un eslabón más de la expansión del capitalismo naciente, según interpretó Carlos Marx, un periodista alemán del siglo XIX.

BIENVENIDOS A LA TELE

Este momento de la historia llegó a la tele a través del voluntarioso Canal 7, cuyo esfuerzo merece reconocimiento a pesar de los resultados, a través del nuevo ciclo "Cara a cara" (los miércoles a las 23), donde se recrean rivalidades estelares del pasado, y cuya primera entrega fue una discusión imaginaria entre ambos curas dominicos personificados por Miguel Jordán y Edward Nutkiewicz, con libro de Juan Carlos Cernadas Lamadrid.

Retóricos y vehementes, los personajes confrontan sus ideas en una iglesia, como títeres manipulados con los hilos del maniqueísmo, es decir que la historia aparece encarnada en un propagandista humanitario y un villano sin escrúpulos. Al fin, Sepúlveda pensaba como gran parte de sus contemporáneos de una Europa a la cual le costaba asimilar otra idea de la civilización que no fuera la propia, es decir que el aristotélico pensador representaba algo que estaba más allá de una perfidia personal. Y coincidía con su adversario: ambos querían cristianizar a los infieles.

Indican las gacetillas que el ciclo es conducido por el actor Rubén Stella, cuyo debut resultó desconcertante. Apareció al principio comprando artesanías wichis, en una escena interrumpida por la aparición en las calles de un fray Bartolomé de las Casas corriendo entre los autos como un poseso, a los gritos y con una espada en la mano. Luego de este momento ridículo, el noble sacerdote ingresó a la iglesia en la cual se producirá el debate, en cuyo transcurso reaparece Rubén Stella, esta vez encadenado a una columna y maltratado sin motivo por unos soldados.

MORALEJAS

Inexplicable, la escena culmina cuando Bartolomé de las Casas lo libera y le pregunta:

-No sé quién es usted, ni por qué estuve ni está aquí...

-Yo tampoco -responde Stella, para mayor confusión.

-Siga su camino y nunca entregue su libertad, Jesús está con usted.

De este modo, puede interpretarse que Rubén Stella atravesará los próximos duelos históricos como portador de un mensaje de libertad.

Los autores sucumbieron a la tentación de extrapolar realidades, ya que hacia el final del debate de los teólogos aparece la imagen de una máquina de Techint arrasando con los bosques y otra de una manifestación con carteles opositores a Menem, a quien sería arbitrario atribuirle también una participación en los hechos malditos de la Conquista. Al cierre, se insistirá con unas palabras puestas en boca de Bartolomé de las Casas, que se queja de los bajos jornales que pagan las patronales, y la frase queda como una moraleja, al precio de convertir al teólogo en un dirigente de la CGT.